— Bienvenido, Señor Donoso.
— Gracias, Felipe.
Richard Donoso subió en el vehículo y su asistente Felipe se apresuró a llevar su maleta al maletero del coche.
— Todo está listo para su primera reunión como CEO del patrimonio Donoso, ¿se siente nervioso? — Le consultó Felipe, cuando subió también al vehículo.
— ¿Por qué iba a estarlo? Pon el aire acondicionado, en está ciudad hace demasiada calor.
— Estamos en pleno verano y usted… — Se giró para verlo vestido con un traje de tres piezas y sonrió. — Si me permite decirlo, lleva usted señor Donoso, mucha ropa.
Richard se miró a sí mismo y luego a su asistente.
Felipe llevaba pantalón corto y camisa veraniega.
— El problema no está en mi vestimenta, lo está en la tuya. Desde mañana empieza a usar traje.
— ¿Traje… en pleno junio?
— O lo usas o te buscas otro trabajo.
Felipe agitó sus manos.
— No se preocupe. No hay necesidad de hacerme buscar otro empleo. — Sonrió para complacer al hijo de su anterior jefa y se dispuso a arrancar el vehículo. Richard observó por la ventanilla e instintivamente intentó apaciguar el calor que sentía aflojando su corbata. — He hablado por usted con la señora Estefanía, le ha dado permiso a Izan de pasar por su casa para verlo. No me lo tiene que agradecer, es mi trabajo como su…
— Acabo de llegar, gracias por meterme a un crío que no conozco en casa. Si llora, tendrás que consolarlo tú.
— Señor Donoso… — Felipe lo miró a través del retrovisor. — Su hijo Izan tiene ya diez años. No llorará, o eso creo.
— Diez años, ¿estás seguro de eso? Me parece que fue hace dos días cuando su madre intentó sacarme todo el dinero posible.
— Sí, han pasado ya diez años de eso. Izan es un buen chico, estoy seguro de que le caerá bien. Su madre lo apreciaba mucho.
— Debes de extrañarla más que yo, pasabas más tiempo con ella.
— La echo de menos, era una mujer excelente. Pero, señor Donoso, usted es su hijo, no me atrevería a decir que la extraño más que usted.
— Es la verdad. — Dijo Richard. — La señora Claudia Donoso podría ser excelente mujer, jefa y puede que hasta abuela, pero su desempeño como madre fue pésimo. Algo así como el mío como padre.
— Seguro podrá mejorar eso ahora que estará en la ciudad. Le gustaba surfear, ¿verdad? A Izan le apasiona.
— Estefanía debe de haber insistido en que aprenda para que se parezca en algo a mí. — Le quitó Richard valor a compartir afición con su hijo. — Y no creo estar preparado para ejercer de padre con un niño de diez años. Debí usar condón.
— Lo hará bien. — Sonrió Felipe, pasando de las últimas palabras de su jefe. — Solo… Evite según qué comentario delante de él.
Richard colocó los ojos en blanco, no estaba hecho para ser responsable de otra vida.
Felipe estacionó el vehículo frente a la puerta principal de la sede del patrimonio Donoso. Especializados en todo tipo de arte moderno.
Richard devolvió la corbata a su posición y observó a la prensa local que estaba allí para fotografiarlo. Su madre debió trasladar la sede principal a otra ciudad, en lugar de mantenerla en una pequeña ciudad como esa. Por eso y mucho más es que nunca entendió a su madre.
— Señor… — Felipe le abrió la puerta y Richard bajó del coche.
Los flashes de las cámaras cayeron sobre él y se esforzó por sonreír y saludar a mano alzada mientras los reporteros le pedían que miraran aquí o allá, para obtener la mejor foto.
— ¡Richard Donoso! — Entre todas las voces, resonó la de una mujer de piel morena que se paró frente a él, llevando de la mano a un niño de no más de tres años. — ¡Hazte responsable de tu hijo!
— Disculpe… — Intervino Felipe y la mujer lo silenció tirándole al pecho una mochila infantil.
— Cariño… — La mujer se agachó agarrando a su hijo de los hombros. — Mamá tiene que irse, pero vas a estar bien con tu papá.
Lanzó una ferviente mirada a Richard y él miró al niño que compartía el mismo tono de piel que la madre.
— ¿Papá… yo?
Richard se señaló así mismo y la mujer se levantó a encararlo.
— Yo he criado a nuestro hijo por tres años, ahora es tu turno. — Le lanzó a la cara una hoja y cuando ésta acabó en el suelo, Felipe la recogió
Era el documento de una prueba de paternidad realizada, y el resultado daba positivo en que Richard Donoso era el padre biológico del hijo de Carla.
— Es su hijo. — Dijo Felipe a su jefe y Richard le arrebató el papel.
Al leerlo, lo bajó y encontró delante de él solamente al niño de tres años.
— ¿A dónde ha ido… ? — Richard buscó a su alrededor y vio a la madre del niño subirse en un taxi que abandonó rápidamente el lugar.
— Papá. — El niño lo llamó agarrándose a su pantalón y Richard lo miró. — Tengo pipí…
Felipe tiró de la cisterna y con el niño de la mano salió de uno de los aseos de la sede Donoso.
El niño se soltó de la mano del asistente y corrió hacia su supuesto padre. Richard echaba humo por las orejas mientras hablaba por teléfono con su abogado.
— Papá. — Lo llamó el niño tirando de su pantalón de nuevo y Richard que colgó la llamada, miró al crío.
— ¿Qué te pasa ahora? — Le preguntó y el niño se tocó la barriga.
— Tengo hambre.
Richard le entregó su teléfono y la prueba de paternidad a Felipe y se agachó delante del niño.
— Realmente no soy tu papá, ¿entiendes eso? Tu mamá te ha abandonado conmigo porque tengo mucho dinero y debe querer conseguir eso de mí.
Editado: 27.03.2023