Anabel se encontraba en su trabajo, en la empresa de cosméticos tanto para mujer como para hombre. Aunque era una empresa pequeña en el mercado del maquillaje, tenía buena reputación que era la clave para ir creciendo.
— Anabel. — La llamó el jefe de equipo mientras Anabel atendía a su trabajo. — Te he mandado un archivo ¿puedes ocuparte de ello? Es para mañana a primera hora.
El jefe del equipo se le acercó mostrando una amplía sonrisa y Anabel se sintió molesta, pero sonrió ocultando así su molestia. Ella solamente quería pasar tiempo con su hijo y no quedarse horas extras en el trabajo.
— No se preocupe, me ocuparé de ello. — Respondió Anabel.
El jefe de equipo sonrió de nuevo estando agradecido, él tenía una cena familiar a la que no podía faltar.
— Menuda cara dura que tiene. — Habló una compañera de trabajo. — Se aprovecha por que sabe que eres madre soltera y que necesitas el trabajo. ¿Quieres que te eche una mano?
Anabel le negó, estaba agradecida con su compañera pero era su responsabilidad.
— Tú vete a casa, yo me encargaré.
La compañera asintió preocupada, diciéndole luego que no se cansara demasiado.
Anabel le asintió, tomando de su escritorio su teléfono móvil, tenía que llamar por teléfono a la chica universitaria que cuidaba a Candy cuando ella tenía trabajo extra y llegaría tarde a casa.
Anabel se sirvió una taza de café instantáneo y tomó del bolsillo de su falda su teléfono móvil para llamar a la universitaria.
Cuando su teléfono sonó en su mano y vio que era un número que no conocía.
— ¿Sí? — Preguntó al responder la llamada.
— Soy Oliver, quería saber como te encontrabas. — Habló Oliver, sentado frente a su escritorio de trabajo.
Estaba trabajando muy motivado, el encuentro con Anabel lo llenó de energía. Fue un sábado realmente genial.
— Cierto, te di mi número de teléfono. — Dijo Anabel sin mucha importancia… El corazón de Oliver dolió.
— Tampoco lo digas de esa forma, me haces sentir mal. — Sollozó Oliver, dejando el lápiz táctil y haciendo un puchero.
— Lo siento, he sido un poco inhumana contigo. — Se disculpó, recordando el sábado pasado.
Oliver extendió su teléfono móvil a Anabel pidiéndole su número de teléfono. No se iría del piso hasta obtener su número.
— No quiero perder nuevamente el contacto con ustedes. — Le dijo Oliver.
Anabel iba a tomar de sus manos el teléfono, pero Candy se puso entre ambos.
No estaba dispuesto a que su madre le entregara su número a ese hombre. Se había colado en su casa y lo peor es que actuó como si fuese su propio hogar.
— Candy. — Le regañó Anabel, agarrando a su hijo de los brazos.
Candy intentaba no mirar a su mamá, con una mirada suya nuevamente accedería a lo que le dijera.
— ¿Por qué quieres el número de teléfono de la señora Anabel? — Amenazó Dani, señalando con el dedo a Oliver.
Anabel agarró la mano de Dani y le ordenó después a los dos años que entraran en el piso. Candy se quejó molesto, pero Dani agarró a su amigo del brazo y lo obligó a entrar hasta el salón.
— Creo que a Candy no le agrado. — Comentó Oliver triste. — Me hubiera gustado llevarme bien con él.
Anabel tomó el teléfono móvil de Oliver.
— Es que desde que Jano falleció solo hemos estado nosotros dos. — Le dijo Anabel. — Tampoco es que hayas hecho por llevarte bien con él. Candy no es como su padre a la hora de aguantar tus bromas.
Anabel le agendó su número en el teléfono y se lo devolvió.
— ¿Nos has visto antes?
— Para no verlo. — Sonrió Anabel. — Los dos niños estaban agotados.
Oliver se sintió avergonzado. No es que años atrás no lo hubiera visto hacer bromas y demás pero por entonces ella era la esposa de su amigo.
— ¿Y qué estás haciendo? — Preguntó Oliver acomodándose en su silla.
— Tengo que hacer horas extras en mi trabajo, así que estaba por llamar a la chica que se queda al cuidado de Candy cuando no puedo llegar a casa temprano. — Le contó Anabel, removiendo su café instantáneo.
Oliver se levantó de la silla de pronto y rápidamente su boca habló antes de que su cabeza lo pensara con claridad.
— No te preocupes, yo puedo ocuparme de Candy. — Se ofreció.
— ¿No estás trabajando en el manga? — Preguntó Anabel, con la mirada en su café y sabiendo perfectamente que no sería una buena idea.
— Hoy en día uno puede trabajar donde sea con una tablet. — Le respondió mirando para su otro escritorio, en él tenía las herramientas para dibujar sin tener que utilizar folios y lápices. — Soy un hombre moderno, Anabel, ya no utilizo folios y lápices.
— No sé… — Dudo aún así ella.
— Por favor, solo me gustaría ser cercano al hijo de Jano. — Suplicó Oliver. — Vamos Anabel, prometo que seré una buena imagen para él.
Después de mucho pensarlo, Anabel finalmente accedió. Lo que hizo que Oliver se alegrara. Aunque… Anabel seguía pensando que no era una buena idea.
Candy caminaba por el patio del Colegio Castillo Matías, cuando se paró al ver a Oliver que lo esperaba en la entrada.
Nada más verlo Oliver alzó su brazo, agitándolo en el aire y llamándolo con alegría.
— ¡Aquí, Candy, aquí!
Las demás madres que vinieron a recoger a sus hijos se quedaron mirando. Cosa que avergonzó a Candy.
— No… — Susurró Candy que se dio la vuelta para volver dentro del Colegio, pero se encontró de cara con el profesor Miguel.