Un papá en apuros

Capítulo: 3

Tristan
Escucho a mi padre hablar y hablar mientras el dolor de cabeza es insoportable, dos días escuchando lo mismo, ese sermón que no sale de mi cabeza, suspiro, miro al abogado de Renata y luego a mi mejor amigo que es abogado también, miro a mi padre

— Está bien— expreso y se calla— me haré cargo de esos niños papá, solo si la prueba de ADN da positiva

— Y lo hará — dice el abogado de Renata, ¡por Dios! ¿cómo ella pudo criar a tres críos? aún sigo pensando que se suicidó

— Más te vale Tristan que no me estés mintiendo — dice mi padre señalándome— quiero ver que te hagas cargo de tus hijos, al fin una responsabilidad que te hará ser un hombre de verdad, mira, me das nietos y ni tú sabías — ríe

— Papá

— Aún sigues pobre, ya te quité la casa y el auto y cancelé todas tus tarjetas

— ¿Y cómo quieres que críe a esos niños? sin dinero no se puede

— Trabajando, vivirás solo del sueldo de fotógrafo así que más te vale ir a la empresa y hacer tu trabajo bien, alguien va a vigilarte y si no trabajas no cobras y claro, aún debes casarte, tienes un año— luego de eso mi padre sale y detrás de él sale el abogado de Renata, ¡maldición! si no recuerdo ni a la tal Renata

— ¿Aceptaste tan fácil? — pregunta Damien y sonrío

— ya ves, mi padre me ha quitado todo y Renata le ha dejado una fortuna a esos tres niños así que, cogeré ese dinero

— Pero debes tener a los niños, vivir con ellos, ser padre Tristan

— Ya lo sé, buscaré niñera, cuando tenga una esta se hará cargo de esos mocosos y yo seguiré viviendo mi agradable y placentera vida Damien, lo tengo todo controlado

— ¿Y dónde vas a vivir? tu padre te quitó la casa— bufo, tiene razón

— Préstame dinero anda— mi amigo rueda los ojos— solo será hasta que cobre el dinero de Renata

— Está bien, te prestaré para que rentes una gran casa, vas a necesitar espacio, son tres niños de seis años

Me siento frente a las tres criaturas, tienen los ojos grises como yo y el cabello también igual al mío, diría que hasta algunas de mis facciones, resoplo, si no se parecieran a mi todo sería mucho mejor

— ¿Cuáles son vuestros nombres? — cuestiono mirando a cada uno

— Soy David— dice el niño sonriendo como un demonio

— Yo Jennifer y ella

— Karol— me detengo a mirar a las niñas, tendré que ponerles pulseras con sus nombres porque son exactamente iguales, maldición

— Bien, yo soy

— Tristan — dicen a la vez— nuestro padre— agrega David

— ¿Cómo saben? — exclamo mirando a mi amigo que sonríe

— Porque mi hermana les contó todo — veo a la hermosa mujer que entra y sonrío, si así era Renata ya veo por qué le puse el término de novia— soy Leslie

— Un bello nombre — me acerco más a ella— eres la tía de ellos, debes conocerlos bien, quizás podríamos tomar algún café mientras me dices cómo son— le hablo mientras recorro su cuerpo con mi mirada, está buenísima

— No hace falta señor Harper, puedo decirle cómo son mis sobrinos ahora y aquí mismo

— Bien, pero por si ocurre algún problema — saco mi tarjeta— aquí tienes mi número personal, llámame cuando quieras linda, siempre estoy disponible

— Leslie, ese es mi nombre—suspiro mirando sus ojos

— Y claro que lo recuerdo, nunca había escuchado nombre más lindo que — un carraspeo me interrumpe y miro a mi amigo que me hace señas hacia los niños, los cuales me miran sonriendo

— ¿Ya terminó señor Harper? puede llevarse a los niños y más le vale cuidarlos bien, ni siquiera sé por qué mi hermana te los dejó a ti que nunca has estado presente — asiento, yo tampoco entiendo por qué joderme la vida así, seguro lo hizo por despecho, maldita la Renata

— No me dijo al fin cómo eran mis hijos— alzo una ceja sonriendo, ella sonríe también, mira a los niños y luego a mi

— Son demonios señor Harper— trago en seco—lo único que tienen de niños es la edad y cuando único su vida no será un infierno es cuando duerman, suerte, va a necesitarla

★★★
Verónica

Siento la cama hundirse a mi lado y entonces los brazos de Bradley envolverme, yo no me muevo, ni lo miro y mantengo mis ojos cerrados mientras una de sus manos acaricia mi pierna

— Vero tienes que salir de esta cama, han pasado dos días, vas a enfermar preciosa— dice en mi oído y deja un beso en mi cuello

— No es justo Brad— me incorporo — no es justo que mi hijo, mi bebé sea ciego, mírame a mí— señalo todo el lugar— soy rica, soy famosa y tengo una gran vida, no es justo que él no pueda ver, que viva en ese lugar triste, ¿por qué él? ¿por qué mi bebé? es un niño maldición — salgo de la cama sintiendo otra vez mis lágrimas correr

— La vida no es justa, ya lo sé, pero no puedes rendirte Vero, ¿qué vas a hacer?

— No lo sé, quiero ir y hablarle y besarlo, abrazarlo pero

— ¿Qué te detiene? — Brad se acerca a mí— Verónica llevas muchos años buscándolo y al fin sabes donde está

— No puedo decirle que es mi hijo, nadie puede saber eso Brad, lo sabes— expreso con voz apagada mi triste realidad

— Pero puedes ser su amiga—comenta mirando mis ojos— puedes conocerlo, Nicolás no es un niño cualquiera, es extremadamente inteligente, tiene un coeficiente intelectual mayor que el de cualquiera de nosotros, con él podrías hablar de cualquier cosa

— Tengo miedo— susurro y me siento en la cama

— Verónica nunca tiene miedo— Brad toma mis manos—por cierto, tu padre estuvo preguntándome por ti

— No tengo padre Brad— digo con vos fría y me separo de él

Luego de hacerle una generosa donación al orfanato voy hacia el patio, miro a los niños que abren contentos los juguetes que traje, sonrío y entonces le veo a él donde mismo lo vi hace dos días, trago el nudo en mi garganta y doy varios pasos hacia él, pero qué le digo? me quedo a una cómoda distancia sin dejar de observarlo, es tan lindo

Luego de minutos en silencio Nicolás se pone de pie, pero algo cae de sus manos, comienza a buscarlo en el suelo sin lograr nada y me acerco

— Yo lo recojo — murmuro y tomo en mis manos la pulsera, mis ojos se llenan de lágrimas y ahora no tengo dudas, es mi hijo, puse esto en su manito cuando era un bebé

— ¿Me lo das? — veo su mano extendida hacia mí— es importante— tomo su mano, ese tacto eriza toda mi piel provocándome un sinfín de emociones y dejo la pulsera en su mano

— Es linda

— Es lo único que tengo de mis padres— comenta  en voz baja— ¿me ayudas a ir a mi habitación? ¿Eres nueva aquí? nunca había escuchado tu voz

— No trabajo aquí, lo siento— él asiente y vuelve a sentarse

— Disculpa, aveces voy solo, pero la última vez acabé perdido — ríe y río con él, me siento a su lado— ¿Por qué estás aquí? ¿Vas a adoptar a alguien?

— No— susurro cuando en verdad quiero gritar que soy su madre— solo traje regalos a los niños

— ¿Cómo te llamas?

— Verónica — digo mirándolo, me es imposible dejar de hacerlo

— Verónica yo no he recibido ningún regalo, tengo 10 años— me quedo muda, ¿y ahora que? es verdad, él no tiene nada, joder, los nervios me atacan, pero entonces el chico comienza a reír — estoy bromeando

— Pero tienes razón Nicolás, no tienes juguetes

— ¿Cómo sabes mi nombre? — cuestiona volviéndose hacia mí y mi corazón comienza a latir fuerte, menudo error, que tonta eres Vero




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