Un Pasado Para Daril

Preguntas y respuestas

- ¿Qué os apetece hacer? Disponemos de unas pocas horas antes de la cena. Después podremos charlar más tranquilamente, estoy deseando conocer cosas sobre ti.

      - Pues me gustaría mucho ver los alrededores.- dijo Daril. Le impacientaba con qué tranquilidad actuaba aquel hombre, todavía no se había acostumbrado a la lentitud con que transcurrían los acontecimientos, la manera reposada de ver la vida de aquellas gentes. En su época, ya habría comenzado el interrogatorio, pero allí disponían de todo el tiempo del mundo.

      - Vayamos pues, le diré a Macius, nuestro mayordomo que nos ausentaremos durante unas horas. Mientras salían, su tío cojeando de la pierna derecha, Tommy lo señaló y preguntó con curiosidad:

      - ¿Por qué andas así?- Daril sintió mucha vergüenza por la falta de tacto y quiso disculparse por él, pero éste no pareció darle excesiva importancia y explicó:

      - Ya veis, me caí de mi caballo al tratar de apagar un incendio, el caballo se encabritó al caerle una rama encendida y me tiró al suelo.

      - ¡Oh! ¿Qué pasó?¿se incendió algún bosque próximo a la casa?

            - No, hubo una intensa tormenta y un rayo cayó en el establo. Naturalmente murieron todos los animales, incluidos los que había fuera, quedaron totalmente calcinados. Fue una auténtica tragedia, yo mismo, ayudado por mi capataz y otros dos hombres, logramos evitar que las llamas se extendieran a la casa y a los bosques colindantes.

      - Pero aquello pasó hace ya tiempo, ¿no?

      - Así es, construimos un nuevo establo y finalmente todo quedó como al principio... bueno, por desgracia mi capataz murió presa de las llamas, lo sacamos moribundo y lo llevamos al hospital, pero cuando llegó ya había fallecido.- Daril observó que Tommy no estaba con ellos. Lo buscaron y al fin lo hallaron en uno de los establos, con uno de los ayudantes, un joven de unos diecisiete años, de complexión fuerte, piel morena y larga cabellera negra. Al llegar ellos los miró sin comprender:

      - Señor Butterfly, no sé de dónde ha salido este niño, vino corriendo hacia aquí y...- entonces se fijó en Daril y calló sorprendido.

      - No te preocupes Benjamin, es amigo de la señorita. - Daril cogió al niño por una mano y estaba regañándole, cuando su tío le informó:

      - Este es el hijo de mi antiguo capataz, se encarga de las cuadras, Benjamin “ojo de halcón” de la tribu Kikapú, una de las numerosas etnias esquimales del país. Esta es mi sobrina, la Srta. Taylor.

      - Hola.- dijo ella con timidez mirándolo fijamente; nunca antes había visto tan de cerca a un indígena de Canadá. El muchacho parecía muy joven pese a su elevada estatura, de ojos ligeramente oblicuos, largo cabello negro atado con trenzas, de brazos musculosos, seguramente por tener que realizar tareas pesadas. Su tío carraspeó acercándola hacia los caballos.

      - Si lo deseas, mañana puedes venir y coger alguna de las yeguas, me imagino que sabrás montar, ¿no?- ella negó - ¿cómo? Yo te enseñaré, es imperdonable que una Butterfly no sepa montar. - Daril miró los altos caballos y sintió miedo.

      - Otro día, ¿vale?

      - Será ahora. Benjamin, saca a “Dama” y ensíllala, vamos a darle una clase práctica.- el chico obedeció y cuando estuvieron los tres frente al establo, Tío Steven ayudó a montar a su sobrina. A ésta le costó mucho, trató de poner los pies en los estribos, pero al subir, estiró demasiado la rienda para sujetarse e hizo que el animal se encabritara provocando su caída. Daril se quedó sentada en el suelo y no le dolió tanto la caída, como el bochorno de hacerlo delante de su tío y de algunos ayudantes, que habían salido del establo para ver qué había sucedido.

Entonces oyeron que se aproximaba una carreta con dos caballos. En ella había una hermosa mujer y a su lado otra de raza india, la cual llevaba las riendas. Benjamin se apresuró a ayudar a su señora y luego se llevó el carromato para desenganchar a los animales y darles de comer. Daril rápidamente se levantó y se frotó discretamente las partes magulladas. Su tío, que se había subido a la yegua para poderle mostrar como se hacía, bajó de inmediato y ordenó a otro chico que se llevara al animal. Fue a recibir a su esposa, la cual miró de reojo a la chica, mientras la criada iba para la casa con varios paquetes de comida. De pronto, parecía que su tío se había olvidado de ella, le dio un abrazo a su esposa y los dos reían; parecían muy enamorados. Entonces Steven se giró para mirarla y le dijo:

            - Vamos, acércate para saludar a tu tía Martha.- ésta le dio dos besos y pudo verla más de cerca.

            Tenía la tez muy pálida y el dorado cabello recogido en un moño alto, sus ojos eran grises surcados de finísimas arrugas.  Su tía la miró de arriba a abajo y preguntó:

      - ¿Has venido de visita o para quedarte unos días?- ella fue a contestar que solamente había venido a verlos, cuando su tío contestó por ella.

      - Se quedará unos cuantos días, claro está.

      - Pero... yo creí que... además no he traído equipaje.- la mujer miró a su marido sorprendida, pero éste dijo muy seguro de sí mismo.




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