Un padre para Candy

9. Un golpe al corazón.

 

Al final escogieron cualquier película que estaba en la zona de recomendados, solo para pasar un rato en compañía del otro. 

Era una película romántica y Oliver se dio cuenta de que Anabel se quedó durmiendo apoyada en su brazo.

Oliver agarró su mano y miró la alianza que Anabel aún llevaba. Si ahora se quitara esa alianza todavía quedaría una marca en su dedo. 

 

— Me gustaría poder sustituir ésta alianza por un anillo. — Dijo Oliver, volviendo su mirada al rostro tranquilo de Anabel. 

Sonrió, se decía una y otra vez que no podía traspasar esa línea, que con estar a su lado era más que suficiente. Se levantó sosteniendo a Anabel en sus brazos para recostarla en el sofá y observó más de cerca cada rasgo de su lindo rostro. 

Cuando Anabel abrió los ojos y se encontró con el rostro de Oliver. 

 

— ¡¿Qué estás haciendo?! — Gritó Candy, que en ese instante entró en el salón viendo la escena. 

Con Candy se encontraban Dani y Brayan, que pasarían la noche en casa de su amigo. 

Oliver se sobresaltó, apartándose, con la mala suerte de tropezar con la mesita y caer dándose con ella en la espalda. Anabel se enderezó preocupada. 

 

— Oliver, ¿estás bien? — Le preguntó Anabel y Oliver asintió levantándose. 

 

— Creo que es momento de irme. — Se disculpó, tomando del sillón su cartera. — Buenas noches. 

Oliver se marchó rápidamente, ya que sabía que estaba siendo codicioso, por él la hubiera besado a pesar de ser la viuda de su difunto amigo Jano. 

Candy lo siguió y lo alcanzó al salir por la puerta del piso, agarrando su mano y sorprendiendo a Oliver. 

 

— ¿Vendrás mañana? — Le preguntó Candy y Oliver lo miró. — No puedo terminar solo la maqueta. 

Candy vio el rostro de Oliver sonrojado. Era una realidad que le gustaba su mamá, ya no podía pretender que no era así. 

 

— ¿Quieres que venga mañana? — Le preguntó Oliver. 

 

— Pues claro, además, tienes que hacer la presentación conmigo. — Le contó Candy avergonzado. 

A Oliver se le iluminaron los ojos de felicidad. Era un paso grande e importante el que había dado con Candy. 

 

— Mañana estaré aquí. — Le sonrió Oliver, deslumbrando felicidad. 

Candy se quedó atónito, si él se casaba con su mamá, entonces… se convertiría en su padre. Candy asintió y agarrando la mano de Oliver se la puso en la cabeza. 

 

— ¿Una caricia? — Le preguntó, viéndose en esa situación con los siete años que tenía. 

Oliver se rió frotando su cabello, provocando molestia en él al ser muy impulsivo. 

 

— Nos vemos mañana, Candy. — Se despidió Oliver y se marchó felizmente por el pasillo. 

Candy entró por la puerta de su piso y se encontró con su mamá que le sonrió. 

 

— Vamos, ve a lavarte y a la cama. — Le dijo Anabel que cerró la puerta. — Dani y Brayan se están duchando. 

Candy sintió, pero antes de ir a su dormitorio a preparar sus cosas para tomar una ducha, le contó a su mamá. 

 

— Mamá, a Oliver le gustas. 

Anabel se avergonzó. Candy examinó que el rostro de su mamá se sonrojó al igual que el de Oliver. 

 

— ¡¿Tú también… ?! 

 

 

Pasarón unos días y era el penúltimo día de clase para Candy. Anabel había asistido al colegio como los demás familiares a la presentación del proyecto, la maqueta del volcán de su hijo. 

Después de que un niño y su padre enseñaran su maqueta, le llegó el turno a Candy y a Oliver. 

 

— Candy, ¿por qué no nos presentas a quién te ha ayudado en tu proyecto? — Le pidió el profesor Miguel. 

Candy asintió y mirando a sus compañeros presentó a Oliver. 

 

— Él es Oliver Alto, es un amigo de mi madre y se ha quedado cuidándome en ocasiones. — Candy señaló a Oliver. — Y es un mangaka, yo no lo conozco… pero él dice que es conocido.

Dani aplaudió a su amigo y Oliver se sintió avergonzado. Los padres hablaban y pusieron su mirada en Anabel 

 

— Encantado de poder estar aquí. — Saludó Oliver, alzando su mano y mostrando una gran sonrisa. 

Candy se le acercó y lo agarró del brazo diciéndole que debían comenzar con la presentación. 

Anabel sonrió viendo como su pequeño Candy presentó su maqueta a la clase con la ayuda de Oliver. Y se perdió en sus pensamientos, sintiendo en su corazón de madre que Oliver sería la persona adecuada para que se hiciera cargo de Candy cuando ella ya no estuviera. 

 

 

— ¿Y cómo nos has visto, mamá? — Preguntó Candy muy ansioso. 

Anabel lo agarró de la cara, diciéndole que había estado estupendo. Candy sonrió entonces orgulloso y miró a Oliver que era rodeado por los padres de sus compañeros de clase y por otros padres de los demás alumnos del Colegio Castillo Matías. 

 

— Parece que Oliver está triunfando entre los padres. — Habló Anabel y Candy agarró la mano de su mamá. 

 

— ¿Podemos invitar a Oliver a comer con nosotros? 

 

— Claro, cariño. — Le dijo Anabel, colocando su mano en la cabeza de su hijo. — ¿Te cae bien Oliver? 

Candy puso una mueca, haciendo como el que pensaba, y su mamá lo besó en la cara como si fuese un bebé. 

 

— Era amigo de papá. Además, está siempre solo y da lastima. — Comentó Candy a su mamá. — A los mayores no los debemos dejar solos. 

Oliver que se acercó le frotó la cabeza un poco bestia y Candy se quejó mirándolo ferozmente. 

 

— ¿Quién es un viejo? — Le preguntó Oliver. — Todavía no tengo ni cuarenta años. Soy un hombre joven, fuerte y hermoso. 

 

— Serás entonces un viejito. — Contentó Candy, golpeándole la mano y caminando con su mamá. 

 

— ¡Oyee! — Gritó Oliver yendo detrás de ellos. — ¿Todavía soy joven? ¿A que sí, Anabel? 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 05.05.2023

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