Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 35

 

—Vamos —su hermana susurró entre dientes, con semblante desesperado.

Layla llevaba varios días en un constante vaivén entre el malhumor que saber algo que no debía le causaba y la calma que llegaba cuando olvidaba que lo sabía.

Había pasado una semana de aquello, días en los que sólo había pensado en que debería hacer a continuación, no había hablado con Daniel, no como antes de cualquier forma, un casual “hola”, si se cruzaba con él en el despacho, mientras él se dirigía a ver a Giulio, quien parecía ser el único feliz con estar en medio de aquel tormentoso divorcio.

Al parecer aquella forma del destino de sacudirla constantemente se estaba volviendo costumbre, al menos tenía la certeza de que siempre aprendes algo bueno de lo malo y ella mejor que nadie podía afirmarlo.

Había crecido entre miseria y desamor, el abandono y la indiferencia la habían marcado desde el primer llanto, desde que sus ojos hinchados y llorosos se abrieron por primera vez en una sala de partos y fue entregada a una mujer cuyo nacimiento le causaba solo desdicha, Layla estaba fijada desde el nacimiento con la maldición de todo lo malo, mucha gente lo está también. Sin embargo ella había decidido que aquello no era lo suyo, había crecido y aprendido, había dejado de lado su resistencia al amor, había aprendido a recibir cariño y alojarlo en su corazón como pequeñas motas de alegría que llenaban sus días tristes, y claramente había aprendido a amar también, amaba con locura y sin límites, porque crecer en medio de la mala hierba no significa que estés destinada a no florecer, al contrario; puedes ser la flor más bella del jardín y el hecho de que lo hagas en medio de todo lo podrido y sin negar tus orígenes lo hace aún más mágico.

Layla se había alejado de la miseria, se amaba lo suficiente para no abandonarse a sí misma y en aquello está la clave, porque mientras te tienes a ti mismo la soledad en medidas razonables es deliciosa, Layla perdonaba y avanzaba, porque si no fuera de esa manera, si odiara a Daniel u odiara quererle, si odiara su pasado y a su madre, si al menos odiara, sería un insulto para todo lo que le había costado llegar hasta donde estaba, un insulto para su crecimiento y su madurez, sería como admitir que la chica que fue hace años, llena de inseguridad, que ofrecía mentiras con la misma facilidad que sonrisas y cuya inteligencia emocional la había llevado a cometer cientos de errores, seguía ahí y lo cierto, es que ella ya había desaparecido, había evolucionado y ahora era mejor, ahora todo era mejor. Ya saben lo que dicen; si no te avergüenzas de tu "yo" de hace dos años, deberías avergonzarte.

Todos crecen, todos cambian y cambiar está bien, pensar diferente y pensar mejor, avanzar en la vida, avanzar en tu camino....

 

Así que, entre la bruma de pensamientos, uno fue claro; ella no podía decirle a Daniel lo que había visto, porque no le correspondía, sin embargo, sí que debía decirle lo que estaba en sus manos, en su mente y en su corazón y entonces él tendría que decidir qué hacer con aquello.

 

Se miró al espejo, estaba cumpliendo veintiocho años, en medio de una tienda de vestidos hippies de brumosa tela blanca y beige, sonrió, floreciendo entre el caos, de pronto todo rastro de dudas dejó su sistema, miró en el reflejo a su hermana ansiosa, sentada en una de las sillas hechas de palma.

—Tú insististe en venir —le recordó Layla y la chica la miró con las cejas elevadas.

—Sólo elije uno y ya —dijo en voz monótona.

—Eso no suena como un lindo regalo... —reprochó la mayor entre una risa disimulada.

—Todo te queda genial... —dijo Lía, su voz está vez fue amable y dulce.

 

Así que Layla eligió el vestido que llevaba puesto, era un regalo inusual de cumpleaños, Lía pagó por el vestido de manta, las mangas largas y sueltas la hacían sentir cómoda y la abertura en el costado hasta la altura del muslo le daba el toque sensual que ella siempre parecía portar naturalmente. Decidió solo seguir las extrañas indicaciones de su hermana, más que nada para el bienestar mental de Lía, cuando le dijo que se lo dejara puesto Layla simplemente lo hizo y salió de la tienda en su inusual vestido de cumpleaños, riendo ante su reflejo, si estuviese en medio de un prado de margaritas sería una postal genial, pensó.

 

Cuando ambas llegaron al apartamento, Lía parecía aliviada al fin, se precipitó a la puerta y miró hacia Layla.

—Yo abriré —advirtió sin razón alguna y Layla la miró obviando su extraño comportamiento.

Entonces lo hizo, abrió la puerta y le dio una mirada, animándola a entrar primero, Layla rodó los ojos sonriendo y lo hizo.

—¡Sorpresa! —varias voces gritaron al unísono, Jerome directamente frente a Layla abría los brazos en espera de que ella se lanzará contra su pecho conocido y lo hizo, con una risa nerviosa acompañándola desde que sus ojos reconocieron a una figura familiar a un costado de la sala de estar.

—¿Qué hace Daniel aquí? —susurró Layla sin dejar de sonreír sobre el hombro de su amigo.

—Lía lo invitó —respondió él en un tono que dejaba claro que encontraba tan extraño aquello como ella —Invitó a Nicholas también... —su voz baja y cantarina hizo a Layla alejarse, lo miró a los ojos como tratando de descifrar si era cierto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.