Un otoño con mi lobo

Almas unidas

Capítulo 20

 

 

Contemplé sus ojos azules como el cielo mismo, esos en los cuales me perdía y no podía dejar de mirar, sentía esa llama quedándome el pecho en una agonía incesante, al punto de torturarme. Y es que cometí muchos errores, me equivoqué un sin fin de veces, sabía bien que Fleur saldría lastimada y por esa razón retrocedí sin mirar atrás las consecuencias, pero ella seguía sintiéndose traicionada, no supe como actuar, quise hacerle creer que no me importaba cuando por dentro anhelaba hacerle ver que daría mi propia vida por ella si fuera necesario.

No comprendí lo que me ocurría hasta que su propio padre me lo explicó, yo me imprime en Fleur, por eso desarrollé ese deseo tan profundo y el cual crecía poco a poco controlando cada uno de mis movimientos, aquella limerencia ocasionada por la imprimación me condujo atrayéndome como un imán hacia su suave esencia perfecta.

Sin notarlo, ya esa chica había vuelto parte de mí, derrocando toda barrera metal que pudiera forjar para evitar lo inevitable, fue tarde e imposible de impedir, cuando confesé a Sam, que no retrocedería solo creí era parte de un juego que en algún tiempo terminaría,  pensaba que se trataba de simple atracción luego me di cuenta de que no era así. Cuando a un hombre le atrae una mujer físicamente, es como una suave corriente y los pensamientos giran en torno a un deseo puramente sexual.

Sin embargo, la imprimación es algo totalmente diferente, no se siente como atracción, es algo tan inefable que difícilmente puede explicarse. Las acciones corporales giran en torno a esa persona, los pensamientos y todo en lo absoluto va en torno a ese ser existente que pasa a formar parte, de la razón por la cual, el sujeto imprimado vive y respira.

Pensé estar volviéndome loco, creí que pasaría pronto y con el pasar de los días y semanas supe que no, cada vez que la miraba a lo lejos algo dentro de mí gritaba y ardía. No toleraba la idea de estar lejos, tampoco ser ignorado por su presencia, necesitaba urgentemente que sus ojos me vieran, por eso en la mañana decidí que acabaría de una vez por todas, si ella estaba dispuesta a matarme, yo lo aceptaría feliz porque un día más sin tenerla, era como estar en un abismo profundo e inhóspito que de a poco me sumergía en la locura.


—Mátame, clava el cuchillo en mi corazón, traspásalo hasta que la luz se vaya de mis ojos, prefiero estar muerto, Fleur —confesé lleno de desesperación y agonía.

Ella tembló, su rostro se quedó inexpresivo, parecía estar pensando su siguiente movimiento y para mi mala suerte, Samika le enseñó bien a crear esa barrera porque su mente era inquebrantable. Levantó la mano deslizándola desde mi pecho hasta el cuello, dejó sus dedos dibujando la línea de esa cicatriz que ella misma me había hecho.

Me vio a los ojos con los suyos brillando, estaban cristalizados por las lágrimas, y en un movimiento sutil llevó la palma de la mano hasta mi mejilla, cerré los ojos disfrutando ese contacto mientras una expresión de anhelo se formaba en mi rostro.

—Amets, cómo podría asesinarte, realmente aunque quisiera con todas mis fuerzas hacerlo, no tendría la valentía para clavar un cuchillo en tu corazón, supe desde un inicio que algo me sucedía contigo, pero no quise aceptarlo, temí equivocarme y terminar lastimada y cuando pensé que nos habías traicionado algo dentro de mí se rompió, sin embargo, aquí estamos —puntualizó en un tono ligero y arrullador.

Esperé a escuchar nuevamente su voz, pero no hubo más palabras, antes de poder abrir los ojos, Fleur llevó su mano hasta la parte trasera de mi cabeza empujando y cedí, sus labios se conectaron con los míos y en una sinfonía meliflua saboreé deleitándome en sus besos, esos que destilaban un gusto exquisito y seductor, en los cuales pasaría mi eternidad totalmente perdido.

—Te amo Flor primaveral —murmuré entre sus labios

—Te amo invierno de mi existencia —contestó volviendo a buscar la continuidad del beso.

***


—Ok, solo una vez más —animó Fleur a sus alumnos. Sí, ella había pasado de ser alumna, a maestra y tenía un grupo enorme que estaba complacido de pertenecer a sus clases, yo admiraba desde lejos aquellos movimientos agraciados que empleaba y no podía creer que hubiera llegado al punto de superar mi velocidad. El chico que estaba frente a ella sudaba y jadeaba intentando tocar siquiera un cabello, pero le fue totalmente imposible.

—Me rindo, no puedo —manifestó finalmente y todos empezaron a reírse burlándose del pobre muchacho. Fleur negó haciendo un gesto con su mano para mandar a callar a todo el grupo.

—No, ese es el punto Jenn, no puedes darte por vencido a la primera, debes intentarlo hasta que lo logres —miró a toda la clase para proseguir—. Todos tendrán como tarea aprender la nueva habilidad que les acabo de enseñar, no quiero excusas, ¿quedó claro? —replicó y todos contestaron al unísono.

—Sí, Fleur.

—Perfecto, pueden irse —declaró y el grupo salió a toda prisa, yo avancé entre los mocosos para reencontrarme con ella, pero antes de poder llegar, alguien me ganó.

Lo contemplé quedando estupefacto, no podía creer que mis ojos estuvieran viéndolo de nuevo, habían pasado meses desde la última vez que supimos algo de Sam, y en ese instante llegó luciendo totalmente distinto.

《¿Creció?》

Me cuestioné a mí mismo. Admiré al sujeto y sin duda había crecido en fuerza y tamaño, rondando los 2 metros.

—¡Sam! —vocifero Fleur, ella saltó a sus brazos prendiéndose de su cuello, beso sus mejillas muchas veces, despertando esa sensación de celos dentro de mí, por lo tanto, caminé un poco más rápido para unirme a la reunión, o mejor dicho cuidar a mi chica. ¡Estás tan cambiado, amo este nuevo tú! —halago echando un vistazo, sostuvo sus brazos y tocó con el dedo un tatuaje en el antebrazo. ¡Oh, por todos los cielos, no puede ser! —exclamó al borde de la euforia.

Me acerqué más y miré al interpelado dándole un asentimiento de cabeza en forma de saludo.




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