Un Pasado Para Daril

Un pasado para Daril

"Llegué aquí desde un remoto lugar, en otra galaxia situada a muchos años luz, su nombre no es relevante ahora, pero me enviaron como a muchos otros como explorador y científico. Escogí una gran ciudad como Nueva York, podría haber sido cualquier otra, pero como tampoco conocía demasiado de vuestro planeta, pues me atrajo la luz y el incesante movimiento de gente.

De inmediato tomé contacto con un grupo de científicos que estaban desarrollando un importante proyecto y decidí ayudarles… muy pronto comprendí que había sido un tremendo error por mi parte, pero supongo que por entonces desconocía la naturaleza perversa del ser humano y aquello lo hice movido por la curiosidad. En seguida me di cuenta de lo poco que desarrolláis vuestra capacidad cerebral, se os ha concedido un gran potencial, pero no sois capaces de incrementarlo, de sacarle todo el partido posible. Querían obtener el control del tiempo y el espacio, facultades que en mí resultan innatas, pero que ellos nunca podrían desarrollar sin mi ayuda.

Les expliqué que, mediante un objeto cualquiera, podría llegar a transmitir mis conocimientos en él, pero para eso debía estudiarlo, modificar sus características naturales para el fin que deseábamos. El objeto en cuestión iba a ser un reloj, “este reloj” que con gran valor has podido recuperar, mi querida Daril.

—Las notas en tu estudio... — lo interrumpió Christopher.

—Bueno sí, pero eso fue más adelante. Cuando por fin estuvo listo, debíamos hacer una prueba para ver si realmente funcionaba. Se decidió de común acuerdo enviarme a mí junto a otro científico, un joven emprendedor y con demasiadas ansias de poder, que de inmediato pidió ser voluntario. Nunca pensé que resultaría ser una lacra en mi vida personal y en mi trabajo.

El experimento resultó un éxito, el reloj nos llevó a mí y al científico hasta el Boston del siglo XIX. Éste se maravilló al ver lo que habíamos podido conseguir y al instante, movido por la codicia y el poder, trató de apoderarse del reloj. Aquel hombre se vio de golpe dueño del tiempo y del espacio y creyó que, teniendo ese poder, lograría trasladarse a diferentes épocas de la historia, cambiar a su antojo el pasado y conseguir así ser como un dios. Me alejé de él cuanto pude y estuve una temporada en aquel lugar, dudando si regresar al Nueva York del futuro con el reloj, pero aquello resultaba peligroso en manos inexpertas, no debía entregárselo a aquel grupo de científicos, porque comprendí que todavía no estaban preparados para asumir aquel enorme potencial. Decidí quedarme allí durante un tiempo, a mi acompañante le perdí la pista, supongo que, atrapado sin remedio sin poder regresar a su propia época, decidió integrarse y rehacer su vida. Conseguí con facilidad una fortuna y decidí construir esta mansión, me recluí en su estudio y traté de modificar las características de ese artefacto, hacerlo menos peligroso, hice varias pruebas y vi que ahora se podía viajar con él por el tiempo, pero de forma incorpórea, podía ser testigo de todo cuánto sucedía, pero sin interferir en nada, solamente como mero espectador, aunque el reloj era bastante inestable. Entonces algo sucedió que hizo que desease quedarme allí para siempre; conocí a una bella muchacha llamada Elisabeth.

Fue muy fácil conseguir que me admirase y luego, más adelante consintiese en ser mi esposa. Nos casamos y fuimos a vivir aquí, en su compañía decidí romper con todo y seguir una vida como humano, como terrestre, había nacido en mí un sentimiento hasta ahora desconocido; el amor. La vida en este lugar era sencilla, sus gentes no pedían mucho, no tenían muchas pretensiones, solamente tenías que ser aceptado en la sociedad y sin duda lo conseguí.

Con el tiempo descubrí maravillado que podía tener descendencia y mi hija, quien había heredado algunos de mis poderes mentales, resultó ser muy inteligente. Solamente existía un problema en aquella idílica vida; los terrestres envejecen de una manera extremadamente rápida y yo seguía siendo igual de joven.

Poco a poco me entró el temor por ser diferente, todavía no se notaba la diferencia de edad, pero tuve la decisión de llevarme a mi familia a un lugar seguro, donde no pudiera despertar sospechas. Pero cuál fue mi asombro, cuando descubrí que mi esposa volvía a estar embarazada. Todos mis planes se vinieron abajo, hubiera sido capaz de, (mediante sugestión mental) llevarme a las dos hacia otra época, sin recurrir a aquel reloj que ya no servía, quizás hacia mi propio hogar, pero aquello no entraba en mis planes, era muy peligroso para su salud intentar algo así con otro ser vivo en sus entrañas.

Sé que mi decisión no fue la más acertada, pero en aquellos momentos estaba un poco desesperado y el reencuentro con aquel científico no mejoró las cosas.

 

Fue un fatídico día, mi esposa se había ido de compras acompañada por la Sra. Hudson, dejándome al cuidado de la niña. De pronto me encontré de nuevo con él, estaba como loco, amenazó con matarme a mí y a mi familia si no le entregaba el reloj. Mi hija lo vio todo, se mantuvo valientemente sin gritar ni llorar, como comprendiendo que aquello era entre él y yo.

Fue una pelea terrible, el hombre a punto estuvo de arrebatármelo por la fuerza, pero no contaba que, aunque yo no era más fuerte físicamente, podía valerme del poder mental y así lo hice, creé una barrera e hice que aquel reloj desapareciese, lo mandé lejos, donde nadie pudiera valerse de él.

El hombre no esperaba eso, se puso a sollozar y a gritar, diciendo que no quería quedarse allí, que quería volver a su presente, pero yo no me apiadé de él. Lo saqué a la fuerza de casa haciéndole jurar que nunca más volvería a molestarnos.

Pero ya nunca más estuve tranquilo, no podía confiar en él y lo único que se me ocurrió, fue, mediante sugestión, hacerle creer a mi esposa que su hija padecía una grave enfermedad y que tenía que llevarla a un especialista. Fue una decisión terrible, sacrifiqué nuestro amor, nuestro futuro juntos, para protegerla. Sé que aquello, en los años venideros, afectó en cierto modo a su salud, pero era lo mejor que podía hacer.




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