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Para Míriam conocer a ese hombre fue un sueño hecho realidad, no es que fuera alguien muy sociable y le resultara fácil el socializar pese a ser una chica bastante atractiva y con un buen físico, su cabellera rubia, ojos azules, cara bien proporcionada unida a un cuerpo con una perfecta figura le hubiera sido herramientas más que suficientes para lograr atraer a los del sexo contrario de no haber nacido con carácter introvertido... Lo que la mayoría de las veces le llevaba a relaciones de una sola noche y en las que menos era rechazada por el hombre en el que se hubiera fijado.
Un día como cualquier otro entró en el local que frecuentaba un hombre que era el reflejo mismo de lo que ella esperaba físicamente en una posible pareja, era casi de su misma estatura, con un buen porte, cabello rubio, también sus ojos eran azules en una cara que encajaba a la perfección en sus propios criterios con respecto a un hombre.
Este estuvo observando rápidamente a las personas que allí se encontraban, y al cruzarse su mirada con la suya, la mujer la apartó al avergonzarse por haber estado mirando con ese deseo interno. Mostró interés por ella el recién llegado, al acercarse a su mesa en donde se sentaba sola.
Está libre esta silla, preciosa. No he podido evitar fijarme en ti al verte sola, ¿o tu pareja ha dejado su bella flor aquí indefensa? –escuchó frente a mí de un hombre sin saber aun de quién se trataba.
Se giró hacia el lugar del que procede la voz y descubre al mismo hombre que la había atraído, que le hablaba plantado frente a ella, ¡tuvo que contener su emoción al ver que se había dirigido hacia ella de entre todas las otras mujeres!
Puedes sentarte si lo deseas, he venido sin compañía –contestó conteniendo mi alegría interior.
Permite que primero vaya a por unas bebidas, ¿te pido lo mismo a ti?. ¿Otro cubata? –pregunta al ver su botella vacía.
Te lo aceptaré encantada, gracias –respondió educadamente.
La chica observó, por precaución, como pedía las bebidas en la barra y las llevaba sin introducir nada sospechoso en la suya antes de volver a la mesa.
Aquí tienes, guapa. Supongo que no te importará que al menos te pida que aceptes conversar conmigo, ¡no creo que sea mucho pedir! –comentó al dejarlas mientras se sentaba.
¡En absoluto!, me llamo Míriam y tengo veinte años –dijo al empezar ella.
Yo Fernando, y soy un año menor que tú –respondió el chico.
Ese fue su primer encuentro con el chico en el que confío para comenzar una relación que parecía funcionar bien, por lo que al cabo de cerca de un mes acepté su invitación de acompañarlo a su cabaña en el bosque, pese a saber que estaría allí completamente a solas con él.
Al llegar me sirvió una copa que me hizo sentarme en la cama que era lo más cercano en ese momento, y lo miré pidiendo su ayuda.
Cariño, creo que esa bebida me ha sentado mal, ¿qué era? –pregunto al notar sus extremidades cada vez más débiles, sin querer asumir de primeras, lo que obviamente parecía que le había administrado.
Es el efecto de la droga que he añadido a tu bebida, cielo. En poco menos de un minuto ya ni siquiera podrás mover los labios y hablar.
En ese momento el terror se apoderó de ella al saber que se encontraba a su entera merced en ese recóndito y apartado lugar al que había accedido a que la trajera, ya incapaz de negar lo que se le negó a admitir en un inicio.
- ¿Y qué preten…? –intento preguntar ya invadida por el miedo sin poder llegar a terminar mi pregunta.
Supongo que tu pregunta se refería a cuál va a ser tu destino, ¿no es así?, mi amor –dijo acariciando mi cabello al haberse tumbado a mi lado– Que no puedas dejarme por otro y que nuestro amor sea eterno, aunque supongo que lo comprenderás mejor si lo ves por ti misma –dijo al acercar una silla de ruedas que había dejado doblada y oculta cerca de la cama.
Me acomodo en ella con delicadeza, para seguidamente llevar a una pequeña rampa en la que descendimos al sótano, por entonces mi corazón ya estaba acelerado y a punto de reventar por la situación en que me encontraba... Interiormente, esperaba que fuese tan solo una especie de fetichista que me condujera a su sala de juegos y todo fuese una especie de juego perverso para él, con el objetivo de poder mostrarme su parte oculta, sin interrupción por mi parte o que pudiera sentirse incluso excitado por tenerme así a su merced... Aunque eso fue tan solo un alivio pasajero que se esfumó, en cuanto pudo ver la aterradora visión que le esperaba abajo...
Formarás parte de mi colección, junto al resto de mis antiguas novias... De esa forma, ¡nuestro amor no se marchitará con el paso del tiempo! –dijo al conducirla hacia lo que sin duda era un receptáculo para ella– Como figura de cera no envejecerás y nuestra relación será eterna –concluyó diciendo.
Míriam bien poco podía hacer con su cuerpo paralizado para defenderse, y sin ni siquiera ya poder gritar se vio empujada en la silla de ruedas hacia su inevitable destino, llorando de impotencia ante el cruel fin que le esperaba...
FIN