Un papá desastroso

12. Solo con mis tres demonios.

Richard hizo algunos estiramiento y miró a Izan que comprobaba su tabla de surf. 

 

— ¿Qué quieres si ganas? — Le preguntó, dejando de estirar. 

 

— Que hagas surf conmigo toda la semana. — Dijo Izan y Richard se quedó mirándolo. — Normalmente mamá no me deja entrar al mar yo solo. — Le explicó. 

 

— Está bien, pero no creas que voy a dejarte ganar por ser mi hijo. 

 

— No espero eso. Quiero ganar limpiamente.

Izan le propuso chocar su puño y Richard lo hizo. 

 

 

— Sí. Sí, tesorito. Estaré allí en nada. — Habló Felipe por teléfono con su novia y sonrió pervertidamente. — Yo también quiero eso. 

Dani apareció de pronto delante de él y Felipe corrigió la expresión de su cara. 

 

— Tengo pipí y… — Dijo Dani, moviéndose inquietó y Felipe se inclinó curioso. 

 

— Tiene pipí y… — Al repetir las palabras del niño se percató de que más tenía. — ¿Caca? ¿Quieres hacer caca? — Le preguntó y Dani asintió con la cara apretada.

Felipe dejó entonces su teléfono en la encimera y fue corriendo con el niño al aseo de la primera planta. 

 

— ¿Cómo que caca… ? Tesorito. ¿Sigues ahí? — Habló Ofelia al otro lado del teléfono, en su apartamento y con la mesa puesta para una cena romántica. — ¡Felipe! — Perdió los nervios. 

 

— El tito Felipe ha ido a llevar a mi hermano Dani al baño. — Escuchó la voz de Zoe. 

 

— ¿Eres Zoe? la hija del señor Donoso. — Zoe asintió y Ofelia estalló contra su novio aún sin escuchar la respuesta de la niña. — Será mentiroso, me ha dicho que ya venía en camino. — Escuchó el aviso en su teléfono de una segunda llamada y se alejó del móvil para mirarlo. — Tengo otra llamada. Zoe, puedes decirle a Felipe que si no está aquí en diez minutos puede olvidarse de eso tan divertido que íbamos a jugar él y yo. 

 

— Se lo diré. — Dijo Zoe y Ofelia colgó la llamada. 

 

— La próxima vez avisa con más tiempo, no esperes a no aguantar más para ir al baño. — Regresó Felipe adoctrinando a Dani y vio a Zoe acercarse con su teléfono. — Gracias, pequeña Zoe. — Le agradeció el asistente agarrando su móvil. 

 

— La tita Ofelia dice que si no vas en diez minutos no jugará a eso tan divertido contigo. — Transmitió Zoe el recado y el asistente puso cara de caérsele el alma a los pies. 

 

— ¡Papá! — Escucharon a Dani y Felipe miró a Richard detener su abrazo, ya que él mismo estaba mojado de la cabeza a los pues.

 

— ¡Señor Donoso! — Felipe dio un salto hasta allí y le ofreció una toalla grande. 

Richard agarró la toalla y miró fuera de casa, Izan se quitaba el traje de neopreno en la terraza. 

 

— Llévale la toalla a tu hermano. — Ordenó Richard a Dani, dándole la toalla que el niño llevó obedientemente a su hermano. 

Felipe le entregó rápidamente otra toalla a su jefe y sonrió. 

 

— Tengo que irme, señor Donoso. Que pasen buena noche, y no olvide darle de comer a los niños antes de meterlos en la cama. 

Felipe corrió hacia la puerta principal y Richard sonrió por ser conocedor de su urgencia. 

 

— Papá. — Lo llamó Izan, que entró en la casa envuelto en la toalla y con Dani abrazado a él. — Quiero la revancha. 

 

— Será otro día. Tú y tus hermanos tenéis que ducharos y yo tengo que pedir la cena antes de que sea más tarde. — Le respondió Richard y caminó hacia la cocina. 

Izan puso cara de molesto. 

 

— ¿Juegas conmigo? — Le pidió Dani. 

 

— No has oído a papá, tenemos que ducharnos. — Se negó Izan a jugar. 

 

— ¿Puedo jugar mientras me ducho? 

Izan sonrió travieso y se agachó para proponerle algo mucho mejor. 

 

 

Richard recibió la comida a domicilio y al cerrar la puerta, Zoe se acercó para ver. 

 

— Mamá se va a enfadar si descubre que me alimentas con comida de restaurantes todos los días. — Dijo Izan, apoyado en el muro que ocultaba y separaba la cocina de la entrada de la casa. 

 

— Mi mamá decía que es más rica la comida hecha en casa con amor. — Opinó Zoe con una sonrisa.

 

— ¿Vais a quejaros mucho más? — Les preguntó Richard a los dos y caminó hacia la cocina. — Nunca he cocinado, así que no sé hacerlo. Menos para ustedes. — Soltó las bolsas en la encimera y vio como sus dos hijos mayores se acercaron. — ¿Dónde está Dani? 

 

— No lo sabemos. — Respondieron los dos a la vez y al escucharse se sonrieron. 

 

— ¿Qué estáis tramando? — Desconfió de ellos y los dos negaron a la par. 

 

— Nada. — Dijo Izan. — Traeré los platos. 

 

— Yo los vasos. — Se pidió Zoe. 

 

— ¡Dani! — Llamó Richard a su tercer hijo y lo buscó. 

Revisó primero la primera planta, incluyendo el garaje, y subió después las escaleras hasta la segunda planta, allí comprobó habitación por habitación y ni rastro de Dani. 

Izan y Zoe ya habían llevado los platos y los vasos a la mesa cuando él bajó. 

 

— ¿No lo has encontrado? — Se extrañó Izan, ya que él solo le había dicho que se escondiera arriba y lo asustara cuando subiera a buscarlo. 

Zoe miró asustada a su hermano mayor. 

 

— Basta de bromas, ¿dónde está? — Se impuso Richard frente a sus hijos y Zoe negó. 

 

— No lo sabemos. Antes quería jugar y le dije que se escondiera cuando viniera el repartidor con la comida. — Explicó Izan. — Solo le dije que se escondiera y te asustara cuando lo buscaras. 

 

— ¿Y por qué no sale? — Preguntó Zoe. 

Izan negó sin saberlo y Zoe se agarró a él con miedo. 

 

— Vamos a buscarlo. — Le dijo Izan.

Los dos niños empezaron a llamar a su hermano pequeño y a buscarlo en los rincones y lugares más insospechados, como dentro de los muebles de la cocina o en el cubo del reciclaje amarillo. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 27.03.2023

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