Un Precio Que Pagar

Capítulo 6

"Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso."

Gustavo Adolfo Bécquer.
 

 

San Pedro Pochutla, Oaxaca, México.

Mateo observó la hora por milésima vez y tamborileó los dedos, impaciente.

La melodía romántica de Te esperaba de Carlos Rivera emergió desde el parlante de su laptop, provocándole un cosquilleo a nivel general en su piel.

Hace más de un cuarto de hora que Charlotte se había retirado junto a Ana María y Tommy, de manera tan escurridiza que ni tiempo le había otorgado para retenerla y poder explicarle el malentendido con Miranda.

Se permitió perderse un instante en la melodía y la letra que le hacía sentir que esa canción había sido escrita inspirada en ellos. Suspiró sintiendo la letra calar en lo más profundo de su piel.

«Presentí
Cada día tu mirada
Tu llegada, me rendí
Ante el brillo de tu alma.

Sí, soy aquel que desde siempre te esperaba
Puedo admitir
Que, aunque fuera una locura no dudaba
Sí, en mi corazón tu espacio yo guardaba
Y ahora que estás aquí
Veo el amor convertido en ti.»

Suspiró angustiado. Lo desesperaba la idea de que ella se hiciera un juicio errado y realmente lo que menos deseaba en este instante era perder todo el terreno avanzado en la cercanía que poco a poco habían logrado cultivar estos días. De ninguna manera permitiría que esta confusión los perjudicara, por lo que decidió en el acto que la visitaría en cuanto acabara su turno.

Corroborando una vez más la hora, tiempo después, y tras cerciorarse que su turno ya había culminado, cerró rápidamente la laptop y aferrando su chaqueta de cuero, salió como una exhalación del despacho cerrando a las prisas tras de sí.

Y una vez se puso en marcha en la carretera, aferró con determinación el volante entre sus dedos, absolutamente ansioso por verla y explicarle que no había ni existiría nadie más para él, que ella.
 

Y una vez se puso en marcha en la carretera, aferró con determinación el volante entre sus dedos, absolutamente ansioso por verla y explicarle que no había ni existiría nadie más para él, que ella


Mazunte, Oaxaca, México.

El timbre volvió a resonar enérgicamente, opacando por un instante la sutil risa de Naná y la contagiosa risa de Carmen. Charlotte se incorporó de la cama a regañadientes por dejar a medias su relato, pero era mejor ir a encarar al inoportuno y lo tocaría hacerlo a ella misma, en empatía con Carmen quien ya se había parado varias veces a atender el teléfono o la puerta.

—Ya vengo y les sigo contando —le lanzó un beso en el aire a Naná antes de desaparecer por el umbral.

El timbre volvió a rugir en el silencio y Charlotte rodó los ojos con evidente molestia ante el impertinente que tocaba con tanta impaciencia.

No obstante, todo rastro de molestia e incluso lógica desapareció de manera fugaz de su mente, al abrir y encontrar a Mateo en la entrada, cargando entre sus manos un enorme ramo de tulipanes color rosa y calas de color lila.

Sus labios cedieron ante el impacto de aquella visión, abriéndose en una "O" perfecta.

Una sensación de contundente agrado recorrió todo su organismo, imposibilitándola de inmediato a pensar en algo más que no fuera él y lo increíblemente guapo que se veía con esa chaqueta de cuero.

Lamentablemente, por una fracción de segundo las imágenes de lo ocurrido durante la tarde en el
Hospital bombearon en su mente como una película.

—Creo que te equivocaste de lugar y de chica —suspiró intentando disimular su decepción ante los recuerdos que inundaron su memoria.

—Precisamente estoy en el lugar correcto y con la chica correcta —replicó él, acercándose cautelosamente—. Lo que viste en el Hospital no es nada más que el afecto entre dos amigos y colegas. Ella no es nada más que una amiga, por si te lo preguntas.

Charlotte no pudo retener el suspiro de alivio que emergió desde lo más profundo de su ser, escapándose a través de sus labios. Sin poder resistirse a la increíble sensación de calidez que revoloteó en su estómago como si millares de mariposas aletearan en absoluta sincronía allí, elevó su mirada hasta conectarla a esos ojos que la acogieron con una confortabilidad soñada, como si desearan contenerla solo a ella.

Sintió el peso de la mirada atrapándola de manera inmediata y solo pudo mantenerse cautiva sin poner resistencia. Después de todo... ¿Cómo resistirse a esa mirada que era la única capaz de hacerla sentirse viva?

Mateo le ofreció el ramo de flores, sintiendo un cosquilleo en el corazón al ver el brillo en aquellos ojos de cielo que tanto adoraba.

—Mateo son... bellísimas. Lo recordaste, recordaste lo que significan para mí. —Acercó con emoción el ramo a su rostro para observarlas a detalle y luego aspirar del delicioso aroma que emanaban.

—Tulipán rosa y cala lila, tus favoritas —recitó sin dejar de admirarla embelesado.

—Lo son —sonrió con amplitud revelando un precioso hoyuelo en la comisura derecha de sus labios— Absolutamente son mis flores favoritas en el mundo.

—Y tú eres la mujer más especial en mi mundo, siempre has sido tú y nadie más que tú, Charly. No me perdono no habértelo dicho antes, pero has tenido mi amor desde siempre y ahora que regresas nuevamente debes saber que siempre has sido la dueña absoluta de mi corazón y de todo lo que habita en mí. Te quiero más allá de lo que puedas imaginar y deseaba que lo supieras, aquí y ahora, cuando estás aquí junto a mí y la vida me otorga la oportunidad de expresártelo y demostrarlo. —Mateo adoró con su mirada cada centímetro de la aterciopelada piel del rostro del Charlotte.




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