Un otoño con mi lobo

La magestuosa loba

Capítulo 29


—Fleur, qué haces, retrocede —ordenó Kitsune, pero mi cuerpo accionaba por sí solo—. ¡Fleur, detente ahora mismo! —repitió en un tono autoritario, y mis pies seguían yendo hacia Tayro.

《 Rayos, no, qué me pasa, detente Fleur, detente 》

Ordené a mi cuerpo, el cual no obedeció.

—La están controlando —intervino Samika—. Amets detenla —alertó y él avanzó rápido para intentar sujetarme por los hombros, pero de manera inconsciente giré y solté un puñetazo haciéndolo arrastrarse por la arena. Samika vino hacia mí, y esquivó cada golpe que lancé, creó un estilo de barrera sacando de la tierra raíces de árboles y me encerró en un domo.

《 ¡Basta, ya sal de mi cabeza! 》

Exigí llevando mis manos para cubrirme el rostro y presioné cayendo de rodillas en la tierra.

—¡Déjame en paz! —grité estirando loa brazos para destruir por completo aquel domo de raíces. Samika cayó al suelo por causa del impacto. Aunque estaba consiente de todo, era como ser incapaz de poder controlar mis propias extremidades, observé a Tayro y sonrió.

—Pobre niña, tienes potencial, pero déjame enseñarte lo que verdaderamente puedo hacer —manifestó y presionó aún más mi cerebro llevándome a un lugar oscuro, me encerré en las pesadillas causadas por mis traumas pasados y grité en medio de la lejanía solitaria en la que me había llevado.

Era como estar en una pesadilla, pero muy real. Ems apareció frente a mí estirando su mano para rogarme ayuda, corrí extendiendo la mía y desapareció volviéndose humo.

—¿Ems? ¡¿dónde estás?! —vociferé con desesperación buscando en medio de la penumbra, luego papá apareció siendo aplastado por aquella roca enorme, y no pude hacer nada, mi cuerpo se tensó dejándolo completamente inmóvil y podía ver mientras agonizaba hasta esfumarse también.

Caí de rodillas suplicando que parara, pero seguía torturándome con mis recuerdos y sentimientos de culpa guardados en lo más secreto de mi cabeza.

—Por favor, ya para —rogué en un hilo de voz mientras me acurrucaba en ese abismo sin ningún rayo de luz, me consumía una desesperación y tristeza deprimente, obligándome a desear la muerte.

—Fleur, corre —gritó Amets desde algún lugar, y empecé a buscarlo exasperada, su voz provenía de algún lado, pero no tenía la capacidad de verlo. De pronto recordé el collar y lo toqué con mis dedos cerrando los ojos, empecé a encontrar el camino a una luz larga e interminable hasta que salí de aquella oscuridad.

Abrí los ojos y mientras yo permanecí en aquella prisión horrible, la guerra se había desatado. Vampiros y lobos luchaban salvajemente a muerte, me horroricé ante esa escena, y busqué a Amets.

Uno de los vampiros se lanzó hacia mí, entonces lo recibí con mi mano rodeando su cuello, apreté fuerte viendo sus ojos y clave las uñas hasta separar la cabeza de su cuerpo.

 

《 Debo encontrarlo 》

Me dije a mí misma, pero en medio de aquella guerra sería casi imposible. De pronto mis ojos se abrieron por el asombro al contemplar el poder de Samika, ella, sí que se contenía, jamás imaginé de lo que ella podía ser capaz. Había creado un lobo gigante con los árboles, este avanzaba debastando todo a su paso, y de su boca lanzaba raíces que atrapaba a su presa, destruyéndolos en miles de pedazos. Jemuel y Jeus peleaban contra dos lobos al mismo tiempo, y un vampiro se abalanzó para atacar a Jeus  por la espalda.

Entré en su mente y lo detuve ordenándole que atacara a los dos lobos, estos empezaron a pelear entre sí y Jemuel giró el rostro buscándome, sonrió guiñándome un ojo e hice un gesto preguntando donde estaba Amets, sin embargo, no obtuve respuesta.

Seguí buscando en medio de aquella masacre, y el vampiro con habilidades para manipular el viento se interpuso en mi camino.

—Hola, al parecer pudiste escapar, creo que debo tener cuidado contigo —indicó en una sonrisa leve.

—Sí —dije. Con sus manos abiertas creó a los lados de su cuerpo dos tornados para guiarlos hacia mí, no obstante actué con rapidez y entré en su mente, había formado una barrera firme, sin embargo, cuando utilizaba su poder se volvía débil y podía ser fácil de penetrar. Lo controlé caminando detrás mientras consumía los suyos y luego cuando tuve oportunidad sujeté su cuello para romperlo en un movimiento rápido.

Cayó al suelo y cuando estaba a punto de seguir, volví a sentir mi cuerpo ponerse rígido.


《 Rayos, no otra vez 》

—Asesinaste a mi hijo, ahora verás como acabo con la vida de tu apreciado Amets —masculló apretando los dientes—. Oh, mejor aún, qué él te asesine y así será más divertido —agregó haciendo un chasquido con sus dedos, y él apareció frente a mí.

—¿Qué haces? No, detente —le dije desconcertada, pero estaba en una especie de trance—. Basta Amets, no pelearé cont... —no me permitió terminar la frase, soltó una patada justo en mi pecho, la cual me envió disparada hasta caer boca abajo en la tierra.

Me intenté poner de pie y me sujetó por el cabello halando hacia atrás

—No, suéltame —exigí y luego apretó mi cuello, mis pies quedaron en el aire mientras observaba como me estrangulaba, poco a poco perdí la capacidad de respirar, sin embargo, golpeé sus antebrazos con mis manos y logré zafarme.

Volví a caer en el suelo tosiendo excesivamente, tratando de arrastrarme. No iba a hacerle daño, pero tampoco podía dejarme asesinar.

—Por favor Amets —rogué y recibí otra patada en el suelo. Escupí una gran cantidad de sangre y me volvió a levantar, pero en esa ocasión sujetó mis costillas rompiendo tres de ellas. ¡Ahhhhhh! —grité de dolor, pero ni siquiera eso lo hizo reaccionar. Me estaba apaleando, y no podía hacer absolutamente nada.

—¡Fleur! —escuché esa voz conocida y abrí los ojos. Busqué su rostro y ahí estaba.

—¿Papá? —murmuré incrédula, él corría a toda prisa hacia mí, pero antes de poder alcanzarme, Tayro lo detuvo.

—Oh, esto es mucho mejor, tu padre y tu novio mientras tú los ves morir —celebró y solo eso bastó para crear un nuevo sentimiento dentro de mí, caí de rodillas al suelo mientras mis costillas volvían a reponerse, el dolor era insoportable, pero la adrenalina se intensificaba. Un fuego crecía haciéndose cada vez más ferviente recorriendo mis venas. Mi cuerpo estaba convulsionando cambiando de forma y supe que el momento había llegado.




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