Un pequeño error

Capítulo 5: Te estoy ayudando

Megan

Cuando el auto se detiene bajo rápido de este sin siquiera esperar a que mi chofer abra la puerta, agradezco que los periodistas ya no estén frente a la casa de mis padres, por lo que no necesito la ayuda de los guardaespaldas para entrar a la propiedad, mis pasos comienzan a hacerse más lentos al ver a mis hermanos fuera de la casa, Diego sonríe cruzándose de brazos y Marcos enarca una ceja. Seguramente están sorprendidos de verme y también yo me sorprendo de estar aquí, pero llevo una semana sin poder dormir pensando en lo que Alec me dijo sobre mi padre, me detengo cuando ambos se colocan en mi camino impidiendo mi paso.

—Papá no te quiere ver Meg —dice Marcos sonriendo.

—Lo sé, pero yo necesito verlo, ¿pueden quitarse? 

—Le harás perder millones —bufa Diego —¿y todo por qué? Porque saliste corriendo dejando al novio en el altar, los padres de Esteban te odian.

—Tuve mis razones

—¿Saldrás ahora con que te era infiel? Por Dios Megan, todos los hombres lo somos —ambos ríen y resoplo —¿y qué te pasó en el pie hermanita? 

—No les importa, quítense, necesito ver a papá

—Solo tengo dos hijos —la voz de mi padre llega hasta mí, mis hermanos se apartan y entonces lo veo a él en la puerta —y ninguno es una chica.

—Bien —suspiro —Mateo —por primera vez en mi vida le llamo por su nombre —¿podemos hablar? 

—Aun estás a tiempo, ¿has decidido casarte? Podremos convencer a Esteban de —se calla cuando niego con la cabeza

—Quiero hablar sobre los McAllister —su mirada se oscurece al escuchar el apellido

—Ese nombre está prohibido en esta casa —masculla con rabia, yo doy unos pasos hacia él.

—Me he encontrado varias veces con Alec McAllister —su mandíbula se tensa

—A mi despacho —siempre he dicho que la verdad abre puertas, con paso rápido sigo a mi padre hasta su despacho, este toma asiento donde siempre y yo frente a él —El infeliz se atreve a acercarse a mi familia —masculla haciendo algo en su teléfono —voy a duplicar tu seguridad

—Pensé que me odiabas —él me mira cuando hablo

—Lo hago, ahora mismo lo hago —sus palabras duelen —pero aún llevas mi sangre, ¿qué le pasó a tu pie?

—Nada grave —este asiente —¿Por qué ambas familias nos odiamos papá? Llevo toda mi vida pensando que es por la moda, pero ya me parece ridículo tanto odio por eso —él se queda pensativo, luego se sirve un trago y una vez que bebe abre su boca

—Los negocios se remontan desde los abuelos de mis abuelos, generaciones ganando dinero haciendo lo mismo y haciendo enemigos, claro está, los McAllister son uno de esos enemigos, Alec McAllister no estaba dentro, pero su padre si, así como su abuelo y el abuelo de ese —mi padre mira mis ojos —un pasado de guerra, muerte y dolor Megan.

—Me he perdido —murmuro confundida —¿de qué negocios hablas papá?

—No quería que supieras, te mandé a estudiar lejos cuando las cosas se pusieron feas, nunca he querido involucrarte porque sé que entonces odiarías eso, Megan —él respira hondo —los diseños de moda son solo una tapadera, un buen negocio que nos permite lavar el dinero sucio producto de la venta de armas —mi boca se abre en una O, llevo toda mi vida en una burbuja repleta de mentiras, me pongo de pie con mi corazón latiendo a mil y miro los ojos de mi padre

—¿Estás diciendo que nuestra familia es traficante de armas? —él asiente

—Y los Lorenz también, por eso la alianza entre ambas familias, nada une más a dos familias que un matrimonio —siento que en cualquier momento me voy a desmayar y paso las manos por mi rostro —Megan

—No quiero saber más —niego con ganas de vomitar —por Dios, la empresa

—Solo es una tapadera así como la empresa de Diego y el trabajo de Marcos, nuestro dinero proviene de las armas Megan.

—Y el odio entre los McAllister y nosotros es por eso —musito, mi padre asiente

—Lucha por territorios, enemigos a muerte porque ambos nos hemos quitado seres queridos —mi mente procesa todo, pero sigo incrédula a lo que me dice, está confesando que se odian porque se han matado entre ellos, mi padre dice mi nombre, pero solo niego y salgo del despacho con las manos temblando y sintiendo el sudor en mi frente, al salir de la casa agradezco el aire en mi rostro, pero solo quiero alejarme, todo lo que conozco desde niña es una mentira, subo al auto sin siquiera mirar a Leo y el auto comienzan a moverse mientras miro mis manos, todos mis gustos han sido pagados por un sucio negocio que solo provoca muerte.

—Por tu cara veo que ya sabes —rápido levanto la vista, no es Leo quien conduce y miro hacia todos lados.

—Alec —susurro estupefacta —Leo

—Aproveché cuando salió a comprar un refresco —él ríe —ya tu padre te dijo supongo —sigo atónita mirándolo

—Detén el auto ahora mismo —pido, pero él acelera ignorando mi petición

—Siéntate en frente y lo hago Megan —aprieto mis dientes, pero hago caso dejando las muletas detrás, mi pie comienza a doler por todo el esfuerzo que he hecho desde que salí de casa —por cierto, deberías descansar, así solo se inflamará más

—Detén el auto Alec, ¿qué pretendes? ¿Matarme? Ya sé que odias a mi familia y sé a lo que te dedicas, también sé lo que mi familia hace

—Aún no lo sabes todo —él ríe y acelera, me sujeto fuerte sin dejar de mirarlo —estoy aquí para ayudarte Megan —me mira por breves segundos —no sé por qué tienes una lista, pero te ayudaré a cumplirla —claro que escuchó lo de la lista, sabe hasta mis gustos y ahora está aquí.

—Detén el auto o llamaré a la policía

—Atiende la clase pequeña —ríe y comienza a decirme todo lo que debo hacer para conducir, las ganas de vomitar siguen y más ahora por la velocidad a la que vamos, Alec habla sin parar explicando cosas, pero yo tengo mi mirada fija en la calle viendo como él adelanta a los otros coches.

—Alec hay un retén, debes detener el auto —su sonrisa solo se amplía y en vez de frenar acelera al máximo




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.