Un Perfecto Desconocido

Capítulo 8: ¿QUIÉN ERES TÚ?

 

Capítulo 8

¿QUIÉN ERES TÚ?

 

“Las disculpas, una vez que las pospongas, se tornan más y más difíciles de dar hasta que al final es imposible.”

-Lo Que el Viento se Llevó-

 

La siguiente mañana pasé por el hospital a ver a Aitor.  Iba vestida con mi uniforme de trabajo, llevaba el cabello recogido en una coleta y me puse algo de maquillaje.  Mi plan era despedirme de ellos, explicar que todo fue una confusión e irme a trabajar.  Fin del cuento. 

Solo que la vida tiene mil maneras para torcer nuestros planes.

Respiré hondo antes de entrar y me propuse ser breve.  Agradecería el cariño de la familia y me pondría a su disposición por si se les ofrecía algo. Hasta dejaría una invitación abierta para que fueran a visitarme al Sweet Temptations algún día.  ¡Vaya optimismo el mío!

Al entrar me encontré con la sorpresa de mi vida.

Aitor estaba… ¡despierto!

Lo encontré rodeado por su familia,  consumidos todos por el júbilo de verlo salir del estado de inconciencia.  En ese momento pude comprobar que algunas cosas no cambian. Aitor luce guapo hasta en una cama de hospital.

Sin embargo,  noté que se  mostraba confundido, como si estuviera haciendo un recuento mental sobre ellos.  Me dio la impresión que justo acababa de salir de su estado letárgico y que comenzaba a conectar con la realidad.  Tal fue la excitación del momento que apenas repararon en que yo había llegado.  Me quedé cerca de la puerta….por si tenía que salir corriendo.

Entonces Aitor habló por primera vez desde su accidente.  Iba repasando su mirada por los rostros y llamándolos por sus nombres.  Cada uno de ellos sonrió complacido al saberse reconocido. 

—Mamá…papá…Tía Margot…Aline…—los nombró sin esfuerzo.

—Nos has reconocido, hijo… ¡Que felicidad!  Somos tu familia y nos da alegría estar  contigo en este momento —expresó el padre visiblemente conmovido.

Luego pasó lo que más temía: puso sus ojos en mí.

Su mirada se sintió como fuego en la piel.

¡Que angustia!

¡Otra vez la tierra no me traga!

Aitor hizo un leve parpadeo, buscaba ubicarme en su memoria pero no lo lograba. Yo sabía que su esfuerzo era inútil.   Nunca lograría recordarme.

—Disculpa… ¿Quién eres tú? —Soltó desconcertado.

Un pesado silencio se apoderó del lugar al escuchar aquellas palabras.  Las caras expectantes y emocionadas de su familia se convirtieron en zozobra como si les causara vergüenza que su hijo no reconociera a su novia.

Luego Aitor se incorporó en la cama,  arrebatado por la angustia.

— ¿Qué fue lo que me pasó? ¿Por qué estoy en un hospital? —preguntó con todavía mayor desconcierto.

El momento fue embarazoso. Nadie supo que decir o cómo actuar. Pero el destino – como siempre - tiene cartas ocultas por jugar.

Por un golpe de gracia – y también para mi fortuna- la enfermera se apareció de improviso y ordenó que no agobiáramos al paciente.

—Entiendo que estamos todos felices que el paciente haya despertado. Pero no lo acosen demasiado, podría ser contraproducente —advirtió.

—Es que no recuerda algunas cosas y nos preocupa…—intervino la madre, su voz con tono de alarma.

—Como les dije, no lo agobien. Todavía sus pensamientos podrían no estar claros. Ya le llegará todo poco a poco. Su doctor vendrá más tarde y les explicará con más detalle sobre las secuelas después de un trauma —informó la enfermera.

Aitor se dirigió a ella con preocupación.

—No recuerdo que me pasó ni por qué estoy aquí.  También me preocupa que he recordado a los miembros de mi familia excepto a ella —dijo al tiempo que me señalaba.

—Es muy extraño, parece tener lagunas mentales —intervino la hermana.

La enfermera sonrió.

—Le diré una cosa, joven. Un médico especializado vendrá a verle y le hará un examen completo. Pero por lo pronto, permítame decirle que esa joven que ve ahí no solo es su prometida sino que también es su salvadora. Gracias a ella usted está con vida —soltó sin más, dedicándome una mirada complacida.

—Así es, cariño.  Ella fue el ángel que te libró de la muerte —afirmaba su tía mientras el resto de la familia asentía con aprobación.

La cara de Aitor era de sorpresa y confusión. Quizás también de decepción, aunque no lo dijera.

Sentí mis mejillas arder. Seguía atrapada en el mismo laberinto de siempre y no lograba encontrar la salida.  Pero no era el momento de causarle otro trauma a Aitor diciéndole que engañé a todos haciéndoles creer que era su novia.  No podía agobiarlo de aquella manera con mis tontas ilusiones.

Sonreí con modestia. ¿Qué otra cosa podía hacer?

La enfermera pasó a reponerle el suero y administrarle un medicamento.  Mientras tanto, yo sentía los ojos de todos sobre mí. Me observaban con un destello de vergüenza, como dando disculpas con la mirada.

Sentí ahogarme. Necesitaba tomar aire y pensar en algo que me permitiera librarme de aquella situación que ya rayaba en lo absurdo.  La familia de Aitor era adorable. Hubiera dado lo que fuera por ser parte de ella. Pero no era mi lugar, yo no pertenecía allí.  ¿Cómo podía explicarles que no era novia de Aitor sin que pensaran que estaba demente?

—Con permiso, tengo que salir —me excusé.

Giré sobre mis talones en dirección a la puerta y salí al pasillo. Allí justo la encontré lista para entrar.

¡No tuve dudas de que era ella!

¡Era la rubia de la foto!

¡Oh, tierra querida! ¿Cuándo me vas a tragar?

Quedamos de frente, nuestras miradas clavadas una en la otra. Aproveché para observarla.  Para mayor consternación - como si eso fuera posible-  la rubia lucía todavía más hermosa en persona que en la foto.  Me sentí como una cucaracha ante ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.