Capítulo 16
Después de aquella escena vergonzosamente incómoda, entré a mi habitación esperando una oportunidad para la venganza, porque sí, yo era una chica que no podía guardarse nada si otra persona la molestaba, por lo cual elaboré un plan perfecto jugando con fuego, debido al hecho de que Sam iba a odiarme luego por eso.
No obstante, la única forma de poder dejar las cosas claras a Amets, haciéndole saber que yo también sabía jugar a lo mismo, si él pretendía hacerme ver como una idiota creyéndose el centro de mi atención, yo le demostraría que estaba totalmente equivocado. Por tanto, salí del cuarto al escuchar la voz de mamá indicando que la cena estaba lista, cuando bajé los escalones y observé el comedor, noté al estúpido ayudando a mi madre con los platos, mientras tenían una conversación la cual parecía disfrutar mi progenitora.
《 Que traidora, ni siquiera en tu madre puedes confiar》
Pensé y Amets giró el rostro denotando una sonrisa burlona, me guiñó un ojo y lo fulminé con la vista de inmediato. Él tenía presente mis puntos débiles y sabía perfectamente como acabar con mi paciencia, no obstante eso acabaría pronto.
—Fleur, cariño —dijo mamá con una amplía sonrisa como si estuviera muy feliz. Puse los ojos en blanco, soltado un suspiro largo y la contemplé, esperando que soltara la sopa. ¿Puedes traer la ensalada que está en la encimera de la cocina? Por favor —pidió amablemente y encogí los hombros arrastrando los pies hasta la cocina, sin embargo, en el camino me topé con Sam, quien ya lucía muy despierto y con mejor aspecto.
—Hola —saludé sonriente y él puso mala cara.
—Hola —contestó como si yo fuera la culpable de que lo hubieran noqueado.
—Oye idiota, te recuerdo que fueron ustedes quienes decidieron resolver lo que sea, que tengan pendiente como unos salvajes, entiendo la parte de ser lobos, pero no por eso vamos a comportarnos como animales —escupí molesta yendo a la cocina con los puños cerrados, porque ya era suficiente con las idioteces de Amets, para agregar en mi lista a Sam.
—Fle, lo siento, es que… —dijo siguiéndome y fue ignorado por mí.
Seguí mi camino para buscar la ensalada y antes de poder pasar decidiendo regresar, él se interpuso.
—Escúchame —pidió y torcí los ojos resoplando—. Por favor perdóname por comportarme como idiota, es que no tengo idea qué rayos me ocurre últimamente —culminó halando la tela de su camiseta a modo de sentirse avergonzado.
Me relajé y aproveché la oportunidad para concretar mi plan y sonreí ampliamente.
—No podría enojarme contigo — pellizqué su mejilla—. Eres tan tierno — continué recordando la imagen de su traserito descubierto.
—¿Tierno? —inquirió confundido y levanté las comisuras de mis labios como una gatita
—Olvídalo, es solo un decir —quise obviar el tema, no obstante él insistió en saber.
—Vamos, Fle, ¿por qué dices eso? —rogó lleno de intriga y sonreí.
—Podría decir que tienes un lindo trasero —confesé finalmente y abrió los ojos tan grandes que pensé iban a salirse de sus cuencas, luego su rostro se tornó de un rojo tomate que me hizo mucha gracia.
—Oh, no, rayos, no Fle, debes estar bromeando —espetó en shock y yo reí nuevamente.
—Redondo como un melocotón —bromee y negó varias veces dejándome ahí parada, lo observé avanzar hasta la puerta de la sala, y mamá preguntó de inmediato.
—¿A dónde vas Sam? La cena ya está lista —recordó, sin embargo, él señaló afuera sin responder nada más. La verdad no pude evitar reírme en silencio hasta casi ahogarme, tuve que sostenerme del marco de la cocina para no caerme por la falta de aire, me reí tanto que me dolió el estómago hasta recobrar la compostura y por fin llevarle la ensalada a mamá.
—Ten —dije sacándome las lágrimas, ella me miró extraño levantando una ceja para cuestionar.
—¿Y a ti qué te pasó? —expresó poniendo el cuenco en medio de la mesa, yo moví la cabeza de forma negativa contestando sin preocupación.
—Oh, nada, es solo que Sam me contó un chiste y me pareció gracioso —mentí, pude ver como Amets se rió en silencio soltando un pequeño soplido por su boca y mi madre lo contempló confundida.
—Ustedes los chicos de ahora son tan raros —puntualizó para ir de nuevo a la cocina, ordenando que termináramos de poner la mesa, debido a qué papá estaba a punto de llegar.
Me quedé en silencio colocando tenedores al lado de cada plato, y podía sentir su pesada mirada justo en la nuca.
—Sé que estás viéndome —expresé por lo bajo
—No podría dejar de hacerlo Fleur, eres hermosa —confesó haciéndome tragar grueso. Lo confronté apuntando con un tenedor a su rostro.
—Te lo advierto, déjate de juegos —amenacé y sonrió acercándose un poco.
—¿Por qué siempre estás a la defensiva conmigo? Solo digo la verdad, eres completamente hermosa, tienes unos ojos azules cautivadores —murmuró sin dejar de verme—. Además, tu cabello negro parece una cascada a media noche cayendo hasta tu cintura —prosiguió poniéndome más nerviosa aún.
—Amets, basta —pedí en un hilo de voz, sin embargo, ignoró por completo mi petición, acercándose hasta impedirme poder escapar de su presencia.
—Tu piel blanca como la nieve, y suave como la porcelana —murmuró pasando sus dedos por mi brazo, provocando así que la piel se erizara por completo—. Estos labios rojos como una cereza —concluyó rozando sus dedos, cortando mi respiración, pero en ese instante la puerta de la sala rechinó y se separó inmediatamente. Mi corazón saltaba en el pecho, la fuerza de mis piernas me abandonó. Ambas parecían gelatina, solo cuando logré escuchar la voz de papá por segunda vez reaccioné sacudiendo la cabeza.
—¿Te ocurre algo Fleur? —interrogó y lo vi con los ojos muy abiertos para, después de procesar todo aquello, poder negar con la cabeza y salir disparada al baño.
Cerré la puerta hiperventilando por lo bajo, no deseaba la bochornosa situación de que papá preguntara si me ocurría algo nuevamente, eso generaría sospechas y en definitiva era algo que no quería. ¿Cómo podía ser todo eso?, Amets iba a volverme loca, y sin darme cuenta me encontraba pensando en ese beso, por más sacudidas que le diera a mi cabeza, no se salía.