Capítulo 13
EL ACUERDO
“Dile que lo amas. No tienes nada que perder y siempre te arrepentirás de no haberlo hecho.”
-Love Actually-
Aitor quedó asombrado con mi confesión. Noté como tragó fuerte y como le palpitaban las sienes. Sus ojos reflejaban un total desconcierto. No era para menos.
— ¿Es por eso que no lograba recordarte? Hasta me he sentido mal por ello —dijo al fin.
Sentí vergüenza en aquel momento. Aitor estaba descubriendo que yo no era nada en su vida y aunque aquello fuera cierto no dejaba de dolerme.
—Lo siento. Pero quiero que sepas que lo intenté. Sé que debí haber dicho esto desde el primer día pero todo fue muy rápido. Fracasé en cada uno de los intentos. No me estoy justificando, sé que callar no estuvo bien.
Él no respondió nada. Estaba como en trance, intentando comprender la vorágine que pasaba por su mente. Yo sabía que el momento iba a ser incómodo y difícil pero no imaginaba cuanto. Me siento como parada en el borde de un precipicio.
Los pensamientos se me agolpaban en la mente. Ahora… ¿Qué hago? ¿Me voy o me quedo? ¿Debo esperar a que se desahogue y me insulte? ¿O ya había cumplido mi parte y era momento de desaparecer?
—Te pido perdón. A ti y a tu familia, a la que debo también enfrentarme y decirle la verdad —dije al tiempo que di varios pasos hacia atrás, alejándome de él y decidida a regresar a la mesa. Necesitaba decirles a todos que yo no era lo que ellos pensaban.
Pero para mi sorpresa, él me siguió. Pude escuchar sus pasos ir tras de mí.
— ¡Espera! —Aitor se acercó a mí en dos zancadas y me retuvo tomándome por el antebrazo. Sentí una corriente de electricidad recorrerme el cuerpo ante su tacto.
—De todas formas, quiero que sepas que estoy muy agradecido por lo que hiciste —expresó más sereno, como si hubiera llegado a esa conclusión después de pasar el shock inicial.
Dibujé una sonrisa triste. Agradecimiento no era precisamente lo que me hubiera gustado provocarle pero no podía aspirar a más.
Asentí con la cabeza.
—Me parece bien. Yo te salvé y tú me agradeces. Creo que ahora estamos a mano —respondí con un hilo de voz. El nerviosismo y la vergüenza me tenían al borde del llanto.
—Permíteme ahora ir a hablar con tu familia —pedí.
Volví a alejarme y él volvió a retenerme.
— ¡Espera! —repitió.
Me volteé a verlo una vez más. Esta vez lo noté vacilante.
—Estaba pensando que…quizás…bueno…que tal vez…no tengas que decirle nada a mi familia…—finalmente soltó.
— ¿Por qué no? Una explicación y una disculpa es lo menos que merecen.
—Es que…eh…es que…
— ¿Qué pasa? ¿Qué tratas de decir? —la intriga ya se iba apoderando de mí.
Entonces en un rápido movimiento se acercó hasta tenerme de frente, muy cerca el uno del otro. La brisa suave que entraba por las paredes abiertas de la terraza, me traían otra vez aquel aroma tan suyo que me embriagaba. Las rodillas comenzaron a temblarme. Estábamos juntos, nuestra piel haciendo contacto, tan cerca que me parecía que otra vez intentábamos salvar nuestras vidas en las vías del tren. Tan cerca, tan bello.
—Es que me gustas…lo poco que conozco de ti me ha cautivado. Y hoy te ves tan hermosa…
— ¡Aitor!...—abrí grandes los ojos por la sorpresa que me causaban sus palabras.
—Permíteme conocerte, dame la oportunidad de demostrarte que esta mentira se puede convertir en una verdad…
Su voz profunda y varonil retumbaba en mis oídos. Por un instante no supe si lo que estaba pasando era real o un invento de mi mente. No sé cómo pude contenerme y no desfallecer allí mismo. ¡Tantas veces que soñé con un momento así y ahora que estaba sucediendo no sabía que hacer! Me sentía halagada y mortificada al mismo tiempo. Muchos pensamientos pasaron por mi mente. Entre ellos, que tarde o temprano él recordaría que de quien estaba enamorado era de Margaret.
¿Qué hago? ¡Dios, mío! ¿Qué hago?
<<Bésalo…bésalo>> me parecía escuchar a LucyFer decirme al oído.
Casi lo hago. Nuestros rostros estaban uno muy cerca del otro, su boca se presentaba como una fruta fresca lista para comer. Lo hubiera besado ¡Claro que sí! Lo hubiera hecho sino fuera porque sentimos unos pasos acercarse. La sombra de un hombre que se asomaba por la terraza nos alertó su presencia. Mi corazón se detuvo al verlo, un pequeño infarto al corazón que acabó con la magia del momento.
—Así que aquí están los tortolitos…—dijo Edward con una sonrisa insolente en los labios.
— ¡Edward! No sabía que habías llegado…—exclamó Aitor, tan sorprendido de verlo como lo estaba yo.
La llegada de Edward me trastornó. Me mortificaba tenerlos de frente a los dos, tan cerca de mí. Traté de entender lo que estaba pasando. Estuve a punto de besarme con el hombre de mis sueños cuando fui interrumpida por un hombre con el que me había besado empujada por un impulso al que no debí ceder. Desde ese momento decidí que aquello moriría conmigo, que Aitor jamás iba a enterarse de ese error.
—Feliz de verte tan bien acompañado, amigo. Pero solo los interrumpo para avisarles que los estamos esperando en la mesa. La cena ya está servida —informó Edward riguroso y formal. Nos habló a los dos pero su mirada estaba sobre mí y la sentí como un látigo de fuego.
—Por supuesto, ya vamos….gracias por avisar —respondió Aitor.
Edward ya no dijo nada más. Me dedicó una mirada que sentí acusadora y luego se marchó.
—Debo volver a la mesa, quiero excusarme con tu familia —expresé decidida.
Di un par de pasos e intenté regresar pero Aitor me retuvo y tomó mi brazo. Luego, en una acción inesperada entrelazó su mano con la mía.