Un Poco Más Cada Día: Sandra siendo Sandra

Capítulo 10: El examen de admisión, Lo que heredamos (2004-2017)

Receta: Torta de Pan: La mezcla de los restos para un nuevo comienzo. Ingredientes: Pan viejo, leche, huevos, azúcar, esencias. Preparación: Reutilizar lo que parece perdido para crear algo dulce y sustancioso. Es la capacidad de transformar la escasez en oportunidad, la esperanza en un dulce bocado que alimenta el alma y el futuro, un renacer.

Los años se deslizaron sin tregua, implacables, llevando consigo los coletazos de una Venezuela que se redefinía a sí misma bajo una nueva y volátil realidad política y social, sumergiéndose en un torbellino de cambios y convulsiones. Sandra, ahora una adolescente que rozaba la mayoría de edad, había florecido en una joven de una inteligencia brillante y una determinación férrea, inquebrantable, herencia indiscutible de la fortaleza de su madre. Su vida en el colegio de "niñas bien" la había expuesto a un mundo de privilegios y opulencia que contrastaba brutalmente con la escasez que aún se vivía en su hogar, una dicotomía que la marcaba profundamente y la hacía consciente de las injusticias. Sin embargo, lejos de amedrentarla o desanimarla, esa disparidad avivó aún más su deseo de superación, de alcanzar un futuro distinto, de construir una vida mejor, no solo para ella, sino también para su madre. El momento crucial llegó con el examen de admisión a la universidad, ese pasaporte codiciado a un futuro que Beatriz había soñado y construido para ella con tanto esfuerzo y sacrificio.

Sandra se había esforzado con ahínco, quemando pestañas hasta altas horas de la noche y devorando libros con una avidez insaciable, con la certeza de que el conocimiento era su única arma y su única vía de escape. El resultado fue la noticia más esperada, un bálsamo para el alma agotada de Beatriz: había ganado una beca completa para estudiar Psicología, su gran pasión, una vocación que la llamaba desde lo más profundo de su ser, una promesa de realización. La alegría en el pequeño apartamento fue incontenible, un grito de victoria que resonó en medio de la adversidad, un rayo de sol en la tormenta que las había azotado por tanto tiempo. Sin embargo, la beca, aunque generosa y casi un milagro, no cubría los gastos de alojamiento en la ciudad universitaria, una distancia que impedía a Sandra seguir viviendo en casa y que presentaba un nuevo obstáculo. Beatriz, ante el nuevo desafío que se presentaba, no dudó un instante. Aquella noche, mientras Sandra celebraba con sus abuelos, ignorante del sacrificio que se avecinaba, Beatriz abrió un viejo joyero de madera, desgastado por el tiempo y el uso. Dentro, un par de zarcillos de oro y un collar heredado de su propia abuela, piezas que habían resistido el embate de la crisis y el paso del tiempo, relucían en la penumbra, pequeños tesoros familiares cargados de significado y de historia. Joyas que eran más que simples adornos; eran recuerdos, pedazos tangibles de su historia, de su linaje, de su propia esencia, que ahora se transformarían.

Al día siguiente, Beatriz las vendió, sin un ápice de arrepentimiento, solo con la convicción profunda de estar haciendo lo correcto, de invertir en el futuro inminente de su hija, el único futuro que importaba. La suma, aunque modesta en la economía devaluada del país, era suficiente para cubrir el primer semestre de alojamiento de Sandra. Era la Torta de Pan de su vida, una metáfora viva de su existencia: reutilizar lo que parecía viejo y valioso solo por su peso en oro para crear algo nuevo y sustancioso, para alimentar un sueño que ahora se volvía tangible: el futuro prometedor de su hija. Sandra, ajena al sacrificio material, pero sintiendo la inmensidad del amor de su madre, un amor que trascendía lo material y se manifestaba en acciones, abrazó a Beatriz con una gratitud inmensa, con los ojos llenos de lágrimas de alegría y de una profunda comprensión. El examen de admisión no solo había abierto las puertas de la universidad; había reafirmado el lazo inquebrantable entre madre e hija, un amor que transformaba la escasez en oportunidad, la adversidad en esperanza, y la herencia en un nuevo comienzo, más dulce que cualquier pastel recién horneado.




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