Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 36

 

¿Has sentido alguna vez aquella sensación... cuando subes a una montaña rusa y sabes que el recorrido está a punto de terminar... aquella paz y plenitud, aquella tranquilidad de que la resolución está cerca...?

De aquella inexplicable manera se sentía Layla, estaba terminando su recorrido en aquella montaña rusa y aun cuando no sabía si al bajar sonreiría feliz por la experiencia o tendría que correr en busca de un bote en el que vomitar o sostenerse de alguna pared inestablemente mareada, tenía aquella sensación de que algo terminaba...

Frente a Marquina atónito y aun soportando su pesada mirada decepcionada siguió adelante:

—No puedo seguir en el caso, la verdad es que conozco a Daniel Luna desde hace años, no es correcto que represente a su esposa... y a ninguno en realidad, no puedo estar implicada en este caso.

—No tiene sentido esto que dices Alexander... debiste decirlo antes, ocultaste que se conocían y aquello puede significar muchas cosas... no podré defenderte si te acusan de comportamientos desleales... yo... esto podría ser muy malo para tu carrera.

—Lo sé...

—Daniel no comentó nada... —la miró, aun con la esperanza de que aquello fuese mentira.

—Acordamos que estaba demás decirlo, no tendríamos relación cercana sólo éramos... viejos conocidos, sin embargo... ahora no creo que sea conveniente y por eso he decidido decírselo

—Vaya... —Demian pensó en el valor de aquella mujer, mirándola erguida y sin una pizca de duda en su voz —¿De qué se conocían? —soltó sin pensar, su lado investigador haciendo su lugar fuera de su sistema.

El rostro de Marquina contorsionado en duda y el tono tratando de parecer casual casi hizo a Layla soltar una risotada, que gracias al cielo se tragó.

—Creo que no me corresponde contarle, siendo que Daniel es su amigo quizá no crea conveniente que usted lo sepa, aunque no es... nada malo —dijo esto último dudando, pero en un intento de restarle dureza a sus primeras palabras.

—Bueno, sinceramente creo que has hecho un excelente trabajo hasta ahora y aunque esta era una gran oportunidad para ti, has hecho bien en reconocer el conflicto de intereses, espero que se lo hayas comunicado a Marianne antes de hacerlo oficial...

—Lo hice...

—Está bien, yo resolveré el resto, por ahora podrás seguir haciendo las asignaciones normales, te dejare estudiar mis casos y no considero que debas tomar esto como el fin de tus posibilidades, más adelante tendrás oportunidad de ejercer completamente, confío en que serás una gran abogada, así que no te des por vencida —soltó el hombre, su cabello cano lo hacía lucir un poco más viejo de lo que realmente era, Layla asintió, agradecida por sus palabras y ante su mirada indulgente supo que había llegado el momento de salir.

Se encaminó hasta su escritorio, suspirando ante aquella sensación de vacío que perder aquella oportunidad había dejado.

¿Por qué tuvo que ser él? ¿Por qué?

—Y esa cara... ¿estás de luto? —susurró Jemm en un tono despreocupado.

—Así es —dijo ella con seriedad, cuando la mirada burlona de su amigo se convirtió en una preocupada trató de no dejar escapar la sonrisa victoriosa.

—¿Qué? Lo siento... no lo sabía ¿Quién... murió? —Jerome se acercó a ella, llevando consigo la caja de galletas de chispas que una de las clientas llevaba para que algún abogado desocupado pudiese ayudarle a actualizar su testamento, cambiaba todo de acuerdo con la nieta que mejor la tratase aquella semana y aunque era ridículamente egocéntrico, su conversación siempre era divertida y sus galletas deliciosas.

—Murieron mis sueños por llevar un caso este año —soltó ella, con una tristeza embargándola de pronto.

—¿Qué? —él la miró con falso resentimiento y ella ignoró aquello, robando galletas del recipiente y comiendo las de dos a la vez.

—Renuncié al caso

—¿Qué? —está vez sus ojos se abrieron mirándola con una mezcla de incredulidad y reproche.

—¿Sólo eso sabes decir?

—Layla... ¡Pero si era el caso que iniciaría tu carrera en lo familiar! Era el impulso de tu vida...

—Que no Jemm, era mi vida o el caso, no voy a traicionarlo de nuevo, ni a mí misma, nos debo eso...

—No me lo creo

—No podía seguir fingiendo, sabes que nada de eso estaba bien, no estaba bien mentir y decir que Daniel era mi nuevo amigo cuando nunca dejó de ser un viejo amor, yo no quería quererlo, pero creo que en realidad nunca dejé de hacerlo...

—No me lo creo... —repitió el chico, la triste compasión por su amiga había inundado su voz, se acercó a ella, arrastrando su silla giratoria tras él, se sentó a su lado, muy cerquita y después de entregarle todas las galletas que quedaban se sentó erguido, a la altura y distancia perfecta para ofrecerle su hombro.

Layla lo miró, siendo tan comprensivo y dulce, siendo su más grande apoyo, sus ojos se inundaron de lágrimas y comenzaron a rodar por sus mejillas en cuanto su cabeza tocó a su amigo; aquella superficie familiar; su hombro para llorar.

—Creo que el universo cometió un error garrafal al hacerme tan gay... yo no te haría llorar amiga —le dijo él, sosteniendo su rostro húmedo con la mano, acariciando su cabeza, cosa que la hacía sentir como un inútil cachorro, pero extrañamente la reconfortaba también.




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