Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 31

 

 

Un nuevo comienzo no siempre es comenzar de cero, dejar todo atrás y huir, a veces un nuevo comienzo incluye viejos amores renovados y buenos amigos apoyándote, a veces los nuevos comienzos que la vida nos otorga son la única oportunidad para ser felices y debemos tomarla.

Esa era la conclusión a la que Layla había llegado, después de aceptar que la evidente falta de sueño, sus palpitaciones, el ritmo acelerado y todas las reacciones fisiológicas las causaba aquel enamoramiento, era como subir a una montaña rusa, llegaba a la parte más alta y sonreía al verlo en sus sueños  mirándola como la miraba, sonriendo sólo cuando estaba con ella, como si ella fuese lo único que valiese la pena y entonces llegaban las dudas y el recorrido debía continuar, la horrible y empinada bajada, se hacía un hueco en su estómago cuando aquel sueño se volvía pesadilla y Daniel miraba hacia atrás, hacia donde su esposa lo esperaba...

Esto puede suceder, se había dicho ella, esto puede ser posible, sólo tengo que tomarlo con calma...

Hace años, cuando él no sabía que ella era una completa farsa, cuando no sabía que todo era mentira, antes de que ella aceptara que lo amaba también, Daniel había luchado por lo suyo, sin tomar en cuenta el doloroso final, Daniel había luchado por su amor, como si hubiese sabido que valdría la pena... si hubiese sido distinto quizá habría valido la pena.

Sin embargo, es un hecho universalmente aceptado que el hubiera no existe.

Pero había un talvez, había una posibilidad y por pequeña que fuese, por angosto que fuera el camino, ella lucharía, ella podía ver que está vez podría ser distinta, si el destino te pone a la misma persona dos veces en tu camino es por algo, quizá está vez podría demostrarle que podían ser un buen recuerdo, un posible para siempre, quizá está vez podrían lograr que valiera la pena, ella estaba dispuesta a intentarlo, estaba dispuesta a hacer lo que su versión joven nunca pudo, a ofrecerle lo que la antigua Layla y sus mentiras no le dieron: un amor sincero, verdadero, un amor...

Esta vez le tocaba luchar a Layla por su posible amor como hace años lo había hecho él...

Sabía que debían arreglar mucho, sabía que una parte de ambos estaba irremediablemente rota, por motivos distintos, por infancias malas y matrimonios fallidos, sabía que probablemente ambos guardaban viejos y secretos rencores hacia el otro, pero habían pasado casi medio año conociéndose, en ese tiempo habían llegado a saber más del otro, está vez podía ser distinto...

Y para ello debía comenzar a marcar los límites, ya no podría seguir fingiendo que estaba bien participar en su divorcio, aun le parecía extraño que Marianne no le hubiese dicho a Demian que los había encontrado juntos, ya no podía fingir que era su amiga, lo único de lo que se arrepentía era de no haber aceptado esta realidad antes, haber ignorado sus sentimientos, porque ella ya no era de esa manera, hace mucho que ella ya no se ignoraba a sí misma, ni evadía su realidad, hacerlo solo le recordaba a su antigua e inmadura versión.

Lo tenía claro, todo lo que debía hacer y no hacer estaba claro.

Se miró en el espejo, los ojos verdes brillaban con esperanza, una sonrisa pequeña se coló en su semblante, justo cuando el timbre anunció una visita, era domingo y demasiado temprano para que alguien que no fuese Jerome estuviera detrás de aquella puerta.

Se dirigió arrastrando los pies, su actitud positiva no incluía la energía de su cuerpo aun adormilado, así que abrió la puerta y cuando vio a Daniel de pie frente a ella abrió los ojos en sorpresa, de pronto todo rastro de sueño y desgane desapareció

—¿Qué haces aquí? —soltó ella, no esperaba verlo tan pronto, su plan no incluía un comienzo tan prematuro.

—Solo... estaba de paso y quise saludarte —dijo él, estaba mintiendo, pero se esforzó por que pareciera real.

Layla lo dejó entrar, encontrando su explicación particularmente extraña, la semana anterior, después del día de la lluvia y después de que él la mirara de aquella forma descarada en la sala de descanso, lo había estado evitando durante algunos días, en lo que sus ideas y sentimientos se acomodaban, ahora tenía claro cómo quería manejar la situación, pero sólo porque había dejado de verlo...

—¿Por qué estás aquí realmente? —repitió ella, con mirada inquisitiva, al tiempo que se sentaba frente a él.

—Solo... no lo sé

Layla pensó que quizá su repentina e inesperada visita podría ser la señal de que debía comenzar a dejar algunas cosas claras... tómalo con calma, se recordó.

Lo miró, dispuesta a comenzar por decirle que estaba pensando en abandonar el caso, pero unos ruidosos pasos bajando las escaleras la hicieron callar.

—Oh, hola, lo siento, no sabía que habría visitas Lay —vociferó Lía dirigiéndose a la cocina, para luego llenar un vaso con agua, asomó de nuevo a la sala de estar, con su caminar ligero y pausado, esperando una respuesta.

—¿Lía? —Daniel parecía genuinamente sorprendido aun cuando sabía que ella vivía ahí verla de frente era como si un personaje del que sólo has escuchado se materializara, si los años podían verse en alguno de los presentes en aquella habitación era en Lía, la última vez que la había visto usaba coletas y su cabello no era morado.




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