La sorpresa llegó cuatro semanas después de haber estado con Esteban. Me encontraba en la facultad, después del almuerzo.
Estaba en la cafetería de la facultad, cuando de la nada debí salir corriendo a los sanitarios de mujeres debido a un ataque de nauceas. Quizás algo de lo que comí me había caído mal.
-¿Maga estás bien? -La voz de Marianela resonó desde el otro lado de la puerta.
-Si, de seguro algo que comí y me cayó mal. -Respondo saliendo del cubículo para enjuagarme la boca.
-Ten. -Patricia me tendió un chicle de menta.
-Gracias. -Respondo tomándolo y luego de sacarle la envoltura me lo metí en la boca.
Después de mi paso por la enfermería y salir con un certificado médico para el resto de las clases de ese día, me dirigí a la biblioteca a estudiar para un parcial.
Mientras leía los resúmenes sobre Derecho Romano, pude oír que un grupo de estudiantes entraba por la puerta del frente haciendo demasiado barullo. Al levantar la vista, distingo a Esteban entrando de la mano con Micaela Díaz. Cuando me enteré casi de dió un infarto, o sea, de todas las mujeres en la facultad, ¿Por qué justo tenía que ser ella? Si hubiese sido con otra no me hubiera molestado tanto.
Con Micaela nos llevamos mal desde el primer día de cursada debido a un mal entendido. Es más, creo que su principal misión en esta vida, es la de hacer mi vida de a cuadros.
Vuelvo a centrar mi vista en mis libros después de que la señora Rossi los amenazara con echarlos si no hacían silencio, no sin antes percatarme de que la novia de mi "ex" amor platónico me lanzara una mirada cargada de celos por estarlos viendo.
Por milésima vez, en menos de diez minutos intento concentrarme en lo que estoy leyendo, pero resulta imposible cuando un Dios griego se instala en el mismo espacio físico que tú junto a la causante de tu mal humor de cada semana, y para empeorar aún más las cosas, resulta imposible concentrarse en algo cuando estas intentando por todos los medios, desenamorarte de él y el destino se empeña en que te lo cruces en todos lados.
Estoy con la vista clavada en leer "Derecho objetivo y Derecho subjetivo", cuando algo se instala frente a mí y para mi gran consternación ese algo es Micaela.
-¿Qué haces cerebrito? -pregunta con voz chillona e irritante.
-Eso a ti no te importa.
-Uy, que mala eres Alonso, una aquí queriendo ser amable y tú sales con tus contestaciones.
-La verdad es que no me interesa lo que creas Diaz. -Respondo llamándola por su apellido.
-Como sea, solo vine para decirte que mantengas tus ojos lejos de "mi" novio. -Escupe resaltando el mi.
-No sé de lo que estás hablando, yo no lo estaba viendo. -Respondo con voz irritada, si bien sabía que era mentira, no iba a dejar que ella lo supiera.
-¿Todo bien por aquí? -la voz de Esteban llega flotando hasta nosotras, cosa que me tensa, no estoy preparada para verlos juntos cerca de mí.
-Si cariño, solo estaba hablando con mi amiga. -Dice sarcásticamente.
-Con permiso. -Digo levantándome del asiento y recogiendo mis cosas- Y que quede claro, tú y yo no somos amigas.
Y sin más, pasando por al lado suyo, me encamino hacia la salida.
Estaba llegando al estacionamiento, cuando escucho la voz de Esteban llamarme a mi espalda.
-¿Qué quieres Esteban? -pregunto con voz cansada- Por si te perdiste, Micaela está en la biblioteca.
-¿Qué fue aquello? -pregunta él con rastro de confusión.
-Nada, es solo que "tú" novia y yo no nos llevamos bien. -Respondo, metiendome de una vez por todas adentro de mi coche y luego de ponerlo en marcha, lo dejo ahí plantado.
Los dos días siguientes me los pasé yendo al baño debido a las nauseas y hoy no era la excepción, esto ya era raro para ser una descompostura normal. Tomé mi móvil y fui a mi aplicación de calendario.
Ok, debe de haber algún error. Al ver los días tachados, el mes pasado y comparándolos con los de ahora, llevo tres semanas de retraso. Un sudor frío comienza a invadir mi sistema. 《Tranquila Magalí, debe de ser el estrés de los parciales el por que no te haya venido el período.》Me digo internamente
Decido salir de la duda ya que no quiero seguir martirizándome.
Tomo las llaves del auto y conduzco hasta la primera farmacia que encuentro.
-Buen día. -Saludo a la farmacéutica de unos cincuenta años, más o menos.
-Buen día, ¿En que te puedo ayudar? -pregunta con una sonrisa, la cual se esfuma en cuanto escucha lo que le pido.
-Una prueba de embarazo, por favor. -Digo sintiéndome igual que un pollito mojado sin su mamá.
-Ay, estos jóvenes de hoy en día. -Resopla la mujer en voz baja, pero aún así la escucho- Se creen adultos.
Una vez que me entrega la prueba, se la pago y me marcho de vuelta a la pensión.
Ya cuando estoy allí, me interno en el baño y procedo a realizarme la prueba.
Cinco minutos después me encuentro sentada en mi cama contemplando la prueba con manos temblorosas, viendo como todo mi mundo se colapsa en tan solo unos segundos. Sin duda toda mi vida acaba de dar un giro de ciento ochenta grados.