Un otoño con mi lobo

Ella

Capítulo 24


—¿Es en serio? —interpelé con una ceja arriba—. Cómo es que eres tan diferente a tus hermanos, digo ellos son... —hice una pausa viendo a los dos sujetos caminando detrás de nosotros.

—Especiales —completó Samika y asentí con una sonrisa.

—Creo que es la palabra más acertada —manifesté de acuerdo. Y es que la razón de mi sorpresa se debía al carácter pasivo de esa chica, ella se tomaba todo con calma y nada le afectaba, era como un escudo fortalecido contra las energías negativas, siempre estaba mostrando una sonrisa y por un instante sentí que nos parecíamos mucho.

De hecho nuestros nombres eran bastante parecidos, ambos iniciaban por la letra S y A hasta se me hizo raro porque eliminando las últimas tres letras quedaba mi nombre exactamente.

《 Rayos, esto es raro 》

Reflexioné.

—También me parece raro —dijo en un tono natural y amable, la miré sorprendido y entonces entendí a Fleur por un instante, esos raros podían leer la mente aunque hicieras un escudo, no obstante fue incómodo porque pensé que mis entrenamientos con la manada del Oeste habían funcionado. No te sientas triste, parte de mi don es poder tener la capacidad de leer otras mentes y crear una barrera para proteger los pensamientos de quien yo decida hacerlo, por ejemplo en este momento cuido que mis hermanos no vayan a husmear en tu cabeza —explicó y eché un vistazo rápido atrás, notando que efectivamente parecían ansiosos por esculcar mi cerebro.

—Son unos chismosos —hablé alto para que me escucharan

 

Llegamos a un punto del bosque después donde debíamos descansar, luego de recorrer kilómetros a toda velocidad, decidimos caminar un poco y al caer la noche acampamos cerca de una cueva y un lago pequeño. Jemuel hizo una fogata porque tenía habilidades con el fuego, lo cual me pareció increíblemente asombroso ver la manera como manejaba las llamas con sus manos, para crear la fogata. Por otra parte, Samika hizo varias tiendas donde pudiéramos acampar al menos dos o tres horas y luego seguir el viaje.

—Samika hizo las tiendas y Jemuel el fuego, ¿Tú que haces? —cuestioné dándole una mordida a la barra de proteína que había sacado de mi mochila.

—Hacerle saber a los idiotas que se metan en sus asuntos —espetó y se puso de pie dejando el círculo donde estaba el fuego que nos mantenía en calor de la fría noche, porque a pesar de tener cuerpos sumamente cálidos, el invierno estaba a punto de llegar y los destellos de aquel otoño se iban marchando de a poco.

Samika me vio sonriendo y su hermano Jemuel se levantó también.

—Bueno, yo voy a pegar el ojo un rato —dijo estirando su cuerpo para meterse en la tienda de campaña natural. Lo observé adentrarse en aquella mini casita y luego volví a poner mi atención en Samika.

—Supongo que solo quedamos tú y yo —comenté con suavidad, ella alzó la vista y en sus ojos negros pude contemplar la noche misma, la belleza de esa mirada fue algo tan difícil de entender para mí, ladee la cabeza debido a que no podía creer que yo estuviera admirando a Samika, ella sin duda era hermosa, aunque se parecía un poco a Amets, su pelo blanco largo hasta la cintura y el rostro pálido como una porcelana, le daban un toque muy parecido al invierno, pero uno agradable el cual disfrutabas al admirarlo.

—¿Alguna vez te has imprimado en alguien? —interpeló y abrí los ojos muy grandes, trague saliva enderezándome mientras carraspeaba la garganta.

—Bueno, yo, he pues… —no pude ser capaz de responder a eso, porque aunque toda mi vida me sentí atraído por Fleur, a veces pensaba que no podía ser imprimación. Durante el tiempo que estuve con los lobos del Oeste, pude investigar sobre ese tema, llegando a la conclusión de que un lobo, cuando elige su pareja, es para toda la vida. Es algo que ocurre sin siquiera buscarlo, únicamente pasa y es algo inevitable e inquebrantable.

—Siento curiosidad por entender lo que siente Amets por Fleur, yo nunca he experimentado eso, pero dicen que es algo casi inexplicable —murmuró. Sus ojos estaban fijos en la luna y el tono de su voz parecía anhelar esa respuesta.

—Le preguntas al chico equivocado, no tengo idea de como funciona, y la verdad tampoco me ha sucedido, una vez creí estar enamorado de una chica, pero… —no pude terminar la frase porque ella interrumpió.

—Tuve una pareja, pasé tiempo con él, era miembro de la manada de Jonathan, pensé quererlo y de hecho quise forzar la imprimación, pero no sucedió, incluso cuando lo vi morir frente a mis ojos no sentí absolutamente nada —relató sin dejar de ver el cielo.

《 Carajo 》

—Cómo pasó —sentí curiosidad, ella por fin bajo la mirada levantando las comisuras de sus labios en una sonrisa triste.

—Me traicionó y lo asesiné —confesó finalmente.

— Rayos, debió ser algo difícil

—Lo fue, yo confiaba en él y luego supe que las torturas de mis hermanos él estaba detrás, solamente me usaba para explotar mis poderes y luego hacía que Jonathan les hiciera daño con la intención de que ese sufrimiento me hiciera más fuerte, ¿enfermo no? —contó en un hilo de voz, parecía que recordar eso la lastimaba, y algo dentro de mí , se estremeció causando una conmoción de sentimientos los cuales no supe como reconocer.

《 ¿Empatía? ¿Dolor? ¿Qué era todo aquello? 》

—Lo siento, debo estar aburriéndote con mis cuentos trágicos —se disculpó y negué.

—No, por supuesto que no, me parece interesante saber de ti —respondí—. Bueno, digo por eso de que somos compañeros de viaje —arreglé, porque hablar de esa manera se podía malinterpretar, en cierto sentido.

Sus bonitos ojos negros brillaron y noté que limpió unas lágrimas, me puse de pie avanzando hacia ella y me senté a su lado, fue extraño estar tan cerca, pero a la vez agradable. Puse la mano en su hombro para poder darle ánimo.

—Las cosas que nos pasan pueden ser en ocasiones lo bastante tristes como para deprimirse, pero ¿sabes algo? Ese es el punto, todo lo vivimos nos ayuda a aprender, también hace de nosotros personas fuertes, capaces de soportar cualquier cosa, solo debes verle el lado positivo a todo y el pasado, quedó atrás —intenté animarla, ella cambió la expresión de su rostro por una sonrisa llevando su mano sobre la mía, que reposaba en la rodilla derecha.




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