Un poco de ti.

Capítulo 4. De vuelta en casa

 

Asya

Al llegar a casa me doy cuenta de todo lo que han cambiado mis padres durante el tiempo que estuve fuera. El jardín tiene nuevas flores, rosas, tantas cosas. La entrada ya no está despuntada, de hecho ahora luce mejor que antes. 

El árbol de limones que sembré hace seis años está enorme, pensé que mi padre lo había podado. No le gustaba el árbol de fruto en la entrada de la casa, dijo que era la peor decisión que había tomado, hasta ahora.

—¿Aquí vivías, mamá? 

—Si, cariño. Esta es la casa de los abuelos. 

—Ah, con razón. 

—¿Con qué razón qué? — le cuestionó. 

—Con razón tiene plantas de ser una casa vieja. — añade —¿y nosotros viviremos aquí? 

—No, bebé. Nosotros viviremos en otra casa, a unos cinco minutos de aquí. Recuerdas la que te mostré el otro día, bueno, pues mamá la compro. 

—¿La casa cerca del parque? Esta grandiosa. 

—Esa misma. 

Entramos a casa, el olor a desinfectante inunda mis fosas nasales. Mamá sigue siendo obsesionada con la limpieza perfecta, el olor es agradable pero llega a dar dolor de cabeza. 

Mis padres no saben de mi hijo… fui un poco perra al no decirles de mi embarazo. Pero sabía que se iban a ir contra Ansel, y quería que él siguiera pensando que me había hecho abortar aunque la realidad fue una distinta. Mis padres pudieron haberse convertido en el puente para que él supiera de mi hijo, y yo no quería eso ni ahora mismo. 

Mis ancianos padres se voltean a ver al notar entrar un pequeño ser humano con un nido de pájaros en el pelo, como el mío.  

—¿Cariño? — llama mi madre. Desliza sus manos por el vestido de seda, a ella le gusta vestirse bien y verse bien. Es una mujer elegante y astuta. —¿Quién es el niño? No nos dijiste que trabajabas de niñera. 

—Aunque…— añade papá —Tiene un leve parecido a ti. 

—Será porque es mío…— canturreo. 

—¿Tuyo? — traga duro —espero que estés bromeando. 

—No, ojalá fuera una broma — mi hijo me mira con el ceño fruncido. —No lo tomes personal, cariño. Estoy bromeando. 

—Más te vale — susurra. —Bueno, me piensan presentar o no. 

—Hijo, ellos son tus abuelos. 

—Justo como los imagine — susurra viéndolos. 

—Kerem… 

—No dije como, mamá. No me regañes. 

—¿Es mi nieto? — mamá se asombra. —Pero tiene casi cinco años, Asya. ¿Eso quiere decir qué? 

No dice lo que quiere decir porque Kerem está enfrente escuchando todo. 

—Que mamá ya estaba embarazada de mi cuando se fue — acaba él por ella —Así es. 

—Kerem, ve a conocer la casa mientras hablo con tus abuelos. 

—Al fin una buena oferta — musita para luego irse. 

Kerem es muy listo, es un niño súper inteligente. A veces me confundo y creo que estoy conversando con una persona adulta, luego miro su estatura y caigo de golpe en la realidad. Kerem me aconseja, increíble pero lo hace relativamente bien. 

—Esto merece una buena explicación — asegura mi papá. 

—La tiene, papá. 

—¿Por qué no nos dijiste nada? Fue por eso que de un día a otro Hope ya no iba a viajar para intercambio sino tu— exacto—Y te fuiste porque estabas embarazada. ¡Sin decirnos! 

—Eso es todo, mamá. Ya lo averiguaste. 

—Demonios, Asya. ¿Somos unos desconocidos para ti? 

—No, papá. Pero era tonta y tenía veinte años. Apenas estaba empezando en la universidad, tenía miedo que ustedes se decepcionaran de mí —digo sincera. —Y no quería que el cabrón que me embarazo, supiera de mi hijo. 

—Oh, por Dios… ¿quién es el papá? 

—Mi hijo no tiene papá, solo mamá. 

—Sabes a qué me refiero — escupe. —Si ya estabas embarazada cuando te fuiste. ¿Lo conocemos? 

—No, no papá. No lo conocen — miento. Mentir se me ha hecho una costumbre y no pienso cambiarla. Media vez sea para el bien de mi hijo y el mío. —Fue un compañero de estudio. No lo conocen y dudo que lo hagan porque él ya murió. 

Se crea un silencio incómodo, aunque por dentro me estoy muriendo de la risa. 

Si, efectivamente en mis sueños lo maté mil veces con un cuchillo afilado. Le saqué las tripas como a un cerdo despellejado. 

—¿Al menos podrías decirnos su nombre? 

—No creo que lo merezca. Es mejor dejar las cosas así, papás. Créanme, a mi hijo no le hace falta un papá.— intento cambiar de tema. 

—¿Y mi hermano? 

—Trabaja, sale en dos horas. 

—Me dijiste que se había mudado a un edificio. 

—Así es. Ansel le consiguió un departamento, trabaja con él. Ambos son… — se afloja el nudo de la corbata —Un dolor de cabeza. Por eso se llevan bien. 

Así que mi hermanito querido es íntimo amigo de Ansel. 

—Ya veo. Lo esperare. 

—Pensé que ibas a quedarte unos días aquí, anda, hija. Haznos compañía al menos por una semana, Hope sale de fiesta y regresa cuando quiere — me pide con esos ojitos tiernos que jamás puedo decirles que no. 

—Está bien, mamá. Me quedo unos días con ustedes, pero dime algo ¿Ansel suele venir aquí con mi hermano? Digo, habrá que poner otro plato en la mesa. 

Mi papá hace un gesto con la mano. 

—Ansel no pone un pie aquí desde hace años — bufa —No te preocupes, estaremos en familia. 

—No quiero que él se entere que estoy de regreso, ya sabes, quería que trabajara para él — miento. Nunca pasó tal cosa, papá hubiera preferido eso a que me acostara con un hombre mayor que yo por casi siete años. 

—No le diremos nada, cariño. Puedes quedarte tranquila. 

Hope me dijo que Aslan no concurría la casa, pero mi tonto cerebro imagino que él se había alejado de mi familia, no que había estrechado lazos con mi hermano. 

Espero no estar metiéndome en problemas con haber regresado, en cuanto vea que las cosas se ponen riesgosas para Kerem y para mi, saldré huyendo de aquí si es necesario. No quiero ni pensar en toparme a Ansel, que Dios me libre de todo pecado. 

—¿Me acompañas a la iglesia mañana? 

—Si, mamá. Hace mucho tiempo que no piso una iglesia. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.