Un polizón en tu viaje

Capitulo 2

De alguna forma y en un instante estaba frente a una heladería, estaba en un corredor poco iluminado, la poca luz que lo alumbraba provenía de unos faroles en el techo pero lo hacían de forma tan tenue que me costaba ver más allá de la heladería, un barandal daba una vista clara de la planta baja donde estaba la feria, ¿ cómo había llegado allí?, no entendía nada y estaba comenzando a asustarme la sensación de no pertenecer a ese cuerpo, que se lo estaba quitando a alguien o estaba invadiendo era cada vez mayor, el escaparate de la heladería me enseñó mi reflejo era yo pero a la vez no lo era, una mujer alta a finales de sus veinte y delgada, me miraba confundida, llevaba unos vaqueros azules,  una blusa blanca de algodón y unas converse azules , mi cabello castaño oscuro a un paso de ser negro  con ondas demasiado rebeldes y esponjado está suelto, mis labios delgados temblaban ligeramente y en mis ojos se podía ver un cierto miedo, esa era yo una yo mas alta, delgada y por lo menos cinco años mayor.

Cómo podía ser yo si no conocía al hombre que sabía que era mi esposo nunca había visto a alguien así y ni qué decir de los niños, de quien quiera que sea este cuerpo sabía que eran suyos que los amaba y tenía que encontrarlos, pero yo quería despertar y estar en casa. 

Una estridente risa llamó mi atención venía del interior de la  heladería por el cristal del escaparate no lograba ver nada, de hecho parecía que estaba cerrada las luces estaban apagadas  y el lugar parecia vacio, mis pies se movieron solos, cuando atravesé la puerta el lugar era completamente diferente, era espacioso y bien ilumonado, las paredes de un color turquesa tenia como molduras y nichos donde estaban distintos tipos de helados en grandes copas una etiqueta en dorado colocaba sus nombres , una enorme araña de cristal colgaba en el centro dando destellos chispeantes, al fondo de la tienda habia un mostrador, la verdad parecia mas una de esas barras de los bares con sillas altas de color chicle, habia una pequeña niña de cabello rubio oscuro sujeto en una cola de caballo alta, con un enorme moño rosa que lo adornaba, combinaba perfectamente con su vestido rosa con olanes no veia su rostro porque me daba la espalda, pero sabía quien era, senti una especie de nostalgia y felicidad en el pecho, la pequeña estaba hablando con un hombre algo pasado de peso que estaba detras del mostrador, llevaba un traje de dos piezas de un color morado intenso, tenia una pequeña barba en el menton que la habia recortado en punta y no tenia cabello, mientras mas me acercaba a ellos sus voces pasaban de ser susurros distorsionados a una conversación que ya podia entender , cuando llegue al lodo de la pequeña no pude dejar de verla no la habia visto hace mucho tiempo devia tener no mas de siete años y de alguna forma lucia igual que la ultima vez que la habia visto, tenia una mirada picara y una cara angelical que la libraba de problemas, tenia un poco de chocolate en la esquina de la boca.

        - Quiero un sabor extraño, uno que normalmente la gente no pida.- le estaba diciendo al señor.

        - Mmm… déjame pensar - le respondió dando una sonrisa de lado mientras miraba al techo.

       - ¿Tu que helado prefieres ?- me pregunto a mi con una enorme sonrisa, sentí una calidez agradable en el pecho al verla, pero no pude responderle, mi boca no se movía aunque le sonreí de vuelta.

       - Tal vez el de ciruela sea el más extraño - respondió él heladero llamando la atención de la pequeña que asintió con entusiasmo.

De repente una mujer en sus treinta y tantos, alta y también de cabellera rubia oscura apareció, no sabría decir de donde, solo de un  momento a otro ya estaba  allí, iba vestida sencilla pero emanaba elegancia, su cabello suelto estaba en unas ondas perfectas , unos aretes de perlas pequeños adornaban sus orejas, apenas llevaba algo de maquillaje pero tenía de esos rostro que no lo necesitan para verse bien era una mujer muy atractiva, al verla también sentí nostalgia pero también pesar, le sonreí con tristeza, como a alguien querido al que por algún motivo dejaste de ver.

        - Me alegra que estés aquí, no ha parado de buscarte - me decía señalando con la cabeza a la niña.

Sabía que era su madre pero no lograba recordar sus nombres, en algún momento de la juventud de  este cuerpo que albergó las había conocido, había cuidado a esa niña, había sido parte de su familia, pero ya no lo era, no lo había sido desde hace mucho tiempo, en algún punto solo se había alejado de sus vidas y no había vuelto a ver atrás.

           - Yo también la echo de menos - me escuche responder.

           -  Ella está bien, le hiciste mucha falta pero poco a poco se recompuso - me dio una ligera sonrisa al decirlo - ahora somos más cercanas, lo hacemos todo juntas, está bien y es muy feliz.

Esta vez no respondí pero la nostalgia desapareció dando paso a solo una sensación de felicidad, las miraba mientras en una especie de trance salía de la tienda, afuera ya en el pasillo la heladería, ya se podía ver desde afuera, podía verlas en la barra comiendo un helado entre risas era una imagen muy bonita. 

Al darme la vuelta para seguir mi camino me topé de frente con un hombre, lucía asombrado de verme y yo también me sorprendí aunque no sabía quién era, llevaba un uniforme de piloto, el gorro de capitán lo llevaba bajo del brazo, era más alto que yo y  debía tener treinta y tantos, no podría  definir con exactitud lo que sentí al verlo, era  una mezcla de felicidad, tristeza , anhelo y también sentí mucha culpa  y antes de que dijera una sola palabra lo supe, este cuerpo, esta persona en la que estaba, lo había amado profundamente pero era un amor imposible por que era él padre de aquella traviesa y dulce niña que estaba en la heladería por eso se había  alejado de ellas, no porque no fuera correspondida por él, sino por que lo era y no podía hacerle eso aquella familia, yo sabía y más que saberlo parecía que  lo veía una especie de recuerdo vivido, cuando ambos habían estado fuera de esa misma heladería sentados en un banquillo despidiéndose, acordando jamás verse o hablar de lo que habían sentido uno por el otro para no dañar a nadie. 




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