Richard dejó caer en el suelo de su casa la mochila de Zoe y analizó el panorama. Su hijo mayor, Izan, estaba sentado en un sillón enganchado a un teléfono móvil y su recién adquirido hijo menor estaba saltando con los zapatos puestos en el sofá blanco.
— Señor Donoso, por fin ha llegado. — Lo saludó Felipe que se acercó, y se quedó mirando a la niña que su jefe trajo a casa con él. — ¿Se sentía desilusionado por no tener una niña y ha secuestrado una de camino a casa?
— Enséñale eso. — Dijo Richard a Zoe y la niña se acercó al asistente mostrando su mano derecha.
Felipe se inclinó para verla bien y observó luego a su jefe.
— ¿También es hija suya? Parece que todas las madres de sus hijos han elegido el día de su regreso para que se haga cargo de ellos.
— Mi mamá se fue al cielo. — Habló Zoe.
— Lo lamento mucho.
Felipe le sonrió y se incorporó para ver acercarse a Izan.
— ¿Son mis hermanos? — Preguntó Izan a Richard directamente. — Podías haberme avisado al menos de que tenía que compartir casa con ellos.
— Que tal un, hola papá, me alegro de verte. — Le reclamó Richard.
— Lo que sea. Solo estoy aquí porque mamá me ha obligado a venir para poder irse de vacaciones.
— ¿Cuánto le durarán esas vacaciones?
— Quieres aligerar la carga de críos y echarme a mí. Te mereces el premio al mejor padre. — Le dijo Izan y caminó hacia unas escaleras curvas. — Estaré en mi habitación.
Felipe sonrió.
— Veo buena química entre ustedes. — Se atrevió a decir el asistente y Richard lo agarró del cuello de la camiseta. — ¡Señor! No me pegue delante de los niños. — Suplicó y Richard suspiró pesadamente.
Al mirar a un lado vio a Zoe muy atenta a lo que hablaban y hacían, y al mirar al lado contrario vio a Dani intentando subirse en el respaldo del sofá.
— Baja a Damián del sofá. — Ordenó Richard a Felipe soltando su camiseta.
— Dani, señor Donoso, el niño se llama Daniel.
— ¡Cómo sea! Ve y lo bajas antes de que se parta la cabeza.
— Sí, señor Donoso.
Felipe corrió a bajar a Dani del sofá y nada más hacerlo el niño corrió a abrazar las piernas de su padre. Richard bajó la mirada hasta él y lo vio con los dientes llenos de chocolate.
— Papá. — Lo llamó Dani abrazándose aún más a sus piernas y Felipe corrió a evitarlo.
— Estate quieto un rato… — Musitó el asistente y advirtió a su jefe. — No le de demasiado chocolate, lo pone nervioso.
Richard se llevó los dedos al entrecejo.
— ¿Qué habré hecho para merecer esto?
— Bueno, señor Donoso… — Felipe se mostró cómplice y arqueó las cejas varias veces. — Usted y yo somos adultos, sabemos lo que ha hecho.
— ¿Quieres que te despida? — Le preguntó Richard bajando su mano y Felipe negó con la cabeza.
— No, señor Donoso. — Dani repitió malamente el apellido de la familia y Felipe hizo como que no lo escuchó, comprobando la hora en su reloj de muñeca. — ¡Qué tarde es ya! — Fingió sorpresa. — Mi jornada laboral ha acabado hace rato. Que tenga una buena noche, señor Donoso.
Caminó hacia la puerta y tras pasar junto a Richard, sus piernas empezaron a correr.
— No puedes dejarme solo con… — Habló Richard y cuando se giró solo vio a Zoe. — ¡Esa rata! — Rugió rechinando los dientes y suspiró finalmente.
Su teléfono sonó y lo buscó con enfado.
«Por cierto, señor Donoso. La nevera está vacía, le recomiendo pedir comida a domicilio o ir al supermercado antes de que cierren».
Leyó un mensaje de Felipe e iba a arrojar el teléfono al suelo, pero vio las miradas de Zoe y Dani.
— Papá está enfadado. — Opinó Dani y Zoe asintió.
— Zoe. — Richard se dirigió a ella por ser la mayor de los dos niños. — Lleva a Dani arriba y escogéis una habitación. Yo tengo que pensar.
Zoe asintió, y tomando a Dani de la mano agarró también su mochila del suelo.
Richard lo agradeció cuando los dos desaparecieron escaleras arriba y fue a la cocina en busca de algo frío para beber, pero, efectivamente encontró la nevera vacía.
Izan apartó la mirada de su teléfono cuando la puerta de su habitación fue abierta y vio a los otros dos hijos de su padre.
— ¿Qué queréis? — Le preguntó Izan incorporándose en la cama.
— Estamos buscando nuestra habitación. — Anunció Zoe.
— Mira las demás puertas, está es la mía.
Izan se levantó de la cama y los hizo alejarse de la puerta para cerrar, cuando Richard apareció.
— ¿Sabes pedir comida a domicilio? — Le preguntó Richard.
— Sé.
— Entonces ordena la cena.
— Eres nuestro padre, se supone que debes hacerlo tú.
— No conozco ningún restaurante con envío a domicilio. Hace años que no vivo aquí. — Replicó Richard e Izan miró a los dos niños.
— ¿Cuántos años tienes? — Preguntó al más pequeño y Dani miró los dedos de su mano.
— Tres. — Dijo y levantó el número exacto de dedos.
— Ahí tienes el tiempo que hace. — Aclaró Izan a su padre y cerró la puerta de un portazo.
— ¡Pide la comida si quieres cenar está noche! — Le gritó Richard y miró luego a los otros dos. — Venid. — Les separó las manos que tenían agarradas y los llevó de la mano a la habitación principal. La suya.
Subió a Dani a la cama e hizo lo mismo con Zoe, luego corrió al baño.
— Ya he ordenado la comida. — Informó Izan que se paró en el umbral y vio a su padre parado delante de sus hermanos, con unos bastoncillos para los oídos en la mano. — ¿Qué les estás haciendo? — Preguntó, acercándose para ver.
Editado: 27.03.2023