Un Perfecto Desconocido

Capítulo 3: CONFUSIÓN

 

Capítulo 3

 

CONFUSIÓN

 

Ésta es tu última oportunidad. Después de esto, no hay regreso. Tomas la píldora azul y se acaba la historia. Tomas la píldora roja y te quedas atrapado en la tierra de las maravillas.

-The Matrix-

 

Tuve que firmar tantos documentos que perdí la cuenta. No conocía nada  de su información porque salvo su nombre y saber que era el hombre más bello del mundo ¡No sabía nada de él!

—No se preocupe. Es normal que esté nerviosa y olvide cosas —me dijo la enfermera al notar que no pude contestar las preguntas más básicas sobre mi “prometido.”

—Mire, aquí encontramos su billetera. Seguro eso le ayuda a completar la información que necesita —me dijo al tiempo que ponía la billetera de Aitor en mis manos.

—La voy a dejar un momento a solas para que llene todos los documentos con calma ¿le parece? —ofreció.

Asentí con la cabeza y ella se alejó. Abrí la billetera con cuidado y encontré todas sus tarjetas. No pude dejar de lanzar un suspiro cuando vi la foto de su cédula.

 Ahhh…que hermoso se ve y conste que nadie queda bien en la foto de cédula… —suspiré al verlo.

Llené todo lo requerido por el plan de cuidados médicos. Cuando quise devolver la tarjeta a su lugar, no lograba entrarla. Había algo atrapado en la ranura. Introduje el dedo índice para liberar el espacio y tropecé con una foto. La saqué del interior y la observé.

Era la foto de una hermosa rubia. Tan hermosa como modelo de revista. Sentí una punzada en el corazón. ¡Qué lejos estaba yo de parecerme a ella! Aquella chica debía ser su verdadera prometida. O mínimo la chica de sus sueños. Eso suponiendo que no estuviera casado con ella. Me sentí tonta y patética. ¡Por supuesto que el hombre más hermoso del mundo tenía que tener la mujer más hermosa del mundo! Vaya, estupidez la mía soñar que pudiera poner los ojos en mí. Me sentí ridícula.

La enfermera regresó y su voz se escuchó como un trueno que me sacó de mi numerito de autocompasión.

— ¿Ya terminó, señorita? Es que el médico dice que urge pasar el paciente a hacerle una resonancia magnética…

—Sí, claro…aquí los tiene —respondí al tiempo que le entregaba todo.

—Quédese con la billetera, estará más segura en sus manos. Otra cosa… ¿Puede venir a ayudarme a desvestirlo? Es que por protocolo del hospital debe haber un pariente o encargado presente…usted comprenderá.

Comencé a temblar al escuchar su pedido.

— ¿Yo? —debí sonar como idiota pero esta mañana cuando salí a trabajar no estaba en mis planes desnudar a un perfecto desconocido.

— ¡Claro, usted misma! Venga por aquí… —dijo al tiempo que me apuraba a seguirla.

Entramos al cuarto donde se le practicaría el examen. Él estaba tumbado sobre una camilla, todavía inconsciente. De frente,  la inmensa maquina donde introducirían su cuerpo para el examen. La enfermera comenzó por quitarle los zapatos.

—Por favor, termine de desvestirlo y póngale esta bata por encima. No se preocupe si no lo cubre por completo. Regreso en breve, voy a preparar el equipo para comenzar —dijo antes de perderse tras un inmenso monitor y comenzar a presionar botones aquí y allá.

Este era el momento de la verdad. Estaba nerviosa, temblando como una hoja. ¡Oh, santo cielo, ayúdame!

Primero desbroché su camisa. ¡Qué pecho tan hermoso! Provocaba posar la cabeza y quedarse allí para siempre. Pero la enfermera me echaba un vistazo de vez en cuando y tuve que actuar como si para mí ver aquel cuerpo fuera cosa de todos los días.

Luego tuve que quitarle el pantalón. ¡Oh, que impresionante! Su paquete estaba tan dormido como él pero aun así, se ajustaba hermoso a su ropa interior. ¡Qué belleza! ¡Qué perfección! No podía esperar a contarle a Lucy que ya no tenía nada de qué preocuparse. Era un prototipo perfecto.

—Muy bien, ahora puede retirarse y esperar afuera. Vamos a comenzar con el examen —me informó y salí de allí sintiéndome una mujer muy distinta a la que entró porque acababa de ver la perfección humana.

Me retiré a la sala de espera. Desde allí le envié un mensaje a Lucy para contarle lo sucedido.

No me vas a creer…pero en el hospital me han hecho desnudarlo y está D-I-V-I-N-O —escribí en el mensaje. Ella me respondió con muchos corazones y diablillos. Tuve que reírme. No se puede esperar otra respuesta de mi amiga LucyFer.

Al cabo de media hora, la enfermera apareció a buscarme. Me levanté sobresaltada sin saber por qué.

— ¿Está todo bien? ¿Le ha pasado algo? —pregunté asustada.

—No se preocupe; todo está bien. Ya le hemos asignado una habitación y muy pronto podrá pasar a verlo. El resultado del examen saldrá pronto.

Le agradecí todo su esmero y amabilidad. Ella sonrió complacida.

—Ah…olvidaba decirle que la familia ha sido notificada y llegaran en breve…—me informó antes de marcharse a atender otros asuntos.

Ahora sentía que mi cuento de hadas había llegado a su fin. Si la familia de él me veía, iban a saber que todo era una farsa, que yo no era su prometida ni nada que se le pareciera. Impostora seria lo menos que me llamarían. ¡Tenía que irme pronto de allí!

Pero no podía irme sin despedirme de él y verlo una vez más. Le daría un beso. No en la boca (No, LucyFer. No metas ideas en mi cabeza) pero en la mejilla…y olería su perfume una vez más. ¿Era mucho pedir querer llevarme su aroma en mis recuerdos?

Me dirigí sigilosa hasta su habitación y dispondría de un minuto para despedirme. Luego me iría y encomendaría su recuperación a todos los dioses del universo. Él jamás iba a saber que fui yo quien lo salvó. No necesitaba agradecimientos, me bastaba con haberlo hecho. Eso era suficiente para mí.




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