Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 41

 

Postergaron tanto su regreso que el día en que estaban volviendo era el mismo día en que su cita con Demian Marquina había sido agendada, una emoción irreal corría por sus venas, Jerome se había ofrecido a llevar el equipaje a su apartamento, mientras ella y Lía corrían hasta el despacho para que Layla lograse estar a tiempo.

Sus hombros bronceados y el vestido amarillo le daban toda la finta primaveral, su piel aún tenía olor a mar y aún no sentía la nostalgia por aquel paisaje con el que habían despertado sus ojos las últimas semanas, quizá el día siguiente sentiría la verdadera tristeza, las paredes blancas de su habitación no tenían el hermoso cielo azul ni el sol asomando en un perfecto rojo degradado hasta convertirse en amarillo...

Suspiró, entrando por las puertas de cristal a aquellas paredes que habían sido su martirio hace poco más de un año y luego su mejor y más triste casualidad...

—Espera aquí —le indicó a su hermana, cuyo vestido blanco de playa desentonaba totalmente con los elegantes trajes de todos a su alrededor.

—Está bien, suerte —le dijo la chica, dando un fuerte apretón antes de soltar su mano.

—Gracias...—susurró Layla mirando una última vez hacia la sala de descanso antes de avanzar hasta la sala de juntas 2A, en donde cada abogado de aquel despacho había firmado su contrato.

Si las cosas salían bien, ella sería una de aquellas historias también, quizá en algunos años los nuevos pasantes podrían verla con la añoranza que ella miraba a sus superiores...

—Bienvenida... —soltó Demian en cuanto ella cruzó las puertas.

No le importó su vestido o las sandalias de piel, tampoco el bolso de playa en su hombro, simplemente la miró con seriedad antes de comenzar a hablar con profesionalismo.

Salió de aquella oficina con un prometedor empleo, una sonrisa brillante y una carpeta de bienvenida en la mano, Lía estaba en la entrada de la sala de descanso, mirando hacia todos lados, cada una de las puertas alrededor de todo el piso, entonces su mirada se encontró con la de su hermana mayor y al sólo mirar su semblante alegre y relajado; sonrió. Lía dio saltitos de alegría en cuanto Layla levantó la carpeta para que ella pudiese verla mientras se acercaba.

Entonces la mirada esmeralda de Lía cambió de dirección, justo a espaldas de Layla, cuya reacción lógica fue mirar hacia donde su hermana lo hacía, en su intento de averiguar qué había causado el semblante preocupado y había borrado su sonrisa.

Al encontrarse con aquello que su hermana estaba viendo, deseó no haber seguido su mirada, pues tras ella, saliendo de una de las salas del despacho una Marianne sonriente del brazo de Daniel Luna la miraron también.

 

Su sonrisa se borró al tiempo que la de Daniel surgía, como quien estuviese recibiendo una buena noticia, ella le dio la espalda, fingiendo no haber visto nada.

Harta de ese tipo de encuentros, cansada de las casualidades y absurdas coincidencias...

No perdió ni un segundo en llegar hasta su hermana, apresurada la tomó de la mano, para hacerla seguirla fuera de aquel piso, de aquel edificio...

—Firmé el contrato, ahora vamos a casa —dijo Layla sonriendo.

—Lay...

—Vamos —el tono de urgencia fue evidente aun cuando sonreía.

Lía la siguió, medio indecisa, ambas caminaron hacia las escaleras que llevaban al primer piso, Layla andaba con pasos firmes y rápidos, soltaba aire con la urgencia de hacer más amplia la distancia entre Daniel con su aparente elección y ella.

—¡Layla! —Cada fibra de su cuerpo la hizo ponerse alerta, pero convencida de que no podría lidiar con aquello, siguió andando, apretando la mano de su hermana para animarla a seguir sin mirar atrás.

—¡Layla! —esta vez la voz estaba tan cerca que era imposible fingir que no lo había escuchado.

Layla se detuvo, la frente en alto y la mirada dura e inexpresiva, se giró a medias, fue imposible no ver a lo lejos a Marianne, cuyo semblante desencajado la hizo sentir aún más indignada.

—¿Necesitas algo? —su orgulloso corazón y las lágrimas que no había podido derramar la hicieron mirarlo con frialdad. 

—¿Podemos hablar? —se había afeitado, lo cual lo hacía lucir más joven, Layla se había preparado mentalmente para la posibilidad de que algo así pasara, es decir; reencontrarse, sabiendo que ya no había un tal vez, pero internamente no esperaba que pasara, así que estando frente a aquella escena sólo pudo levantar sus muros en un intento por no salir visiblemente lastimada.

No podía negar que estaba sentida, no podía fingir que estaba feliz porque una vez más Daniel le había dado una esperanza y luego no había llamado, ni dado señales de vida y al verle con Marianne sonrientes y felices lo único que estaba claro era que ya había tenido una elección.

—No puedo ahora, lo siento —él miró hacia Lía que parecía ignorarlo por completo, ambas lucían bronceadas y distintas, él asintió, sabía que ella estaba pensando toda clase de cosas en ese instante, sabía que podía reaccionar de esa manera, ella siempre debía parecer fuerte ante todos...




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