El editor de Oliver cogió con alegría un sobre marrón, dentro estaba la nueva edición de su manga que saldría en ese mes.
— Hoy es un día de felicidad. Por fin has terminado. — Celebró el editor, Felix. — Ahora empieza con el siguiente número.
Oliver le echó una severa mirada, ¿es que no le dejaría descansar ni un día?
— Lárgate antes de que te eche a patadas. — Le contestó Oliver molesto.
Felix respiró profundamente y logró controlarse.
— Tenemos un asunto del que hablar antes de que me marche. — Le dijo Felix. Oliver se levantó, estirando los brazos hacia arriba al mismo tiempo que lanzó un bostezo. — ¿Me estás escuchando?
— Ojalá no te escuchará, sería el día más feliz de mi vida. — Replicó Oliver, mirando entonces a su editor.
Felix nuevamente tomó aire para controlarse. Con la edad que tenía aún podía actuar como un niño.
— Lo diré de una vez y espero que estés con los oídos puestos a lo que te voy a decir. — Le habló el editor.
— Sí, suéltalo de una vez. — Le dijo Oliver, sin hacerle demasiado caso mientras estiraba los demás músculos. — Tendría que salir a caminar un rato. Tengo los músculos un poco rígidos.
— ¡Deja de tontear y escúchame! — Le gritó Felix, llevándose la mano al pecho. — Y por atención a lo que tengo que decirte.
Oliver colocó su mano en el brazo de su editor mostrando una amplia sonrisa que Felix quiso borrar de un puñetazo.
— Ya, ya, te escucho.
Felix golpeó el brazo de Oliver y éste se quejó, agarrándose el brazo y advirtiéndole que si algo le ocurría en la mano y tuviera que retrasar las demás entregas, sería solamente culpa suya.
— Dios, necesito deshacerme de ti — Gruñó Felix. — ¿No puedo cambiar de mangaka? alguien que termine a tiempo su trabajo y no tenga que ir detrás de él en todo momento como un niñero.
Oliver se rió sentándose en su silla. No necesitaba a un niñero detrás de él, solo que no lo molestara.
— ¿Hablas o te largas? — Le preguntó Oliver.
— Tenemos que acallar los rumores que circulan por Internet. — Habló Felix finalmente, con el sobrante serio y guardando en su cartera el sobre con el manga terminado.
— ¿Rumores? ¿A qué rumores te refieres?
— ¡Los rumores que dicen que eres gay! — Se alarmó Felix, clavando sus ojos en el mangaka.
Oliver se señaló a él mismo, ¿desde cuándo él era gay?
— ¿Eso dicen en Internet?
— Sí, en Internet. — Le dijo Felix. — Pero hemos pensado en que deberíamos acabar con esos rumores con un buen matrimonio. — De pronto, Felix sacó de su cartera un puñado de documentos y se los tiró en el escritorio.
— ¿Qué es esto... ? ¿Y qué es eso del matrimonio? — Preguntó Oliver mirando a su editor.
Felix sonrió cerrando su cartera y señalando luego a Oliver.
— Eres un famoso mangaka, pero a la edad de treinta y ocho años aún estás soltero y no tienes ni un hijo. Por eso se ha decidido que es el momento de que te cases y tengas una familia. Así esos rumores de que eres gay dejarán de circular por todo Internet.
Ese era el motivo por el que Oliver decidió tomar la mochila de Candy e ir a devolvérsela.
Anabel abrió la puerta de su piso por el jaleo que había fuera y cuando atravesó el umbral, Oliver cayó a sus pies. De pie frente a ella se encontraba el padre de Dani.
— ¿Se puede saber qué está pasando? — Preguntó Anabel confundida.
— ¡¿Otra vez asustando a las personas?! — Regañó la madre de Dani a su esposo, quien al ver a su mujer se achicó. — Cuántas veces te he dicho que no hagas eso.
Dani se rió, pero recibió una severa mirada de su madre.
— Nosotros nos vamos a jugar. — Dijo Dani, agarrando a su amigo de la manga de la camiseta y llevándoselo.
— ¡Candy! — Llamó Anabel a su hijo.
La madre de Dani seguía regañando a su esposo por su brusco comportamiento y tirándole de la oreja se lo llevó dentro de su piso.
Anabel se agachó para ayudar a Oliver, pero cuando sus miradas se encontraron rápidamente se reconocieron.
— Sabía que Candy era hijo de Jano. — Sonrió Oliver.
— Oliver. — Se sorprendió Anabel al ver al amigo de su esposo Jano. — ¿Cómo es que conoces a mi hijo?
Oliver se levantó, agarrando las manos de Anabel y ayudándola a hacer lo mismo.
Aunque la diferencia de edad entre Jano y Oliver era bastante grande, los dos fueron muy buenos amigos y Oliver fue el único que estuvo con ellos el día que se casaron.
— Conozco a Candy porque se escondió en mi jardín. — Le explicó Oliver, molesto con él mismo por no reconocer a Anabel cuando la vio él día anterior de lejos. — Ah, la mochila.
— La mochila, ¿a qué te refieres? — Preguntó Anabel y Oliver recogió del suelo la mochila de Candy.
Anabel se quedó mirando la mochila naranja de su hijo y la tomó de las manos de Oliver.
— El bicho se parece a su padre. — Mencionó Oliver. — Seguro que Jano estaría orgulloso de él.
— ¿Quieres entrar? estaba preparando la comida. — Le propuso Anabel. — A no ser que tengas algo que hacer.
Oliver negó, ¿algo que hacer? Para nada. No iba a marcharse y perder la oportunidad de acercarse a la familia de su difunto amigo.
— ¿Me darías un vaso con agua? — Le pidió Oliver, entrando detrás de Anabel en su piso y cerrando la puerta mientras la vio dejar la mochila de su hijo en el suelo.
— Claro, tú solo siéntate. — Le sonrió Anabel.
Oliver asintió y miró por el salón. Lo que más le llamó la atención eran las fotografías, había muchísimas fotografías colgadas en una pared y en los muebles.