Un Pasado Para Daril

Sobresaltos a media noche

Cuando llegaron, notó como Christopher le daba palmaditas en la cara para despertarla. Ésta se incorporó a regañadientes con ojos lagrimosos, oyendo muy lejano el ladrido de sus perros. Christopher hurgó en sus bolsillos para coger las llaves y abrieron. Allí les salió a recibir Carol, que estaba preocupada porque ya era medianoche.

      - ¡Oh! ¿Qué le ha pasado?

      - Nada, que comenzó a beber y ninguno nos dimos cuenta hasta que Michael, mi primo observó que la señorita no se encontraba en condiciones para seguir la conversación. Pero descuida que mañana estará bien... bueno, quizás tenga un poco de jaqueca, pero una infusión le aliviará.

            Carol trató de cogerla ella sola, pero la joven se dejó caer en peso muerto y por poco no caen las dos al suelo, si no llega a intervenir Christopher.

      - Será mejor que la subamos los dos a su habitación.

      Mientras la llevaban escaleras arriba, Daril abrió a medias los ojos y le dijo a su criada:

      - Espero que no me faltes al respeto por eso.- y se rió por lo bajo. Ellos no le hicieron caso y ésta bajó la vista algo mareada. - ¡uf! como se mueven los escalones...

 

       Abrió los ojos sobresaltada, todavía estaba alterada por aquel sueño, un coche se precipitaba a toda velocidad contra ella, entonces todo fue confusión, gritos, una explosión, trozos de metal y cristales que saltaban por los aires y entonces fue cuando despertó. Notó un extraño peso a los pies de su cama y se incorporó, como todo estaba a oscuras, encendió la lamparita que había en la mesita de noche y  pudo ver lo que había en la cama, era un libro, un libro grande, como si fuera una enciclopedia y al cogerlo y ver la portada y las páginas de su interior, no pudo menos que emitir una exclamación. Era un libro sobre el reino animal, concretamente de peces y las hermosas fotografías que había dentro mostraban que tenía que ser por lo menos del siglo XX.

      - Parece ser uno de los tomos pertenecientes a una enciclopedia.- por un momento pensó en la conexión. Claro, la prima de Christopher necesitaba acabar un trabajo sobre peces en la escuela, le había prometido que le buscaría información en su biblioteca,  pero no podía darle aquel libro. En realidad todavía no había sido escrito, todo lo que ponía allí eran conocimientos de grandes científicos y zoólogos de su época y si alguien lo descubría, podía cambiar seriamente el curso de la historia. Le dio vueltas y más vueltas entre sus manos, ¿quién lo podía haber puesto en su habitación?

           Se levantó completamente desvelada y se asomó a la ventana. Fuera todavía era noche cerrada, con un cielo libre de polución, cubierto de estrellas, que se apreciaban perfectamente al haber total ausencia de luz.

            Se puso las zapatillas y una bata y salió con el libro al pasillo, no tenía idea de donde había salido, pero debía esconderlo; ya buscaría otro más adecuado para dejárselo a la niña.

            Ando pasillo adelante, pasando de largo la habitación de Carol y entonces con un leve “clec” algunas habitaciones se entreabrieron a su paso en la penumbra. Daril esperaba que fuera causado por una corriente de aire, pero entonces se dio cuenta que las que se abrían eran las estancias que anteriormente estuvieran cerradas con llave.

            Enormemente intrigada entró en algunas pero estaban a oscuras, entonces oyó a alguien cantar y al abrir del todo una de las habitaciones, se encontró con una habitación infantil. Una leve luminiscencia alumbró la pequeña e irreal figura que jugaba, montada sobre un caballito de madera, balanceándose sin dejar de tararear. No entendió la canción, parecía otro idioma, aunque muy extraño, una especie de latín o alguna lengua antigua.

            - “Mia bela knabino, vi krucis tre longan ponton kiu cin portis tre malproksime, al la pais de viaj songo, kie l'gojo kaj gi esperas...”

            Al ver a la chica, parada ante la puerta, la niña dejó de cantar y le sonrió sin dejar de balancearse. Por supuesto era Rosalind, que había vuelto a manifestarse allí, en la casa de su niñez. La niña miró el libro de peces que llevaba  Daril y lo señaló:

      - ¿Te gusta?

      - ¿Me lo has traído tu? ¿Dónde estaba? -  la niña bajó de un salto de su caballito y yendo hacia ella le estiró de una mano para que entrara. Le enseñó su habitación, que de golpe se había iluminado, parecía que fuera de día, porque se veía todo perfectamente y la ventana estaba abierta de par en par. Daril trató de asomarse para ver el exterior, pero la niña no quiso y la retuvo con fuerza a su lado, estirándole del brazo hacia otro lugar.

     - Mira, esta soy yo.-  y le mostró una pintura. Ya que parecía haberse roto la barrera que impedía al principio comunicarse con ella, Daril aprovechó para preguntarle:

      - ¿Por qué  estás aquí?

      - Es mi casa .-  contestó la niña sencillamente.

      - Pero... no puede ser. Tu eres una niña otra vez y si eres mi bisabuela, tendrías que estar... - no se atrevió a pronunciar esa palabra. La niña no pareció hacerle mucho caso y le estiró de la mano para llevarla de nuevo al pasillo. Entró en otra habitación que por norma tendría que estar cerrada como las otras, pero que ahora, como por arte de magia estaba abierta. La niña reía enormemente emocionada y cuando estuvo en el centro, todo volvió a iluminarse. Ésta vez Daril no estaba sujeta por su mano y logró asomarse a la ventana, pero lo que vio hizo que volviera a apartarse con un respingo. Fuera había una luz blanca tan brillante que la cegó y no pudo ver nada del exterior.




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