Precisamente aquella tarde se encontró con Daniel, vislumbró su silueta decaída mientras ella salía del edificio en su coche, él parecía estar dudando entre entrar o no y entonces también la vio. Se acercó trotando hasta el coche y ella bajó las ventanas...
—¿Puedes sacarme de aquí? —cuestionó Daniel, con un tono con el que parecía burlarse de sí mismo.
—Si es lo que quieres... —soltó ella, con su típica cadencia en la voz que siempre la hacía sonar levemente seductora.
Daniel se arremolinó en el asiento del copiloto, prestando especial cuidado en no mover demasiado los zapatos.
—¿Qué haces? —Layla lo miró como si estuviera loco.
—Caminé por una calle en construcción, así que no quiero dejar todo lleno de polvo —dijo él con naturalidad y Layla frunció el entrecejo.
—No importa —soltó con un movimiento de su mano, dejando claro que podía mover los pies con normalidad.
Daniel la observó, ella manejaba con tranquilidad y soltura, sus manos delgadas no se aferraban demasiado al volante, más bien parecían flotar, sus dedos siempre tamborileaban al ritmo de las canciones que emitía el canal de radio de la ciudad, pero aquella vez lo hacían con especial felicidad, sonreía mirando a todos lados, sonreía aun cuando le habían tocado dos semáforos seguidos en rojo, tenía una vibra particularmente brillante, tanto que Daniel se sintió contagiado, aun después de recibir la respuesta a su pregunta:
—¿Qué te tiene tan feliz? —ella abrió la boca de inmediato para responder, pero al mirarlo pareció arrepentirse en seguida.
—El caso es oficial, Demian me dijo hoy que yo la representaré... —confesó, algo arrepentida por su falta de empatía, por no haber pensado antes que eso le podría afectar a Daniel, por no acordarse de ocultar su felicidad.
—Eso es genial para ti —le dijo sonriendo, de pronto al confirmar la noticia que ya presentía, escuchándolo de su boca, no parecía tan fatídico como había pensado, no se había sentido morir y tampoco quería llorar y gritar.
Decidió callarse el hecho de que estaba fuera del despacho postergando la reunión que Demian le había pedido tener, pero es que en el fondo ya lo sabía.
Pero justo aquello; confirmar que aquel final no le dolía tanto como pensaba y saber que la mujer a su lado tenía parte de responsabilidad por su falta de tristeza, fue justamente lo que le hizo doler el pecho.
Layla sonrió hacia él y luego miró al frente, no sabía si lo que estaba sintiendo era completamente real o sólo una ficticia felicidad, pero estaba dispuesta a seguir sintiéndolo ahora que Daniel parecía estar bien.
—¿Quieres ir a algún lugar? —Layla lo miró y el asintió.
...
Así que estaban uno al lado del otro, frente a un carrito ambulante de perros calientes y hamburguesas.
—Son las mejores, lo juro —sentenció Daniel mirándola observar fijamente la mitad de una hamburguesa sobre un cartón que hacía de simulación de plato.
—Te creo —soltó ella, mirándolo con seriedad para después llevarse a la boca el alimento.
La carne era jugosa y con el cocimiento necesario, Layla sonrió al tiempo que masticaba y asintió ante la mirada dudosa de Daniel, confirmando que eran las mejores hamburguesas que había probado.
Una sonrisa proveniente desde lo más profundo del pecho de Daniel quiso emerger, sin embargo, la detuvo, no podía, no podía sonreír de la forma que deseaba, porque ella era el motivo y ella no podía ser el motivo... no cuando estaba en medio de un divorcio, no cuando ella era su doloroso pasado, no ahora y quizá no... nunca.
Layla no pronunció ni una sola palabra mientras terminaba de devorar los restos de la hamburguesa, lamia sus dedos y las comisuras de sus labios y Daniel sólo podía pensar en las veces que había tenido que ir hasta aquella esquina de puestos de comida callejera rápida a escondidas de su esposa, porque ella jamás comería algo así, ella no, pero ella... suspiró mirando a Layla tomar soda desde la pajilla de su vaso, succionaba hasta que sus mejillas estaban llenas a tope, parecía una ardilla guardando provisiones.
La chica se echó a reír por algo que el dueño del carrito ambulante dijo, ignorando completamente la mirada de Daniel sobre ella.
—Claro, volveré por aquí... —dijo ella sonriendo mientras lanzaba al bote de basura los contenedores vacíos.
Daniel notó al sonriente hombre frente a ellos sonrojarse, ella era tan... era ella.
—¿Vamos? —Layla lo miró, su expresión cálida contrastó totalmente con el paisaje.
El cielo estaba cubierto de nubes grises, de un segundo a otro el ambiente se oscureció y un par de truenos retumbaron a lo lejos, Daniel miró a las personas a su alrededor corriendo en busca de un lugar que los protegiera de la lluvia.
Entonces una gota grande humedeció su mejilla, él miró hacia Layla y ella a su vez alzó la vista hacia el cielo, como si aquellos ojos verdes hubiesen dado la pauta; la torrencial lluvia comenzó a inundar las calles de la ciudad, mujeres y hombres corrían en el área circundante, cubriendo sus cabezas con sus maletines, como si aquello sirviera de algo.
Editado: 16.05.2021