Un papá desastroso

11. Ella tampoco fue amor.

— Una última cosa antes de que se vaya. — Paulo extendió con su mano una tarjeta y Felipe la agarró cuando su jefe permaneció con la mirada en el íntimo amigo de su madre. — Mi hijo más joven está preparando una exposición para darse a conocer como escultor. Será a finales del verano. Si estás interesado en asistir en la tarjeta se encuentra la dirección del lugar. 

 

— No me interesa. — Respondió Richard, tomando la tarjeta de las manos de Felipe y entregándosela a Paulo de nuevo. — Mi madre ya no está, así que tampoco es necesario que usted regrese. Vamos a la reunión, Felipe, ya he perdido mucho tiempo. 

Cuando Richard abandonó la sala, Felipe se apresuró a seguir su ritmo. Subieron por las escaleras de la recepción y desde allí observaron a Paulo dejar la tarjeta a la señora que ocupaba el mostrador. 

 

— Señor… — Lo llamó Felipe. 

 

— He descubierto una cosa. — Interrumpió Richard a su asistente. 

 

— ¿Qué cosa, señor Donoso? 

Richard se giró hacia él. 

 

— Donde conocí a la madre de Dani. 

 

— Es fabuloso, señor Donoso. Eso quiere decir que el niño sí es hijo suyo, ¿verdad? 

 

— Eso lo sabré cuando obtenga los resultados de la prueba de ADN. Pero al menos recuerdo haber estado con la madre. 

Felipe parpadeó curioso. 

 

— Puede decirme dónde la conoció y su relación exacta con ella. Lo ayudaré a localizarla. 

 

— ¿Recuerdas el último cumpleaños de mi madre al que fuí? 

 

— ¿La madre de Dani fue una de las invitadas a la fiesta? — Preguntó el asistente. — Si es así, puede quedarse tranquilo, siempre guardo una copia digital de la lista de invitados.  

 

— Habla con el coordinador de eventos que organizó la fiesta y pídele que te pase una copia de los trabajadores que sirvieron la comida. La madre de Dani no asistió como invitada, estaba trabajando allí. 

 

 

A su llegada a casa, Dani fue el único en recibirlo y Richard lo levantó en brazos. 

 

— Veo que solo tú me has echado de menos. — Habló Richard y miró a Izan jugando con su móvil en el sofá. — Ni un hola.  

Dejó a Dani en el suelo y el niño corrió a abrazarse a las piernas de Felipe. 

 

— ¿Iremos a surfear? Está mañana han traído las tablas y tengo ganas de estrenarla. — Le preguntó Izan, levantándose y acercándose. 

Richard abrió su corbata, mirando la sonrisa inocente que el surf provocaba en su hijo. 

 

— Dame un minuto y lo haremos. — Le frotó el cabello y miró por el resto de la casa. — ¿Dónde están Zoe y Elisa? 

 

— Zoe no ha querido salir de su habitación en todo el día, y la niñera está intentando convencerla. — Respondió Izan. 

Richard suspiró. 

 

— Iré a ver. 

 

 

Al subir encontró a Elisa delante de la puerta cerrada de la habitación de Zoe. 

 

— Señor Richard. — Lo llamó Elisa, y se apartó de la puerta cuando Richard intentó abrirla sin lograr girar el tirador. 

 

— ¿Ha tenido todo el día la puerta cerrada con el pestillo puesto? — Preguntó Richard a la cuidadora. 

 

— Sí, solo ha salido para comer al mediodía y lo ha hecho porque su hermano Izan se lo ha pedido. 

 

— Tenías que haberme llamado. Zoe solo tiene seis años y no puede estar todo un día encerrada sin vigilancia. — La reprendió severamente. 

 

— Lo siento, creí que conseguirían ganarme su confianza y que abriera la puerta. Me he equivocado. 

Elisa puso una expresión de culpabilidad que hizo a Richard rectificar rápidamente en su regañina. 

 

— Está bien. Es tu primer día y son niños que están pasando por un momento difícil. — La calmó. — Tu jornada ha terminado, puedes irte. 

 

— ¿Seguro… ? — Elisa dudó, pero Richard asintió. 

 

— Ven mañana a la misma hora. 

 

— De acuerdo. Hasta mañana, señor Richard. — Le sonrió y caminó después hacia las escaleras. 

Richard golpeó entonces la puerta con los nudillos y le habló directamente a Zoe. 

 

— Sé que estás escuchando, Zoe, y más te vale abrir la puerta o de lo contrario voy a tener que echarla abajo. 

 

— ¡Espera! — Oyó la voz de Zoe del otro lado y escuchó después cómo quitó el pestillo. 

La niña abrió la puerta y salió abrazándose a su padre. 

 

— ¿Sabes lo peligroso que es que te encierres así? — Le preguntó Richard, apartándola de él y agachándose para regañarla. — No lo vuelvas a hacer jamás. 

 

— Es que no me gusta ella. — Dijo Zoe. 

 

— ¿Elisa te ha hablado mal o te ha pegado? 

Zoe negó con la cabeza. 

 

— No lo ha hecho. 

 

— Entonces ¿por qué motivo no te gusta? 

 

— Le sonríes más a ella que a nosotros. No me gusta. 

 

— No le sonrió más a ella… 

 

— Si lo haces. — Zoe puso cara triste y sé agarró a la falda de su vestido. — La vas a querer más y la vas a convertir en mi mamá. — Se entró corriendo al cuarto y Richard, que se levantó, la siguió.

Zoe se había sentado en la cama y Richard lo hizo al lado de ella. En la mesa de noche había un álbum de fotos abierto y lo alcanzó. 

 

— Son mis fotos con mamá. — Dijo Zoe, mirando el álbum en las manos de su padre. 

 

— ¿Me dejas verlas? — Le pidió permiso y Zoe asintió. 

Richard miró entonces las fotografías de Zoe con su madre, pasó varías páginas, intentando recordar dónde la conoció y cuánto tiempo compitió con ella. 

 

— Mi mamá es muy guapa, ¿verdad que sí, papá? 

Richard observó a Zoe apoyada con la cabeza en su brazo. 

 

— Lo era, y seguro que te quería más que a nada en el mundo. — Habló y la besó en la cabeza. — Un día podemos ir juntos a llevarle flores, papá tiene que pedirle perdón y prometerle que cuidará muy bien de Zoe. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 27.03.2023

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