Un Poco Más Cada Día: Sandra siendo Sandra

Capítulo 2: El umbral

Receta: Arepas con Perico: El sabor del primer amanecer. Ingredientes: Harina de maíz precocida, agua, sal, huevos revueltos con tomate y cebolla. Preparación: Amasar la harina, formar las arepas, asarlas hasta que estén doradas. Rellenar con el perico. Es el alimento básico, el que te da la energía para dar el primer paso fuera de lo conocido, hacia lo desconocido, con el sabor de la supervivencia en cada bocado, forjando el camino.

Los días en el hospital fueron una tregua bendita, un breve oasis de calma envuelto en el aroma a antiséptico y el tenue murmullo de los enfermos, un paréntesis necesario antes de la inmersión abrupta en la nueva realidad, una vida sin pausas ni certezas que la aguardaba con sus propios desafíos. Con Sandra, ahora una criatura diminuta que se aferraba a su pecho con una fuerza instintiva, una pequeña extensión de sí misma, y el alta médica bajo el brazo, Beatriz se aferró con una convicción inquebrantable a la promesa de su nuevo hogar. El pequeño apartamento en el Parque del Este, financiado con el crédito bancario que había solicitado en secreto, aquel acto de rebeldía silenciosa contra su destino, era mucho más que cuatro paredes y un techo; era su bastión, su declaración de independencia forjada con sudor y lágrimas, la materialización tangible de su anhelo más profundo por una vida propia, moldeada a su medida y sin ataduras que la oprimieran. Empacó sus pocas pertenencias, los muebles básicos heredados, la cuna recién comprada con sus escasos ahorros y los pañales que había guardado con esmero, dejando atrás la casa de sus padres con una mezcla agridulce de gratitud por el refugio temporal que le brindaron y una determinación inquebrantable de volar por sí misma, de labrar su propio destino lejos de juicios y ataduras. La mudanza fue una odisea de cajas apiladas en el diminuto espacio, de objetos que apenas cabían en el pequeño apartamento, y el constante arrullo de la bebé, un sonido que era a la vez un consuelo y una responsabilidad abrumadora, pero cada objeto que colocaba en su lugar, cada mueble desembalado con esfuerzo, era un paso firme y consciente hacia la construcción de su propio futuro, ladrillo a ladrillo, con la tenacidad de quien edifica su existencia con sus propias manos, en medio de la tormenta que aún azotaba el país.

Los primeros días en el apartamento fueron una vorágine incesante de biberones interminables que marcaban el ritmo de las noches sin fin, noches sin dormir que se fundían unas con otras en un cansancio profundo que calaba hasta los huesos, agotándola por completo, y la incesante búsqueda de un nuevo equilibrio, una armonía precaria en el caos que la rodeaba. La inflación, ese fantasma insidioso que había rondado las calles de Caracas durante su embarazo como una amenaza velada y lejana, ahora era una realidad tangible que se colaba por cada rendija de la economía y de su propia vida, asfixiándola lentamente. Los precios subían sin previo aviso, con una ferocidad inaudita, haciendo de cada compra en el supermercado un cálculo minucioso, una estrategia de supervivencia que requería agudeza e ingenio, una lección diaria de resistencia en un entorno hostil y cambiante. Beatriz se encontró lidiando no solo con las exigencias agotadoras de la maternidad, una tarea que absorbía cada fibra de su ser y la llenaba de amor, sino con la cruda realidad económica de un país que se desdibujaba poco a poco, perdiendo su forma y su rumbo, sumiéndose en la incertidumbre y la desesperación. Las llamadas a antiguos contactos laborales, la búsqueda incansable de un trabajo que le permitiera cuidar a Sandra y la presión incesante de las deudas que la acechaban, se convirtieron en su nueva rutina, una batalla diaria que la obligaba a crecer un poco más, cada día, a encontrar fuerzas donde creía no tenerlas. La soledad, a veces, era un visitante incómodo y pesado en su pequeño nido, un eco silencioso que le recordaba su aislamiento, pero la sonrisa de Sandra, su piel suave contra la suya en cada abrazo, era el antídoto más poderoso, la fuerza inquebrantable que la impulsaba a seguir adelante, imparable, con la esperanza de un amanecer mejor, un futuro más estable.




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