Un otoño con mi lobo

No todo está perdido.

Capítulo 18


—Hola, Fleur, es un gusto conocerte, al fin —manifestó el idiota. Analicé su rostro y uno de sus ojos al parecer le faltaba, porque era de un color distinto al otro. Sonreí pensando que eso únicamente lo pudo haber hecho mi padre.

—Hola, Jonathan, quisiera decir lo mismo, pero la verdad es que no, no es un placer conocerte —repliqué en un tono tajante, que indicaba cierto peligro si se acercaba. Amplió las comisuras de sus labios formando una mueca felina llena de perversión, y entonces recordé las palabras de mamá, cuando hace tiempo atrás habló sobre ese rostro macabro que caracterizaba a Diamond y su hijo adoptivo Jonathan.

—Eres la viva imagen de Moon, todavía recuerdo la primera vez que la vi, ella coqueteó conmigo para conseguir algo que necesitaba, y déjame decirte que ese momento quedó grabado aquí en mi cabeza —indicó señalando sus cien con el dedo índice—. Sabes, lo más llamativo de ella son sus ojos y tú los tienes iguales, realmente me sorprende el parecido que tienes a tu madre, belleza irreal y seductora —declaró avanzando, me tense dispuesta a atacar si decidía tocarme. No obstante, se detuvo quedando a escasos centímetros de mí.

—¿Miedo? — reté y soltó una risita burlona.

—Hasta en eso te pareces, estás encadenada cariño, y te aseguro que no podrías romperlas ni siquiera en tu forma lobuna, son resistentes —explicó en un tono tranquilo, como si no le preocupara en lo absoluto la idea de que yo pudiera escapar.

—¿Qué rayos quieres de mí? —espeté sin paciencia y permaneció en silencio viendo a Sabrina.

—¿Eres?… —preguntó al aire lleno de asombro—. ¡No, este debe ser mi día de suerte! —exclamó extasiado.

Yo no entendí a lo que se refería, hasta que él mismo lo confesó.

—¿Realmente no conoces a tu gente, verdad? Esta señorita que tienes aquí, es nada más y nada menos que la hija del Alpha del oeste, son extremadamente peligrosos y bastante unidos cuando de guerra se trata —puntualizó sin quitar la vista de Sabrina, quedé impactada con esa noticia y realmente pasé por alto, algo tan relevante como eso. Entonces, supe que yo no podría ser Alpha jamás, mi mente se tornaba débil y por mi culpa personas importantes murieron.

Solo por ser estúpida y confiada, nunca debí abrirle mi corazón a Amets, él fue mi error más grande.

—Bueno, yo iré a planificar un trato con el Alpha, ustedes pueden ponerse al día —nos ordenó haciendo un gesto con su mano, salió del lugar cerrando la puerta, dejándonos en oscuridad nuevamente.

Hubo silencio por segundos, pero necesitaba saber sin tener que verme obligada a leer la mente de Sabrina.

—¿De verdad eres la hija del Alpha del oeste? —empecé

—Sí —contestó con desánimo, lo que me llevó a analizar bien todo aquello.

—Espera, ¿eso quiere decir que Jess tiene un hermano Alpha? —declaré perpleja

—Sí, mi padre es el Alpha y Jess su hermana, pero como nuestras costumbres son diferentes a las suyas, ninguna mujer puede ser Alpha, lo que llevaría al siguiente hijo varón; sin embargo, mi padre no tiene hijos, lo cual llevaría al familiar más cercano, o sea un sobrino —expresó dejándome con un agujero en el pecho, eso no podía ser posible.  

《Sam》

Pensé doliéndome ese nombre hasta la médula. Yo le quité a Sam, la oportunidad de ser un líder, yo acabé con eso.

—No, eso no puede ser —lloré con amargura.

—Lo siento, Fle, pero no debes sentir que esto es culpa tuya, nunca hubieras sabido que Amets era un traidor —intentó consolarme, empero nada podría hacerlo. Mi mente estaba clara en algo, yo fui la culpable de todo ese embrollo, ser tan ingenua me llevó a equivocarme y podía ser posible que eso terminaría en destruir a la manada.

***

Mis ojos se cerraron y las horribles imágenes de una nueva perdida se apoderaban con fuerza, traté en no pensar para que no doliera tanto, y fue completamente inútil. Todo se derrumbó, la oscuridad me cubrió llevándome al abismo de locura, entonces flashes consecutivos aparecían, Sam sonriéndome mientras caminábamos en la escuela, luego Sam otra vez en el auto saludándome y poco a poco rompía más esa línea fina de agonía dominando cada acción de mi cuerpo.

—Todo esto es culpa mía, yo fui quien lo provocó —susurré. Gotas caían recorriendo mis mejillas chocando con el suelo frío y húmedo, apreté los puños recordando cada una de esas imágenes, sentí como la fuerza aumentaba y la sangre en mis venas fluía con rapidez.

Las paredes del calabozo se agrietaron y las cadenas crujieron a punto de romperse, en ese instante la puerta se abrió una vez más y cuando levanté mi rostro, contemplé a Amets, bajó las escaleras corriendo hacia mí, se arrodilló poniéndose a mi altura y posó sus ojos en los míos.

—Fleur, no tengo tiempo para explicar ahora, pero debemos salir de aquí —murmuró apresurado, liberó una de mis muñecas y no lo pensé dos veces para sujetar su cuello con todas las fuerzas que tenía

—Sí, no tenemos tiempo, por eso acabaré contigo justo ahora —gruñí. Ninguno de sus trucos funcionaron en mí, ni siquiera cuando traspasó cada uno de los pensamientos atesorados en lo más profundo de mi cabeza.

—F-le... P-po-r f-fa-vor —rogó ahogándose entre mis dedos que apretaban más cada segundo.

—Mataron a Sam, todo esto es tu culpa —bramé destrozada sobrepasando el cólera, unas garras finas empezaron a salir de entre mis dedos asomando mi forma lobuna, no obstante, antes de hundirlas más en su cuello escuché esa voz…

—Fle, detente —suplicó, me detuve en el acto buscando de donde provenía aquel sonido, hasta encontrarlo. De pie, frente a la puerta y agitado se hallaba un Sam más vivo que nunca, solté a Amets dejándolo caer al suelo, empezó a toser excesivamente y el chico que yo no dejaba de ver, corrió a donde yo estaba.

Me abrazó con fuerza y yo lo apreté a mi cuerpo.

—C- creí que estabas —no terminé la frase y lloré en su hombro—. Temí perderte Sam, temí no volver a verte nunca —confesé liberando ese dolor acumulado en lo más profundo y oculto de mi alma.




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