Receta: Bizcocho de naranja: Un dulce esfuerzo para alcanzar los sueños. Ingredientes: Harina, huevos, azúcar, jugo de naranja, paciencia. Preparación: Mezclar con esmero y hornear a la temperatura justa. Cada ingrediente es un sacrificio, cada porción, un logro, un pequeño bocado de un futuro mejor, horneado con esperanza y la promesa de una dulzura tardía.
Los años avanzaban sin tregua, implacables, y con ellos, la sombra de la crisis se cernía con más fuerza y una opresiva realidad sobre Venezuela, oscureciendo el horizonte y el alma de sus habitantes. La inflación devoraba los salarios con una voracidad implacable, reduciendo el poder adquisitivo a cenizas y haciendo de cada bolívar un espejismo, y la esperanza se convertía en un lujo inalcanzable para la mayoría de los venezolanos, un bien escaso. Beatriz, con Sandra entrando en la edad escolar y la necesidad imperiosa de un futuro más prometedor que el que el país podía ofrecer, sabía que la educación era la única brújula hacia un destino distinto, lejos de la precariedad que la había marcado. Había investigado incansablemente, luchado contra las dificultades y los obstáculos que se presentaban como muros infranqueables, y finalmente, encontró una oportunidad que parecía un milagro en medio del caos: un puesto como asistente administrativa en un prestigioso colegio privado, de esos "de niñas bien", con la condición explícita de que el sueldo, aunque exiguo y apenas un aliento en su economía, cubriría una parte significativa de la matrícula de Sandra. Era una brecha, una puerta entreabierta a un mundo de posibilidades que antes parecían inalcanzables, un camino hacia el ascenso social que prometía una vida diferente.
La rutina de Beatriz se volvió extenuante, un maratón diario que la agotaba hasta la extenuación, dejándola sin aliento al final del día. Madrugaba antes de que el sol asomara por el horizonte, en la penumbra de la madrugada, cuando las estrellas aún titilaban, dejando a Sandra en casa de Maricruz, quien, a pesar de sus achaques físicos y sus nuevas costumbres religiosas, era un apoyo incondicional y vital en su vida, una ayuda invaluable. En el colegio, entre pilas de papeles que parecían nunca terminar, llamadas incesantes que requerían su atención inmediata y la gestión administrativa de un mundo ajeno, lleno de lujos y superficialidad, Beatriz observaba a las alumnas, con sus uniformes impecables y sus risas despreocupadas que resonaban en los pasillos, sintiendo una mezcla compleja de orgullo por las oportunidades que Sandra ahora tenía y un dolor sordo por las carencias de su propia infancia, por los sueños truncados que había dejado atrás. Sandra, ajena a los sacrificios de su madre y a las penurias que la rodeaban, se adaptaba con facilidad asombrosa al nuevo ambiente, su inteligencia brillando con una luz propia, inconfundible, destacándose entre sus compañeras con una naturalidad que asombraba. Beatriz, con el cabello castaño rojizo enmarcando un rostro ya marcado por el cansancio y las preocupaciones acumuladas, se esforzaba por mantener la compostura, por no flaquear, por ser un ejemplo de fortaleza para su hija. El colegio era un mundo de privilegios, de reglas tácitas que se aprendían con la sola observación, con la lectura de las sutilezas sociales y los códigos no escritos. Y Beatriz, en medio de aquel brillo ajeno, se convertía en un pilar silencioso, la fuerza invisible que sostenía los sueños de su hija, un poco más cada día, como un bizcocho que sube con esfuerzo y dedicación en el horno, promesa de una dulzura futura.
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aprendizaje, amor desilusion encuentros inesperados, resiliencia y nuevas oportunidades
Editado: 10.06.2025