Un pequeño error

Capítulo 12: Amantes

Alec

¿Qué estoy haciendo? Es la pregunta que invade mi mente mientras miro sus ojos, está enfadada y yo desconcertado, no planee este encuentro, es el último lugar en el que imaginaria verla a ella, no pega nada con su estilo, pero está aquí frente a mí y cuando la vi en esa mesa, rodeada de dos chicos de su edad no pude concentrarme más en los negocios que hacía, lo dejé todo por estar pendiente a ella, no quería interferir, pero fue imposible no hacerlo. ¿Qué estoy haciendo? Vuelvo a repetirme la pregunta consternado por el rumbo de mis acciones, tengo la suficiente edad para saber lo que me ha pasado, pero no la verdadera madurez para admitirlo y ahora me estoy dando cuenta de que mi juego está llegando demasiado lejos.

—¿Mi dueño? —ella ríe como si de un chiste se tratara —no sé que te fumaste Alec pero déjame en paz.

—No deberías estar aquí —digo mirando sus ojos —no es lugar para ti, no donde solo hay chicos buscando sexo y drogas Megan.

—¿Desde cuándo te interesa lo que hago o dejo de hacer? —sonrío sin responder, aunque la respuesta está clara, pero aún no es hora de revelarle que lo sé.

—Pensaba que no tenías amigas —cambio de tema caminando hacia la cama que hay detrás de ella.

—Y no las tengo —me mira —es mi empleada, salimos a cenar

—¿A un club? —alzo una ceja mientras me siento en la cómoda cama

—No sabía que era un club —susurra y es mi momento de reír

—O eres tonta o demasiado ingenua

—Imbécil —me da la espalda y debo apresurarme para impedir su salida

—Espera —coloco una mano en la puerta dejándola acorralada entre esta y mi cuerpo —perdón —murmuro bastante cerca de su oído.

—¿Qué quieres? —ella se gira con lentitud quedando nuestros rostros demasiado cerca, trago en seco.

—Saber cuándo me venderás las acciones que pedí —cambio de tema alejándome unos pasos de ella.

—Cuando las reciba

—¿Y eso será? —su mandíbula se tensa

—El día de mi boda —aprieto mis dientes, eso no estaba en mis planes

—¿Debes casarte con el imbécil para eso? —la pregunta sale con rabia, Megan niega dejándome respirar tranquilo

—Será horas antes de la boda

—Perfecto —sonrío satisfecho

—¿Por qué? —ella me mira ladeando el rostro, es inteligente, pero hay cosas que nadie se imaginaría, cosas que pasarán y hasta ella se va a sorprender

—Ya sabrás Megan, ¿te gustaron los bombones?

—¿La verdad? —se cruza de brazos sonriendo —si pagaste una fortuna por ellos te han estafado, eran muy normales

—Me lo tomaré como un sí —bufa

—¿Para qué demonios preguntas entonces? —se enfada y suspiro

—Tienes razón, tu opinión no me interesa —sus cejas se alzan —por eso ahora iremos a cenar.

—No iré a ningún lado contigo Alec, mi amiga me espera fuera

—Tu amiga será llevada a su casa y estará bien Megan, cenemos

—Alec

—No has comido nada —me acerco a ella —tampoco almorzaste

—¿Por qué no me sorprende que sepas eso? 

—Lo sé todo sobre ti Megan —una de mis manos va a su mejilla y toco esta, su piel es tan suave que es imposible alejar la mano —no hay nada que me puedas ocultar —sus ojos están clavados en los míos y sonrío viendo el miedo en estos, ¿de veras cree que puede ocultarme cosas? Antes no pasaba y ahora menos.

—No quiero que nos vean juntos —ella se aleja de mi toque

—Tampoco quiero eso

—¿Por qué? ¿Temes a que te confundan con mi padre? —ríe llamándome viejo

—Por supuesto que no, me cuido, más de una me dice que parezco tener 30 Megan —paso las manos por mi traje sonriendo —o 35 —sonrío, ella bufa —quizás nos confundan pensando que somos hermanos gemelos, has envejecido —paso por su lado dejándola con la boca abierta y abro la puerta —vamos

—¿Siempre das tan buenos halagos?

—Solo cuando me llaman viejo —ella ríe y sonrío, no debería sentirme bien con ella, pero lo hago, es fácil hablar, reír y bromear cuando está cerca, me gusta hacerla enfadar, pero también hacerla reír y eso no es bueno, no cuando sé que al final la haré llorar, me odiará y me querrá lejos, muy lejos de ella.

Entre risas comemos, aunque yo lo hago preocupado, come muy poco para su estado y su salud me preocupa, además, el hecho de que se salte las comidas me molesta, es una chica inmadura que debería cuidarse y no lo hace, bebo un poco de agua por el rumbo de mis pensamientos, menos de una semana Alec y entonces podré hacer que se cuide mejor.

—¿Por qué te interesas por mí? —la pregunta me sorprende, ella deja de comer —Alec —baja la mirada hacia su plato —no sé que pensar y tengo miedo, no quiero hacerme ideas que no son pero tu trato

—Es verdadero —me mira

—Sé que planeas algo contra mi padre Alec —me acomodo en mi silla, quizás es momento de decirle algunas verdades. 

—Megan —suspiro —tu padre y yo somos enemigos, lo seremos siempre —elijo guardarme la verdad —entrar a su empresa favorita sería un duro golpe para él, me burlaría en su cara, pero dejando eso de lado, si estoy aquí hoy contigo es porque quiero hacerlo —tomo una de sus manos —mi interés en ti no tiene nada que ver con tu padre —miento mirando sus ojos, sintiéndome más miserable de lo que ya me sentía, una pequeña sonrisa invade sus labios y eso solo hace que me sienta peor, soy un canalla sin corazón, pero mi corazón murió ese día con mi familia.

—Gracias Alec, por tu sinceridad —aprieto mis dientes con rabia y ella comienza a comer de nuevo, trago el nudo formado en mi garganta y me obligo a sonreír, es demasiado inocente, pero por las malas aprenderá que no puede ser así, que la maldad está en todos los seres humanos, incluido ese que promete mirando sus ojos como yo hago con ella, que dice ser sincero, pero que todo lo que suelta es mentira, es veneno.

—¿De verdad? —cuestiona mientras camina sin dejar de mirarme —¿no te gusta el fútbol? —la sorpresa en sus palabras me hace reír, ya estamos en su hotel, camino a su habitación y camina de espaldas mirando mis ojos.




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