Capítulo. 26
—¡No, papá, no te atrevas! —le exigí y sonrió como despidiéndose.
—Te amo Fleur, siempre lo he hecho —murmuró y me golpeó dirigiéndome justo al exterior de la cueva, caí en el suelo aturdida, miré hacia donde él se hallaba y extendí mi mano rogando que no lo hiciera, soltó la roca y todo se desplomó.
—¡Noooooooo! —desgarre mi garganta estremeciendo cada fibra de mi ser, algo se rompió dentro de mí, algo que no podría volverse a reponer, todo eso había sido culpa mía, de no ser por mí, papá no hubiera venido y estaría a salvo en casa. Sentí como mi pecho se cerraba en un dolor punzante el cual quemaba constantemente, doblé mis rodillas y empuñe las manos apretando la tierra, lloré gritando mientras las lágrimas caían en el suelo rocoso.
No podía volver sin papá a Telluride, si eso sucedía mi madre quedaría devastada, ella no podría vivir sin él, era su más grande amor y el mío.
—Papá —sollocé con gran asolación.
《 Papi te quiero 》
Un recuerdo surgió, cuando solamente era una niña pequeña. Llevé la mano a mi pecho apretando con fuerza, él no podía morir, yo no iba a dejar que eso sucediera. Me puse de pie temblando y avancé hasta la roca enorme, toqué una vez recostando el rostro mientras derramaba lágrimas interminables.
—No puedes irte, la manda te necesita como Alpha, yo te necesito —supliqué. Samika entró a la cueva y avanzó poniendo su mano en mi hombro.
—Todo estará bien —murmuró y negué.
—Ya no está, no lo siento, mi padre… —no fui capaz de terminar la frase, en lugar de eso sentí ira y culpa. Golpeé con mi puño cerrado aquel pedazo de roca gigantesco y este se agrietó en medio.
—Fleur, confía, solo retrocede —pidió en un tono suave como si supiera lo que ocurriría. Le obedecí, aunque no comprendía eso que estaba a punto de hacer, ella tocó el suelo de la cueva y cerró los ojos, susurró algo ininteligible y luego se volvió a enderezar.
Echó un vistazo de lado hacia donde me encontraba, y me ordenó retroceder un poco más. Eso hice, pero nunca salí de ahí, no estaba dispuesta a dejar solo a papá, ella levantó ambos brazos y la roca empezó a levantarse, quedé boquiabierta, ninguno de nosotros tendría la capacidad de levantarla…
A medida que se iba alzando, podía ver un poco más, yo observé atenta y ella gritó.
—¡Sácalo ahora! —exclamó y corrí tratando de encontrarlo, lo vi tendido en el suelo cubierto de tierra y escombros, halé con fuerza poniendo su cuerpo sobre mi hombro, cuando estuvimos a escasos centímetros de haber salido ella soltó el peso y cayó de rodillas, entonces el lugar se volvió a conmocionar y Jemuel entró para ayudar a su hermana que había quedado muy débil, yo llevé a papá que estaba malherido, no respondía y ni siquiera sentía su pulso, temía que no pasara la noche y pudiera morir.
Lo puse en mis brazos, contemplando su rostro aporreado lleno de polvo, volví a derramar lágrimas rogando que me perdonara.
—Lo siento papá, todo esto es mi culpa —susurré en un hilo débil de voz.
—Esto es un desastre, tenemos dos lobos noqueados, uno casi muerto y un vampiro inconsciente también, ¡Maravilloso! —agregó con sarcasmo Jemuel analizando toda la situación. No dejé de mirar a papá ni por un instante, sin embargo, él tenía razón si no hacíamos algo íbamos a morir todos en ese lugar. ¿Fleur, acaso era tan difícil quedarte en casa? —cuestionó haciendo que dirigiera mi atención a él.
—Ya me siento lo suficientemente culpable Jemuel, no necesito un regaño de algo que es obvio —expresé y puso los ojos en blanco, sin embargo, se quedó en silencio por varios segundos.
—Lamento haberte molestado con eso, es que estoy un poco alterado, no quiero morir y tampoco ver morir a mis hermanos, el único que nos podría ayudar sería Jeus y está a kilómetros de distancia, para cuando llegue seremos paletas de tuti fruti —manifestó desanimado. Bajé el rostro aferrándome a papá y sentí que todo estaba de mal en peor, un error mío nos costaría la vida a todos.
—No, no pienso quedarme a morir, no sé tu Jemuel —declaré y me puse de pie—. Yo puedo llevar a Samika y Amets, si tú prometes llevar a papá y el vampiro.
—Dejemos al vampiro, que muera aquí —expuso y negué.
—No, debemos llevarlo porque lo necesitamos y por él estamos aquí, ¿vas a hacerlo, o quedarte a morir? —cuestioné y se lo pensó unos segundos. Terminó aceptando y pusimos manos a la obra, yo cargué el peso de dos y Jemuel igual. Corrimos montañas abajo con la esperanza de poder regresar vivos todos.
***
—Papá, yo… —no pude terminar de hablar, las palabras se trababan en mi garganta impidiendo que salieran, verlo en esa cama prácticamente en coma me destrozaba, tenía todos los huesos de su cuerpo rotos, ni siquiera la sanación de lobo podría ayudarlo con eso además, de que algunos órganos sufrieron contusiones y los doctores no le daban mucho tiempo, quizás al día siguiente ya nos dejaría. Sostuve su mano recordando como pudimos salir de esa montaña, aquel largo viaje se tornó en uno casi imposible, llevábamos la carga de cuatro cuerpos sin conciencia, y prácticamente teníamos que regresar el mismo día.
Mamá no podía verme al rostro, ella estaba decepcionada de mí, en el fondo sabía que me culpaba por lo de papá, y tenía razón, fui tan inmadura que no pude obedecer una simple orden, y eso nos conllevó a serias consecuencias.
Volví a enderezarme y salí de la habitación, mi madre entró y ni siquiera volteó a verme, sentí ese frío causado por su rechazo creando surcos de dolor que se extendían alrededor de todo mi cuerpo, no podía tolerar la idea de haber destruido todo lo que amaba. Limpié más lágrimas de mis ojos antes de llegar al pasillo del hospital y encontré en el camino a Sam, se notaba mejor aunque le quedó una cicatriz en el ojo, la cual iba de la ceja hasta la parte baja.
—Fle, cómo te sientes —quiso saber y encogí los hombros.
—Supongo que bien, mi padre está en coma, la manada me odia, casi hago que los maten a todos, pero estoy bien —dije en un tono sarcástico, él negó tratando de decir algo que me hiciera sentir mejor.