Un pequeño error

Capítulo 4: Rosas rojas y blancas

Alec

Ya he sembrado la duda en Megan y sé que va a investigar, sabía que sus manos no estaban del todo sucias, aunque desconocía que estuviese tan limpia, ¿de veras no sabe nada o fingía no saberlo? ¿Cómo es posible que esté tan engañada? Su inocencia me descoloca un poco, luego de llamar a alguien para que fuese a ayudarla me quedo cerca del pequeño hospital, no quería dejarla, pero tampoco la iba a obligar a tener mi presencia, además, de todas formas ya cumplí con lo que debía hacer y las cosas no pudieron ir mejor aunque no estaba en mis planes una lesión, la chica es fuerte, otra en su lugar no hubiese parado de llorar.

—Quiero que le mandes flores a su habitación de hotel —le digo a Antoni mientras vamos en el auto —y una nota que diga que espero mejore pronto.

—¿Por qué no al hospital? 

—Porque sé que no pasará mucho tiempo ahí Antoni —miro mi reloj —envíale rosas blancas y rojas, son sus favoritas —el hombre asiente.

—Aún no sé por qué ella hace tantas locuras —suspiro mirando por la ventanilla —tiene una lista de cosas que quiere hacer Antoni, no tiene sentido.

—Normal que quiera vivir la vida luego de pasar 26 años en una burbuja —asiento, es comprensible ¿pero cuál fue el detonante?

—Quiero saber lo próximo que hará y quiero estar presente —sonrío

—¿Está seguro? —asiento sin mirarle y cuando el auto frena bajo de este, al entrar a la casa el ruido de las personas hablando me detiene en seco, con el ceño fruncido camino hacia la cocina de donde provienen las voces y una vez que llego a esta me detengo, mi madre y Celia conversan alegres como si la casa fuera de ellas, yo odio el ruido y cuando carraspeo ambas voltean y me miran.

—Hijo mío —mamá viene hacia mí y me abraza —te extrañaba tanto —sonríe dejando sus manos en mi rostro, mis ojos van hacia la mujer que se ha quedado mirándome, la hermana de mi esposa está frente a mí, odio que sea exactamente igual.

—¿Qué haces aquí, Celia? —ella deja la tasa qué sostenía a un lado.

—¿Ves Margaret? A tu hijo no le hace ilusión verme —mamá bufa

—Hijo, ambas echamos de menos a Evelyn, hace meses que no veo a mi nieta —suspiro, miro los ojos de mi madre y luego los de Celia.

—Mil disculpas Celia, no es que no te quiera aquí, solo me sorprendí al verlas —ella asiente sonriendo y viene hacia mí.

—No pasa nada Alec —deja un beso en mi mejilla sin dejar su sonrisa, hasta eso es igual —¿puedo ver a Evelyn? —yo asiento y ella sale de la cocina, sujeto la mano de mi madre cuando iba detrás de ella.

—¿Por qué la traes mamá? 

—Es la tía de Evelyn mi amor, ella quería venir

—Madre, sabes que no soporto verla, es como si viera a mi difunta esposa frente a mí —mascullo con odio —es horrible tener por mi casa a una copia de Zenia y que no sea ella —mamá suspira

—Lo siento Alec, pero los meses han pasado, debes superarlo, también perdí a tu padre ese día hijo y Celia perdió a su hermana, sabes que ambas eran muy unidas, la pobre ni siquiera tiene casa, está muy mal, Zenia era la única que la ayudaba

—Ya te veo venir mamá —ella sonríe

—Déjala que se quede unos días Alec —niego rápido con la cabeza —te ayudará con Evelyn

—No necesito ayuda con mi hija mamá

—También me quedaré unos días —sonríe triste —odio estar sola en una casa tan grande —la miro desconcertado y ella sale de la cocina, debo buscar agua para bajar el enojo que tengo, paso una mano por mi rostro, si antes pasaba tiempo fuera de acá ahora más lo haré.

Termino el trabajo en mi despacho y salgo de este, mi hija lleva más de diez minutos llorando y me tiene con dolor de cabeza, no sé para qué demonios tengo tantas empleadas a su disposición, entro a su habitación, una estúpida la tiene en sus brazos intentando darle un biberón, pero Evelyn no deja de chillar.

—¿Eres nueva? —se asusta al escucharme y asiente rápido

—Si señor, yo

—Estás despedida —tomo a mi bebé en mis brazos —¿qué no oyes? —cuestiono mirando a la mujer que sigue aquí —lárgate ya —mascullo y rápido sale de la habitación, mi niña toma al fin el biberón y sonrío, la estúpida no sabía ni tomarla en brazos.

—Señor —una empleada entra —me dijo Lucía que la despidió, ella es nueva y no sabía cómo

—Debía tener a alguien para enseñarle lo que a mi hija le gusta y lo que no —comento sin dejar de mirar los ojos de mi bebé

—Sí señor, yo era la encargada de eso, pero

—Estás despedida también —digo bajando un poco la voz al ver que Evelyn cierra los ojos

—Pero

—Vete ya, Antoni te pagará —escucho la puerta cerrarse y suspiro, no pago una fortuna para cuidar de mi hija en vano.

Luego de más de una hora con Evelyn en mis brazos al fin me decido a dejarla en su cuna, a veces el tiempo se me va mientras estoy con ella y ni cuenta me doy, salgo de la habitación y al instante otra de las empleadas entra, mi hija nunca está sola y tengo muchas cámaras en su habitación, sé cada cosa que pasa ahí dentro, cansado y con sueño entro a mi habitación, pero me detengo al ver a Celia salir de mi baño en ropa interior y secando su cabello.

—Perdón Alec —me sonríe mirando mis ojos, yo tenso mi mandíbula —no había agua en mi habitación, debe de haber algún problema

—Tápate —mascullo, ella ríe y pidiendo perdón cubre su cuerpo con la toalla

—Duerme bien —me sonríe y pasa por mi lado, pero agarro fuerte su brazo, cuando me mira lo hace alzando una ceja y se acerca más a mí —¿deseas algo? —muerde su labio inferior, miro sus ojos.

—Si no hay agua en tu habitación entonces no te duchas o lo haces en otra excepto en esta —me mira incrédula —que no vuelva a suceder, tampoco quiero que vuelvas a entrar a mi habitación Celia, no quiero echarte a patadas de mi casa, solo estás aquí por mi madre y por tu hermana, ¿te ha quedado claro? —la suelto, ella solo se apresura hacia la puerta y sale, maldigo en voz alta sin poder contener mi rabia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.