Un papá desastroso

4. Haciendo lo que se puede.

Por la mañana encontró a los niños en el sofá, desayunando las sobras de las pizzas. 

 

— No hay comida. — Avisó Izan a su padre. 

 

— Déjame tomarme un café antes que nada. — Pidió Richard. — No he pegado ojo desde que Dani se metió en mi cama. 

 

— Papá. — Dani, vestido con una camiseta de su hermano que le quedaba grande, se abrazó con ternura a sus piernas y Richard lo miró. — Buenas tardes. 

 

— ¿Querrás decir buenos días? — Dani sonrió con una risa traviesa y Richard miró a Zoe. — Y tú, ¿todavía estás enfadada conmigo? 

Zoe le echó la cara. 

 

— No debiste gritarle anoche. — Dijo Izan. 

 

— Si no vas a aportar nada positivo, mejor cállate, Izan. 

 

— Le diré a la psicóloga como me tratas. 

 

— Bien por ti, puede que consigas una consola o un ordenador. — Richard buscó a su alrededor y preguntó a su hijo mayor. — ¿Has visto mi móvil? No estaba arriba. — Izan se lo extendió y Richard lo tomó desconfiado. — ¿Qué hacías tú con él? 

 

— Dani ha bajado con él, debe de haberlo cogido arriba. Por cierto… — Sonrió a su padre. — Te ha llamado una mujer llamada Adriana, quería saber cuando váis a quedar y le he tenido que decir que ahora mismo te viene mal porque estás cuidando de mis hermanos y de mí. De nada, papá. 

 

— Te crees muy listo, ¿eh? Pues estás castigado, vete a tu habitación y no salgas hasta que te lo diga. 

 

— Vale. — Izan se levantó, pero Richard cambió de opinión. 

 

— Olvídalo, tenemos que ir a comprar comida. 

 

 

— Necesitamos lácteos, frutas… — Comentó Richard consigo mismo, mientras caminaba por un pasillo del supermercado. 

Zoe se agarraba al carrito de la compra que Izan empujaba y Dani corría de un lado a otro. 

 

— ¿Estás segura de que él es tu padre? — Le preguntó Izan a su hermana. — ¿Te lo ha dicho tu madre? 

 

— Mamá lloraba cada vez que hablaba de papá por eso casi nunca lo hacía, pero tía Josefa dice que él es mi papá y tengo ésto. — Respondió Zoe, se quitó la mochila de la espalda y sacó de ella la fotografía de sus padres. 

Izan sostuvo la foto y reconoció en ella a su padre. 

 

— ¿Ella es tu madre? 

Zoe asintió. 

 

— Lo siento por ti. Él no es bueno como padre y en cualquier momento se irá. 

Le devolvió la fotografía. 

 

— Pero yo no tengo a dónde ir. Tía Josefa dice que gasto mucho dinero y que no puede tenerme en casa. 

Izan sintió pena por ella. 

 

— Le diré a mi madre que te deje venir a vivir a casa, a ella no le parecerá mal siempre y cuando él pagué. — Los dos observaron a su padre eligiendo que tipo de leche comprar e Izan buscó por el pasillo a Dani. — ¿Dónde está Dani? — Preguntó y Zoe lo buscó también. 

 

— Estaba aquí antes. 

 

— Papá, Dani se ha perdido. 

 

— Muy bien… — Respondió Richard sin escuchar lo que le decía. 

Izan negó y se dirigió a Zoe. 

 

— Dile que Dani no está, voy a ver si lo encuentro. 

 

— Vale. — Asintió Zoe y se acercó a su padre. — Papá. — Lo llamó tirando de su brazo. 

 

— ¡Deja de incordiar… ! — Le gritó Richard. Zoe se echó de inmediato a llorar y él se agachó para calmarla. — No llores, Zoe, pensé que era Izan. No quería gritarte a ti. 

 

— Eres peor que malo. — Lo acusó Izan que se paró junto a ellos con Dani de la mano. 

 

— Lo que sea, ayúdame a que deje de llorar. La gente nos está mirando. 

Izan hizo un barrido a su alrededor y terminó en su padre. 

 

— No hay nadie. 

 

— ¿Qué? — Richard miró a su alrededor. 

 

— No estás en la gran ciudad. 

 

— Gran ciudad, solo la gente que es de pueblo dice eso. — Se burló Richard de él, pero Izan no reaccionó. — ¿Me vas a ayudar o no? — Le preguntó. 

 

— Ya te lo dije, no trabajo gratis. 

 

— ¿Eres consciente de que soy tu padre? 

 

— También de Zoe y Dani y no lo pareces. 

 

— Ellos acaban de llegar, a ti llevo diez años pagándote la comida, la ropa, las medicinas y los estudios. 

 

— Eres consciente de que soy tu hijo y que pagarme todo eso es tu obligación, ¿verdad? — Le respondió Izan, exigiendo después. — Quiero una tabla de surf y un traje de neopreno. 

 

— Lo que sea, haz que se calle. 

Izan soltó de la mano a Dani y se acercó a Zoe. 

 

— Deja de llorar, Zoe.

La niña paró sin más y Richard sonrió incrédulo.

 

— ¿Te has compinchado con él para reírte de mí? — Le reclamó a su hija y Zoe amenazó con llorar de nuevo. — ¡No… ! No llores. — Se levantó, escogiendo un paquete de leche cualquiera mientras se quejaba de sus hijos. 

 

— ¿Tu mamá es buena? — Preguntó Zoe a Izan y él asintió. 

 

— Bastante. Dani, ¿te quieres ir a vivir con mi madre cuando papá nos abandone? 

Dani negó y corrió a abrazarse a las piernas de Richard. 

 

— Es muy pequeño y no lo entiende. — Dijo Zoe e Izan sonrió. 

 

— ¿Izan? — Lo llamó una mujer desde la intersección de los pasillos. — Si que eres tú. — Sonrió acercándose. 

 

— Hola, tía Sarah. — La saludó Izan. 

 

— ¿Con quién estás aquí… ? Tu madre está de viaje. — Se preocupó por su sobrino e Izan señaló al supuesto adulto responsable de él. 

 

— Estoy con mi padre. — Contestó y Sarah observó a Richard caminar por el pasillo con Dani agarrado a su pierna. — ¿Quieres saludarlo? 

 

— No sé, parece ocupado. — Dudó Sarah. 

 

— ¡Papá! — Dio entonces Izan un grito. 

 

— ¿Ahora qué? — Ladró Richard girándose. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 27.03.2023

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