Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 30

 

—No lo puedo creer... —soltó Jerome, cubriéndose con su mano la boca abierta en un gesto de sorpresa.

—Pero no había pasado nada en realidad —repitió ella, con urgencia de que aquel punto del vergonzoso encuentro entre Marianne, Daniel y ella quedase claro.

—¿Crees que le diga a Demian?

—No lo sé —su voz sonaba diminuta y decaída.

Jerome observó a su amiga, la conocía tan bien y la amaba tanto, era familia para él, era su otra mitad, así que no podía ignorar como ella algo que era tan evidente.

—Lo amas...

—No, hay un pasado, sí, pero no hay más, no puede haber un futuro...

—¿Y un presente? —arrugó la frente ante el tono pensativo de su amigo.

—Jemm... —la advertencia implícita en su voz suave hizo a su amigo salir de su ensoñación, pero entonces volvió a mirar hacia la nada y elevó uno de sus dedos, como quien indica tener una gran idea.

—Es curioso cómo podemos notar el paso del tiempo, como sentimos los días pasando tan despacio y sin embargo, cuando te das cuenta, el presente ya se ha desvanecido. Todo se convierte en pasado y nada es futuro. —su tono misterioso y su semblante pensativo hizo a Layla sonreír, finalmente en aquello sí que tenía razón.

—Cierto... —dijo ella y cuando él la miró con su lobuna sonrisa retrocedió un poco, pensando en qué momento había dicho algo mal, algo con lo que él pudiese burlarse.

—Si todo es pasado y él es tu pasado, entonces... ¡tengo razón! —Layla se estiró hasta alcanzar con la mano su cabello oscuro y lo revolvió sin piedad.

Jerome soltó un grito dramático que la hizo reír, comenzó a peinarse tratando de observarse en el escuálido reflejo que daba la pantalla de su móvil.

—Todo lo que quiero está en el 'algún día'; en el futuro, no creo que él esté allí, al menos no de esa manera... —dijo ella.

—Siempre admirare tu capacidad para ignorar lo que está frente a tus narices —admitió su amigo mientras caminaba hasta su escritorio.

—Siempre admirare tu capacidad para meterte en todo... —siseó ella en respuesta, con los ojos entrecerrados y un rencor simulado en la voz.

—¿Meterme? —la mueca sugerente en el rostro de Jerome la hizo sonreír. —Tu eres la que está metida... en aquel matrimonio, eres una sucia amante... —bromeó moviendo las cejas en extrañas ondas, ella lo miró con seriedad, ni una pizca de sonrisa y entonces él la miró como cachorro regañado y Layla ahora si no pudo evitar reír.

—¿Quieres café? —dijo ella para evadir sus múltiples intentos por hacerla confesar algo que ni siquiera era real.

—No, pero podrías robar para mí la manzana que Giulio guarda en el frigorífico —siseó con complicidad y secretismo, Layla negó con la cabeza como si fuese una terrible idea, aunque en el fondo sabía que estaba dispuesta a intentarlo.

Se dirigió entonces a la sala de descanso, cuando estaba a punto de entrar vio a Daniel de espaldas, recordó de inmediato cuando casi cinco meses atrás había intentado evadir su primer encuentro post reencuentro, si es que eso tenía sentido.

Sabía que estaba ahí porque tenía que elegir a su abogado de entre Giulio y Jerome, pero no esperaba encontrarlo. Así que después de todo lo que habían pasado el día anterior no sabía que decir y lo más sensato parecía no decir nada.

En completo silencio, sirvió café en su taza de porcelana blanca, sentía su mirada sobre ella, pero se obligó a hacerse la desentendida, uno, dos, tres, contó los segundos que tardaba en llenarse la taza, se dirigió hacia el frigorífico en busca de lo que Jemm le había pedido

—Dijo que siempre le roban sus alimentos y pensé que era mentira —soltó Daniel al mirarla tomar la manzana dentro de una bolsa ziploc que tenía el nombre de Giulio escrito en enormes letras negras, como si de un chiquillo en el jardín de niños se tratara.

Pensó en que, si Daniel ya entablaba ese tipo de conversaciones 'casuales' con Giulio, lo más seguro es que fuese él quien lo representara, no esperaba que eligiese a Jemm, ya que ahora era su amigo también, aunque la verdad es que secretamente, si lo esperaba, al menos un poco.

—Es mía —dijo ella, mientras sacaba la manzana del plástico y lanzaba la bolsa al bote de basura.

—Mientes —soltó él y mirando aquella mujer, los ojos falsamente sinceros ayudados del tono esmeralda y las enormes pestañas, parecía real, un recuerdo inevitable cruzó sus pensamientos; Layla mintiéndole a los ojos años atrás, la mentira más bonita y cruel...

Era cómico que ahora, cuando ya no tenían nada, pudiese leerla tan bien, pudiese encontrar la mentira en sus ojos aun cuando ella lo ocultaba como una experta.

—No... —respondió ella como si él hubiese hecho una pregunta y no una afirmación, sus labios ligeramente rosados se movieron con la soltura de un pez al nadar, con la mágica lentitud de las nubes al avanzar en el cielo azul.

—No ha cambiado nada tu rostro —dijo Daniel de pronto, concentrado en sus pensamientos y sin pensarlo realmente, con aquella sonrisa ladeada que había hecho suspirar a Layla en el pasado, aquella que pensó que nunca vería de nuevo, de pronto sintió la urgencia de salir corriendo, porque no podía tener sus ojos sobre ella sin desear cosas inapropiadas.




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