Un Pasado Para Daril

Invitados inesperados

            El gran reloj de pared que había en el salón comedor dio las cinco, Daril oyó un ruido cercano de cascos y al asomarse a la ventana, vio que un carruaje tirado por dos caballos paraba enfrente de su puerta. ¿Quién sería?

           De inmediato oyó con fastidio como los dos canes se ponían a ladrar y a gruñir rabiosos y vio divertida como los dos hombres que querían entrar dudaban nerviosos, pero al final uno de ellos, no lo pudo ver a causa de la penumbra (en su calle había una farola de gas pero no daba mucha luz) tomó la iniciativa y al final picaron al timbre de la verja de entrada.

             Daril salió a recibirlos y cuál fue su extrañeza al ver al hombre de la agencia junto a uno más joven.

            - Buenas tardes Srta. Taylor, ¿me recuerda? Soy el dueño de la agencia, perdone si me excedo en mi atrevimiento, pero le quiero presentar al Sr. Bladmore, estudiante de medicina, es conocido mío y le hablé de usted, pensé que sin duda se encontraría muy sola sin conocer a nadie en esta ciudad tan grande y no rechazaría algo de compañía. Espero sepa comprender mi preocupación y... - el tipo no dejaba de hablar, disculpándose excesivamente y Daril los miró a ambos sin saber si dejarlos pasar o enfadarse.

            - Christopher, esta es la señorita de la que te hable.

            - Oh... yo pensé...- tartamudeó el joven algo sofocado.

            - ¿Qué te pasa? ¿Acaso pensaste que se trataba de una anciana solterona?

          Daril vio como el joven parecía sonrojarse hasta las cejas y la miraba con los ojos muy abiertos, algo sorprendido. Daril no supo cómo, pero algo en su semblante, su aspecto cordial y su sonrisa algo tímida le produjeron una gran empatía y la hicieron decidirse a dejarlos pasar.

            - Es usted muy amable al haberse preocupado por mí.- dijo ella pidiéndoles los abrigos, a Daril aquel hombre de bigote negro y medio calvo no le caía demasiado bien, parecía que quería inmiscuirse demasiado, pero dejó de lado sus prejuicios en favor del otro hombre, que parecía realmente incómodo.- pasen, les prepararé unos cafés. El hombre de la agencia miró hacia el interior de la casa y preguntó extrañado:

            - ¿No dispone de servicio? Me ha extrañado sobremanera que saliera usted misma a recibirnos.

            - Bueno, la casa se ha quedado vacía, pero de inmediato pondré remedio, una casa tan grande necesita varias manos para cuidarla. - al dejarles paso para que entraran, el hombre negó disculpándose:

            - Perdonen, pero tengo que irme, soy un hombre ocupado y el carruaje me espera, solamente he venido para acompañar a mi amigo hasta aquí... les deseo una agradable velada.

           Tanto Daril como el joven, lo miraron alejarse sorprendidos, entonces la chica cerró la puerta y una vez hubo colgado su abrigo en el perchero de la entrada, lo acompañó hasta la salita. Vio que la chimenea estaba apagada y sin que a ella le diera tiempo para nada, el amable joven se apresuró a encenderla. Ella lo observó en silencio pero atentamente, fijándose en todos los detalles; le había salvado casi la vida, ya que ella no hubiera sabido cómo hacerlo.

           Cuando hubo terminado de encender la chimenea, el joven la observó arrodillado frente al fuego, tenía un aspecto bastante cómico, tan bien trajeado y lleno de hollín la cara y las manos. Daril disimuló una sonrisa y mientras iba hacia la cocina le preguntó:

            - ¿Qué prefiere, té o café?

            - Café, gracias. - mientras buscaba todo lo que necesitaba entre los cacharros, oyó como el hombre alzaba más la voz para decirle - siento mucho todo esto, yo no quería molestarla, mi amigo Harry me informó que había una señorita que hacía poco se había mudado a la gran mansión y que necesitaba algo de compañía... no me dio más explicación, por lo que pensé que se trataría de alguna señora mayor que ya había concertado con él nuestra visita.

              Daril por fin vino con la cafetera y dos tazas y mientras le servía el café, lo tranquilizó sin darle más importancia, seguramente aquella situación resultaba chocante y seguramente para la mentalidad de la época, no era usual que un hombre joven estuviera a solas con una dama.

            - No se preocupe más por eso, Sr. Bladmore, la cuestión es que esta aquí y no hay que darle más vueltas.- y mientras se sentaba a su lado le dijo - la verdad es que el señor de la agencia tiene razón, hace un día que llegué y se me hace un poco cuesta arriba estar aquí; en Nueva York vivía en una casa muy pequeña. Cuando ustedes dos llegaron, tenía la intención de salir a poner un anuncio pidiendo servicio doméstico, así no estaré tan sola. - El joven al acto hizo amago de levantarse:

            - ¡Oh, cuanto lo siento, tiene cosas que hacer y le estoy entreteniendo con mi presencia! - Pero ella lo calmó:

            -  Relájese por favor, sería una pésima anfitriona si le dejara marcharse ahora, ya que lo han traído para que me haga compañía, “hágame compañía” ... y ahora que lo pienso, no pareces mucho mayor que yo, llámame Daril por favor y yo podré tutearte también - éste la miró con la boca abierta, enormemente asombrado por su respuesta, sin duda no esperaba esa actitud en una señorita. Por un momento no supo si responderle o marcharse corriendo, pero quizás su buena educación lo hizo permanecer allí, clavado al sillón.




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