Un Precio Que Pagar

Capitulo 7

"Sus labios eran una caricia necesaria, cómo podía haber vivido hasta ahora sin ellos."

Mario Benedetti.
 

 

Playa Zipolite, Oaxaca, México.

Solo bastó ingresar al recinto para que Charlotte dejara salir un suspiro, barriendo con su mirada toda la extensión del lugar.

Su mirada se desplazó con agilidad desde las mesas bellamente adornadas y dispuestas de forma equitativa por todo el sector. Mobiliario de decoración le otorgaba un toque acogedor al área de restaurante. Algunas mesas se desperdigaron sobre plataformas que conectaban con la playa, dando acceso a una maravillosa vista en primera fila al majestuoso mar, calmo y apacible que les brindó la bienvenida con el vaivén de sus olas.

Inspiró profundamente, llenando sus pulmones a la máxima capacidad de ese aroma a mar que acarició sus sentidos.

Sin duda la estancia inspiraba paz y la compañía de Mateo resultó ser la compañía perfecta que la arrulló por completo.

Sintiendo el cosquilleo que recorrió sus dedos al momento que la mano de su acompañante aferró su mano, fue guiada directo a una de las mesas más próximas al mar y se ubicaron uno frente a la otra. Las velas dispuestas de manera armoniosa sobre la mesa brindaron un toque romántico e íntimo al instante.

Tras revisar la carta se decantaron por la especialidad de la casa sugerida por el Chef: una entrada de mariscos, ensalada Caprese, de plato de fondo Atún Mediterráneo, finalizando con un bajativo de menta y café expreso acompañado con plátanos flameados y helado.

Uno a uno, fueron desfilando los deliciosos platillos que derrocharon de su aroma particular, generando una real delicia a sus olfatos.

—Ya no puedo más —suspiró Charlotte, tras paladear un poco más de helado y depositar la cuchara en el plato—. Todo estuvo absolutamente delicioso, y la conversación muy agradable.

«Y reveladora» pensó para sus adentros, aun asimilando todo lo que habían externado sobre el pasado y sus sentimientos.

Le dedicó una bella sonrisa a Mateo y este extendió la mano sobre la mesa hasta que sus dedos hicieron contacto con los de ella, suaves y delicados. El contacto de la caricia generó un agradable cosquilleo en la mano de Charlotte, como si un centenar de hormigas caminaran sobre su piel.

Extendió los dedos haciendo espacio para que los dedos de Mateo se encajaran entre los suyos, revelando un calce perfecto, como si sus manos hubiesen nacido para encajar a la perfección.

El brillo en la mirada de él reveló que compartía el mismo pensamiento como una realidad única.

—Si esto es un sueño... no quiero despertar jamás —murmuró Mateo con voz queda—. Siempre has sido mi sueño Charly, no podrías llegar a dimensionar lo afortunado que me siento en este momento.

Buscó con sus manos disponibles, las manos que tenían enlazadas y deslizó las yemas sobre el dorso de la mano de Charly, como si intentara confirmar mediante el tacto que ella era real y efectivamente estaba allí.

Derretida ante las palabras y sensaciones que la envolvieron, suspiró en profundidad a medida que extendió su mano disponible hasta el rostro de él, acunando su mejilla con la palma de su mano.

—Soy real y me siento más viva que nunca gracias a ti —clavó su mirada en los ojos masculinos— Durante muchos años intenté desestimar lo que sentía por ti e incluso quise arrancarlo de mí enfocándome en otras personas y cosas. Pero ya no quiero seguir forzando evadir lo que siento, ya no puedo...

El corazón de Mateo galopó vertiginosamente martillando contra su pecho. Comprendiendo que, su yo adolescente no había logrado luchar por su amor y disfrutar de la compañía de ella, producto de la timidez que lo había tenido preso, pero ahora por Dios que lo haría. Jamás se perdonaría volver a perderla y perderse el experimentar su amor.

—Entonces dame la oportunidad de amarte y demostrarte que eres la razón de mi felicidad —el rogó con su mirada—. Sé que nuestras vidas tomaron rumbos diferentes en el pasado, pero podemos visualizar un futuro juntos.

Charlotte experimentó un nuevo sentimiento de emoción recorrer cada una de sus terminaciones nerviosas. Quizás podían intentarlo y ver cómo evolucionaban las cosas durante su estadía. De tan solo comprobar la manera en la que se perdía en su mirada, el calce perfecto de sus manos, el sabor de sus labios y el sentimiento agradable tan indescriptible que le producía su cercanía, sabía que le sería imposible negarse.

No obstante, por otro lado, le llenaba de temor pensar en una relación a distancia y por más que quería a Mateo, era consciente que debería lidiar con más temores, como el equilibrar esta nueva panorámica con su afanado modo de vida. ¿Podría el siendo tan tranquilo y hogareño, seguirle el ritmo a su vertiginoso modo de vida de ciudad?

Suspiró, consiente que solo una cosa despejaría sus dudas: el tiempo.

—Sí, quiero estar contigo Teo —externó lo que su corazón luchaba por expresar a gritos—. Quiero que lo intentemos y que recuperemos el tiempo perdido.

Sin miedo al ridículo y con una gran sonrisa, Mateo se levantó de la mesa como una exhalación, tirando de su mano hasta que ella se levantó y antes de que pudiese siquiera pestañear encerró su estrecha cintura con sus brazos y la hizo girar en el aire, provocando que ella rodeara su cuello entre sus brazos y escondiera el rostro en el fornido hombro, ahogando las carcajadas que fluyeron desde su boca.

Descendió suavemente con ella entre sus brazos, hasta depositarla en suelo firme.

Sonrojada, elevó su mirada hasta clavarla en los ojos profundos que la escudriñaron con atención.

En mutuo acuerdo conectaron sus labios una vez más, sellando con ese beso el vínculo de amor que con emoción acababan de adquirir.




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