Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Epílogo

6 meses más tarde... 

 

Volver a los suburbios en algún punto de su vida se había convertido en más que un viejo recuerdo, era ir a deleitarse con su helado favorito, eran quince canciones de viaje con Lía a su lado y las ventanillas abajo para dejar entrar todo el viento posible, cabello alborotado y voces alegres.

Ahí estaban ambas; en el claro frente al pequeño bosque a espaldas del local de helados, ojos alegres y sonrisa enorme incluida, Layla cerró los ojos y abrió los brazos, sintiendo el viento golpear cada centímetro de su cuerpo.

 

Lía la miró devorando con alegría el helado en una de sus manos, mientras que sostenía uno más en la otra para su acompañante, cuya hora de llegada estaba pasando...

Layla abrió los ojos hacia su joven hermana, sintió un sólido orgullo recorrer sus pensamientos al sólo mirarla; toda una mujer, en aquel overol de mezclilla sobre la camiseta blanca y el cabello bicolor tan distintivo, feliz, decidida, hermosa; su más fiel compañera de vida, no podía medir la nostalgia que sentía al pensar en ella como la niña de ocho años con una sonrisa incompleta y coletas desordenadas, ahora estaba brillante ante su nuevo futuro después de haber decidido estudiar literatura inglesa, veía a su hermanita feliz de imaginarse una vida entera entre libros y personas viejas que le contasen anécdotas con profundos mensajes ocultos.

De pronto el ruido producido por el jaleo y pasos torpes las hizo girarse al mismo tiempo, Layla entrecerró los ojos en dirección al recién llegado, supo entonces la razón de la tardanza. 

—Oh... sostén el helado Layla... voy por mi sobrino... ¡qué hermoso!, ven pequeñín —su voz pasó de ser normal a tonos inusualmente agudos.

Layla inevitablemente soltó una sonora carcajada, burlándose de Lía, de su voz y de su forma de quitarle de los brazos el pequeño cachorro al hombre tras ellas.

El cachorro lamió alegre todo el rostro de Lía, poniendo atención especial en su barbilla y los restos de dulce helado. Era un Akita Japonés; cuyo rostro tierno y el tamaño que podía llegar a tener habían sido la combinación perfecta para llenar los deseos de ambos.

—Quiere probar el helado —soltó Lía.

—Que le hace daño… Lía, no, no... —dijo el recién llegado, riendo, en inútiles intentos de evitar que su cachorro probara la comida humana.

—Oye, Jemm encontró un nuevo lugar de hamburguesas gigantes, iremos después... ¿Pagas por mi malteada de fresa? —soltó la chica, mirando hacia él.

Ante la mención de aquel nombre, Layla pensó en su amigo y lo feliz que estaría cuando supiera de la nueva mascota, ahora él trabajaba en un juzgado familiar, muy cerca del despacho Marquina & Co, en el que Layla comenzaba a ser una reconocida abogada familiar y también entrenaba con todo gusto a los nuevos pasantes.

Layla miró al recién llegado cuyo traje elegante y peinado perfecto parecía descoordinar completamente con el entorno natural, esperó a que estuviese mas cerca, siguiéndole con la mirada.

—Vengo del trabajo —soltó él, en respuesta a la mirada de Layla como si pudiese leer sus pensamientos —Y si... pagaré por la malteada, si prometes regar a Lizzie cada que sea necesario —continuó mirando a Lía esta vez, refiriéndose al ficus tropical que ahora descansaba en el recibidor de su apartamento, que Lía había insistido en llamar como su personaje favorito de 'orgullo y prejuicio'.

Su apartamento era el nuevo hogar temporal para aquella planta que él tanto cuidaba, así que ahora ellas eran responsables de mantenerla con vida, solo que a Layla no se le daba tan bien y a menudo se olvidaba de ella, aun cuando su tamaño era demasiado evidente para pasar desapercibida…

—Trato hecho —soltó Lía, su sonrisa amplia se convertía en risa cada vez que el cachorro intentaba saltar sobre su cono de helado.

Layla le entregó el tercer cono de helado al hombre cerca de ella, cuya mano se posó con suavidad en su hombro luego de rodear su espalda en un gesto íntimo y protector.

—Toma —Lía le tendió un estuche negro, sacándolo hábilmente del bolsillo en el pecho de su overol.

—¿Qué es? —preguntó él alejando el cono de helado que estaba a medio camino de su boca.

—Un obsequio… de bienvenida —soltó la joven, él miró a Layla, su sonrisa coqueta y mirada sugerente lo hicieron reír, aquello de bienvenida sonaba muy prometedor…

—Vaya... —él abrió el estuche, con algo de torpeza, mientras sostenía el helado, miró a ambas con una enorme y efervescente sorpresa.

Algo en su interior se apretó, sonrió agradecido, una sonrisa brillante y hermosa. Tomó entre sus dedos unos lentes de sol, cuyas lentillas en forma de corazón lo hicieron reír casi tanto como el color verde brillante; su nuevo color favorito... El color de sus ojos favoritos en el mundo entero.

Entonces las dos Alexander sacaron sus propias gafas de los bolsillos, Lía entregó las suyas a su hermana mayor, quien las acomodó sobre el rostro de la más joven, cuyas manos estaban llenas y ocupadas entre el cachorro juguetón y el helado.

 

—¿Cómo se va a llamar tu perro? —le preguntó Lía, quien había sido cómplice de él para obtener aquel cachorrito, su hermana no sabía nada, por eso ambos la miraron con sorpresa a continuación.




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