Un otoño con mi lobo

Nuevo enemigo

Capítulo 21

 

—Entonces… —inició dándole un poco de suspenso a sus palabras.

—¿Entonces, qué? —contesté levantando una ceja. Él sonrió y tocó la punta de mi nariz con su dedo.

—No dejas de ser curiosa, ¿Eh? —bromeó y me crucé de brazos haciendo un gesto gruñón.

—Vamos Sam, no seas así, dime a que te refieres con ese largo silencio —insistí saber, porque sí, él dio en el clavo  yo moría de curiosidad y eso solía meterme en problemas.

Avanzó marcando la diferencia entre nuestros tamaños y tuve que alzar la cabeza para poder mirarlo a los ojos, él cerró los suyos a medias astas y luego los abrió curvando una sonrisa.

—Me alegra que seas feliz, a pesar de que sea con ese idiota —comentó y puse mala cara, golpeé su pecho en un acto de juego como amigos.

—No le llames idiota, a veces se comporta como uno, pero es la persona más sensible que haya conocido —relate trayendo a memoria algunos momentos ocurridos los últimos meses, como ese día en el bosque cuando me tomó por sorpresa mostrándome su don especial.

Hay una razón por la cual Amets es tan fuerte, y también al igual que su hermana Samika, sus dones tienen relación con la naturaleza. Ella mantiene conexión con la primavera, controlando con su poder todo a su alrededor, pero él es diferente en cierto modo.

Recordé aquellos copos de nieve hermosos caer sobre los hombros y sonreí, Sam me vio un poco raro, pero solo ignoré su expresión agregando de forma exigente.

—Me debes la explicación de este tatuaje —cuestioné y encogió los hombros.

—No hay mucho que explicar. El Alpha nos dijo que cada uno de nuestros tatuajes tiene un significado, y el mío se trata de ti, tú eres un gran significado para mi vida —manifestó en un tono suave, pero que me daba la impresión de tornar la situación un poco incómoda.

—Sam, por favor… —pedí, él sonrió de medio lado soltando un ligero suspiro.

—Tranquila, no voy a ser el causante de que pelees con el celoso de Amets, pero sabes lo difícil que es para mí tenerte cerca —mencionó recordando aquella despedida tan dura para mí. Bajé la cabeza en un gesto de tristeza, y él usó su dedo índice llevándolo a mi barbilla para subirme el rostro, contemplé sus ojos grises, los cuales tenían un brillo que indicaba ese amor tan profundo con el cual luchaba diariamente.

Sam y yo no podríamos tener nada, por el simple hecho de que mi corazón pertenecía a Amets, sin embargo, tenía una sensación de alguna manera poder hacer feliz a mi amigo de la infancia, ese que siempre estuvo a mi lado y nunca me abandonó.

Ambos íbamos en sentidos contrarios, él por su lado profesaba un gran amor por mí. Y yo únicamente tenía ojos para Amets, ese amor tan poderoso me mantenía con los pies sobre la tierra y al mismo tiempo hacía que olvidara la gravedad que me sostenía firme a la esfera terrestre.

De pronto pude captar un extraño olor, sin duda no se trataba de un lobo, tampoco de los hermanos de Amets, ya sabía como detectarlos porque Samika me enseñó, fue difícil convencerla, pero le prometí ver juntas la saga completa de los juegos del hambre, y solamente así cedió a mi petición de aprender esa habilidad tan poderosa y a la vez peligrosa si era mal usada.

—¿Qué es eso? —inquirí y Sam también lo percibió. Su rostro estaba arrugado en una mueca de alerta, caminó buscando aquel aroma diferente y extraño, yo no me iba a quedar de brazos cruzados en ese lugar y por supuesto que lo seguí, avanzamos hasta el extremo del lago y luego se detuvo. Yo visualicé a una persona del otro lado de la orilla, parecía estar arrodillada, pero eso no fue lo más raro de todo.
Aquella mujer de cabello sumamente largo, tapaba algo con su melena espesa.

Grité para preguntar si se encontraba bien y cuando alzó el rostro quedé paralizada.

Su cara llena de sangre, y una persona inerte en el suelo, no entendí la escena y casi pensé que se trataba de una broma, sin embargo, dicha mujer se puso de pie y mostró unos colmillos filosos a manera de amenaza, Sam me miró y luego a ella otra vez, al parecer también estaba igual de sorprendido.

—¿Quién rayos es, y por qué están haciendo eso? —cuestioné, pero no obtuve respuesta. Él solo corrió buscando de la manera menos indicada, saber lo ocurrido. ¡Rayos! —exclamé viendo a un Sam dar un salto para caer del otro lado.

La mujer parecía ser salvaje, tenía apariencia humana, pero había algo en ella que no coincidía con las características que poseía un ser humano.

Corrí siguiéndolo y salté cayendo a unos cuantos centímetros de él, quien permanecía quieto observando a la extraña.

—¿Quién eres, por qué asesinaste a este hombre? —interrogó Sam, ella hundió el ceño viendo hacia arriba en un gesto de amenaza—. ¿Por qué tu rostro está lleno de sangre, qué le hiciste? —continuó y ella mostró sus colmillos en un gesto de advertencia, para que no se le acercara.

—Lobos —murmuró, y su voz poseía una dulzura irreal, parecía el canto de una sirena atrayendo a sus víctimas hasta el peligro, para luego acabar con ellos.

—Solo voy a preguntar esto una vez más, ¿Quién rayos eres? —insistió él, pero las intenciones de esa mujer no podían ser más claras, no iba a decir absolutamente nada, por lo cual Sam perdió la paciencia y avanzó hasta quedar a pocos centímetros de ella.

Sin respuesta una vez más.

Entonces, estiró una mano para alcanzarla, no obstante la mujer se movió tan rápido que era casi imperceptible, golpeó el pecho de Sam, él cayó a unos cuantos metros dejándome perpleja, empero, volví a verla concentrando toda mi atención, ahora solo éramos nosotras y yo no tendría la decencia de preguntar su nombre.

Aceleré el paso, recordando las técnicas que aprendí de Samika, nunca perder el control para no estar indefensa ante el enemigo, sin duda esa mujer era peligrosa y lo pude comprobar al ver como atacó a Sam. Sus manos fueron tan hábiles, que no tuve oportunidad de llegar a ella, me hizo dar un giro poniéndome de espalda y golpeó para enviarme hacia donde estaba Sam.




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