Un pasado en el olvido

Hambriento

Moondai iba de regreso a casa, llevando la carretilla vacía, caminaba con toda tranquilidad aún cuando vio una ambulancia pasar a toda prisa, tanto que hizo volar su pelo e hizo que volteara a ver a dónde dirigía con la sirena alertando a cualquiera, un  pensamiento apareció de manera inevitable "espero que se pueda pagar lo del tratamiento" siguió avanzando "tengo suerte de que ella me apoye, aún sin tener esa obligación" mostró una leve sonrisa por el entusiasmo.

Llegó a casa cerrando la puerta detrás de sí, se escuchaba el sonido de la radio desde la cocina, esperó encontrarla, para su sorpresa todas las cosas que había dejado estaba en el mismo lugar y ella no estaba, la buscó por toda la casa, no había nadie en el  baño ni en los dormitorios, tampoco encontró una nota, solo estaba el teléfono descolgado, no había nadie más desde la otra línea, quedó confundido. 

De repente empezó a sentir un hambre tan grande como si hubiera pasado días sin comer, se dispuso a preparar el almuerzo para ambos así estaría listo para cuando ella vuelva, planeando hacer algo simple, sirvió los platos en la mesa, no espero mucho tiempo a que llegara, empezó a engullir todo lo que estaba en su plato al no ser suficiente también devoró lo que había dejado para Yan en muy poco tiempo. Esto fue una sorpresa hasta para el mismo.

Horas después Moondai estaba sentado en el sofá viendo la televisión a oscuras, miro al reloj, ya eran las 6 de la tarde “esta novela es la que Yan veía y la he acompañado en varias ocasiones” tenso la mandíbula “Ya han pasado varías horas ¿a donde pudo haber ido? ¿por qué no me dijo nada? ni una nota” Suspiró llevándose la mano a la frente por la frustración. Reflexionó la situación buscando calmar su angustia "tal vez tuvo una emergencia Y se fue, seguro volverá más tarde" miro la ventana, ya estaba atardeciendo, ella no debería tardar en volver.

Esa noche se mantuvo en el sillón sin poder pegar el ojo esperando a que volviera.  

Al día siguiente continuó en su espera, al ver que no volvía tomó su chamarra, unos guantes y una gorra para ocultar su pálida piel que le daban un aspecto enfermizo, salió de la casa en su búsqueda antes de que caiga la noche, lo que encontró fue a un grupo de gente amontonadas murmurando entre sí, lo curiosidad lo llevó a unirse a ellos por saber qué estaba pasando, un par de personas salieron de una casa cargando una bolsa de óbito, el lugar estaba rodeada de cintas amarillas, manteniendo lejos a la gente curiosa. De repente escuchó la voz de una mujer que estaba al micrófono frente a una cámara de algun programa de noticias - el asesino denominado por los ciudadanos “smiling” atacó a un hombre alrededor de las 6 pm en la calle San Loreto,  como en cada uno de los casos se ha encontrado el mismo mensaje pintado con la sangre de sus víctimas, según el registro de la policía este ya sería el vigésimo primer homicidio en el mes.

Él escuchaba las palabras de la reportera, la idea de que un asesino estuviera cerca de donde vivía hizo que sintiera escalofríos. Por alguna extraña razón pudo percibir el olor de la sangre, supo que provenía desde el interior de la casa.

Sintió que se le hacía agua a la boca y su estómago hizo ruidos fuertes siendo capaz de ser escuchado por las personas que estaban más cerca de él, avergonzado lo en público.

Al llegar de vuelta a casa, fue directamente a la cocina para buscar algo de comer en el refrigerador, comió lo encontró en la parte de abajo sin importar que estuviera frío, sin embargo, eso tampoco había sido suficiente para satisfacer lo, la comida le parecía insípida y eso lo estaba desesperando.

Se dirigió a la sala de estar encontrándose frente a frente a un espejo, desde ahí pudo notar su piel extremadamente blanca, grandes ojeras y los dientes afilados como los de una piraña.

Sea lo que sea lo que estuviera en su sangre, lo estaba cambiando severamente. 

"¿Qué es lo que está pasándome?" Se veía asustado consigo mismo " espero que Yan vuelva pronto, necesitaré ir al hospital" tenía mucha hambre, se quejó por el dolor de estómago 

Al tercer día se dio cuenta de que se había acabado todo lo que estaba en la nevera y su hambre era mayor, azotó la puerta con enojo. Usando prendas de más para tratar de tapar su aspecto se dirigió al supermercado, llevaba unas cuantas monedas que encontró por lo que no podía darse el lujo de comprar muchas cosas, caminó por los pasillos llevando un carrito para las compras, no estaba muy seguro de que comprar ya que tenía tener el mismo problema de comer y nunca saciarse. De un momento a otro percibió un olor agradable, no dudó en ir a ver de qué se trataba. Pronto estuvo rodeado de una gran variedad de carne de diferentes animales, empaquetados en un ambiente frío.

Moondai ladeó la cabeza frunciendo el ceño, extrañado se acercó aún más para asegurarse que el olor provenía de la carne congelada, su olfato no lo engañaba, observó la consistencia con un hambre voraz teniendo la misma sensación que tuvo al momento de estar en la casa donde sucedió el homicidio. 

Sin darle más vuelta al asunto, regreso a casa con las compras, se apresuró en ir a la cocina para freír un pedazo de carne, lo colocó en la sartén y se quedó de pie frente esperando, el olor que despegó era diferente y para nada apetecible, fastidiado, miro nuevamente la carne que estaba en la bolsa, lo tomó y lo miró, primero lo olfateo y esto lo animó en darle un mordisco, gracias a sus dientes puntiagudos que fue fácil de desgarrar. 

Pudo sentir el sabor a pesar de que estuviera frío, después de toda la comida insípida y el hambre hacía que fuera lo mejor que había probado, comió de lo que tenía en la mano, apenas masticaba y lo termino en cuestión de segundos, El sentimiento de inquietud apareció con la idea de que la carne cruda sea lo único que pudo satisfacer su hambre.

Esa noche, empezó a llover acompañada de fuertes truenos, no podía dormir en el sofá, ya que estaba cerca de la ventana, así que se levantó y caminó en dirección al pasillo, arrastrando los pies por el cansancio, se metió a la habitación de Yan y se dejó caer sobre la cama, mirando al techo con una expresión de angustia y aflicción "espero que vuelva pronto" pensó para sí mismo, se acurruco entre las sábanas buscando conciliar el sueño "la extraño" 




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