Asya.
Positivo… es la segunda prueba de embarazo en la que el resultado es dos líneas rojas.
Estoy aterrada y llena de cobarde para decírselo a Ansel. No tenemos una relación seria, yo he esperado que me pida ser su novia por seis meses, mi hermano dice que es demasiado tiempo de espera y que literalmente soy una estúpida.
—¿Qué diablos escondes ahí?
—Hope, deja de entrar así a mi habitación. ¿Qué quieres?
—No te hagas la inocente que no te queda— se ríe —Te vi con las pruebas de embarazo.
—Pequeña chismosa.
—Tranquila, no le diré a papá que estás esperando un hijo de ese señor.
—No es un señor, se llama Ansel.
—Lo sé perfectamente, es un señor de treinta años de trabajos dudables y más frío que un témpano de hielo.
Todos dicen lo mismo, que Ansel es frío, impaciente, controlador, mezquino, los perfectos siempre ven los defectos en otros.
—Él es lindo conmigo— confieso.
—Claro, es por eso que llevas seis meses esperando como idiota que te pida una relación formal — tal vez.
—No sé cómo se lo diré. — me siento en la esquina de mi cama. —No lo veré hoy, lo haré mañana.
—De nuevo desapareció sin avisarte nada.
—Está en su trabajo— volteo los ojos —Tampoco es lo que crees.
—Papá dice que toda su familia ha tenido contactos con el narcotráfico, ¿qué te hace pensar que él no?
—Ansel tiene joyerías, empresas que valen más que todos nuestros órganos juntos — escupo—Es dueño de textiles, minas de oro… ¿crees que necesita eso?
—Existe algo llamado “lavado de dinero”
—Lo puedo lavar yo en lavadora.
Ella se carcajea.
—No, estúpida. No me refiero a eso.
—Ah.
—Te acompañará a verlo mañana. Avísame —se dirige a la salida —Le partiré la cara si no se hace cargo.
Estoy segura de que lo hará.
Es un buen hombre, maravilloso. Es el tipo perfecto que siempre soñé.
Salgo de mi habitación y busco a mi padre para preguntarle si él sabe algo de Ansel. No me responde las llamadas ni los mensajes. Quién sabe dónde está metido.
—¿Papá? – lo veo metido en su laptop haciendo cosas de su trabajo.
—Dime, cariño.
—¿Sabes dónde esté el señor Ansel? Quedo de avisarme sobre la bodega para mi empleo pero no me ha escrito.
Papá no sabe nada de “lo nuestro”
—Me ha dicho que salió de viaje. Estará una semana por allá, necesita terminar unos negocios.
—Vale, avísame cuando regrese.
Papá asiente y yo vuelvo a mi habitación.
Ansel y yo tendremos una casita y una familia feliz. Pensar en esa idea enloquece mi enamorado corazón.
***
—Estoy embarazada, Ansel.
Maldice muy por lo bajo, casi inaudible. Tengo buen oído.
—¿Es en serio? Espero que sea una maldita broma, Asya.
—No…— tartamudeo —Jamás bromeó, lo sabes. Siempre hablo en serio.
—¿Cuánto tienes?
—Como dos semanas, creo. Aún no voy con la obstetra. — me muerdo el labio— Te estaba esperando para ir juntos.
—¿Juntos? — se ríe.
No es la actitud que me esperaba recibir de él.
Ansel.
Definitivamente hoy me levante con el pie izquierdo. Como que está embarazada,estoy seguro qué me he cuidado todas las veces que hemos estado juntos.
Maldición. Es una mierda sobre otra.
—Si, juntos—parpadea.
Esos ojos almendra fueron mi condena.
Tiene una belleza inigualable. Esa sonrisa y esos labios me llevaron al conflicto en el que estoy ahora.
—Abortas.
Se aleja de mí como si tuviera rabia.
—¿Qué dijiste? — su labio inferior tiembla.
—Que abortes, Asya. Ni tú ni yo queremos ser padres ahora, tienes veinte años y yo veintiséis. Apenas puedo con mi vida para traer un hijo al mundo— ella solo escucha —No tengo tiempo ni siquiera de respirar bien, lo sabes.
—¿Y si yo quiero tenerlo? — por más que quiera llorar, no lo hace. Tiene una fortaleza increíble.
—Con veinte años…— bufo—¿Qué puedes ofrecerle tú? No me salgas con que amor, porque del amor no se vive.
Saco mi chequera, yo mismo la llevaré a la clínica.
—Iremos ahora mismo a la clínica.
—¿Ahora? — musita.
—Sí.
—Pero me dan miedo las clínicas, sabes lo peligroso que es un aborto. Existen probabilidades altas de morir o de quedar estéril para siempre. Es más riesgoso que tener un bebé.
—Nada te pasará — le doy un beso corto en esos labios rosados.
Intento hacerle sentir acogedora.
—Yo te cuidare.
No me desvío del camino hasta llegar a la clínica, son ágiles y es seguro, no quiero que nadie se entere de esto, menos mi familia.
—Buenos días, señorita.
—Buenos días. ¿En que le puedo ayudar?
—Vinimos para que el doctor le practique un aborto. —la mujer asiente y me pide dos minutos para llenar unos documentos. No escribo el verdadero nombre de Asya, no queremos dejar evidencias.
—En veinte minutos la atenderán.
Asya aprieta fuerte mi mano, me mortifica la idea.
—Tengo miedo, Ansel.
—Yo también — la abrazo—Pero te prometo que todo estará bien.
—Ansel, ¿me amas?
Que clase de pregunta tan estúpida es esa. Asya puede ser fastidiosa y muy inocente a veces, pero es buena trepándose por las paredes.
—Si— respondo más tarde.
El doctor sale, nos mira y menciona el nombre de Asya.
—Asya Yildiz, pase adelante, por favor.
Me mira, esa mirada tan profunda y ágil. Podría ponerme a sus pies si me lo pide, es como un rayo de sol en días nublados.
—Ve, nena. Te espero aquí. Todo saldrá bien.
—Lo haré.
Suelta mi mano y entra al consultorio.