Un Precio Que Pagar

Capítulo 23

«La felicidad es un regalo que debemos disfrutar cuando llega.» –

Charles Dickens.
 

 

Santa Fe, Ciudad de México, México.

Tras la resolución de la severa sentencia de Regina y saberla tras las rejas, todos finalmente respiraban en paz.

Los días transcurrieron con calma y agrado, dejando atrás aquellos días de angustia.

La evolución de salud en Pedro y su pequeña, otorgó dicha y calidez en el corazón de todos.

Y si bien todo volvía a la normalidad, Mateo comenzó a mostrarse bastante inquieto, al punto que Charlotte comenzó a cuestionarse si algo le sucedía.

 

Y si bien todo volvía a la normalidad, Mateo comenzó a mostrarse bastante inquieto, al punto que Charlotte comenzó a cuestionarse si algo le sucedía



La tarde comenzaba a anunciar su fin y los últimos rayos de solacariciaron y llenaron de calidez su retorno a casa.

Charlotte abrió ansiosa, sabiendo que tras esa puerta la aguardaba el amor de su vida.

Inmediatamente fue recibida por el delicioso aroma de carne y verduras hornadas. Su estómago sonó en respuesta automática a los aromas.

Quedó asombrada al ver el bellísimo camino de pétalos de rosa, que desembocaban en el comedor.

Con pisadas suaves, recorrió el sendero, disfrutando el aroma que le brindó el fragante camino.

Frenó sus pisadas al llegar al comedor y ver la mesa bellamente decorada con rosas rojas. La cena recién servida desprendía un aroma sublime y la aparición de Mateo por un costado, coronó su visión.

Apresuró sus pasos a su encuentro y se lanzó contra él, estrechándolo con todas sus fuerzas. Se perdieron en sus labios durante lo que pareció ser una eternidad. Y en ellos encontró su hogar, su refugio.

Una vez que cenaron, Charlotte no pudo menos que elogiar la deliciosa comida, y cuando se volteó en dirección a Mateo a darle un beso, este la aguardaba de rodillas, con una preciosa cajita entre sus dedos, la que abrió lentamente ante ella, revelando una preciosa sortija de pequeños diamantes.

Charlotte abrió los labios en una "O" perfecta y sus ojos se humedecieron ante la inmensa emoción que la embargó.

—No quiero pasar un instante de mi vida sin ti, amor. Eres mi luz, el amor de mi vida y la reina de mi corazón. Eres quien le da sentido a todo cuanto me rodea y el motivo de mi felicidad cada día. Mi amor, ¿quieres casarte conmigo? —Mateo le ofreció la cajita y su contenido, con una encantadora sonrisa.

Charlotte sonrió radiante, antes de abalanzarse a sus brazos.

—¡Si quiero! Una y mil veces sí.

Mateo deslizó la sortija en su delicado dedo y se puso de pie para atraerla a sus brazos.

La felicidad y calidez los envolvieron a partes iguales, pues eran conscientes que estaban por iniciar una maravillosa nueva etapa en sus vidas.

Tras un largo y entregado beso, Mateo la estrechó entre sus brazos elevándola en el aire para dar giros con ella.

Las risas de Charlotte llenaron de dicha el lugar, y de paso el corazón de él.

Corazón que solo le pertenecía a ella.
 

Corazón que solo le pertenecía a ella




—¿Cómo luzco?

Charlotte contuvo el aliento al momento de voltearse en dirección a Carmen.

Ella, la observó con mirada anegada en lágrimas.

—Como la novia más radiante del universo. —Depositó un beso amoroso sobre la frente de su hija. —Estoy segura de que Naná está disfrutando de este momento desde el cielo del que te cuida, ten por seguro que está muy orgullosa de ti.

Charlotte sonrió con los ojos húmedos.

La presencia de Naná siempre la acompañaba y hoy, el día de su boda, no era la excepción.

El tiempo transcurrió de manera lenta pero constante y antes de darse cuenta, ya se encontraba aferrando el brazo de su padre, recorriendo el pasillo que la llevaba al altar, allí donde él aguardaba por ella.

Su corazón se saltó varios latidos al vislumbrar a Mateo, así como él experimentó al verla acercarse tan hermosa.

Durante el recorrido vio a sus seres queridos y los de su prometido, así como la compañía de Ana María y su marido, Tommy, Sofía, Pedro y Raquel con su pequeña, entre otras personas importantes para ambos.

Los votos matrimoniales fueron recitados con solemnidad y amor, confirmando cada palabra expresada.

Sus corazones latieron desbocados al colocar las argollas de matrimonio en sus dedos, confirmando la decisión de unir sus vidas para siempre.

El beso selló su unión y promesa, generando un estallido de vítores y aplausos.

La velada transcurrió con dicha desbordante, y para cuando Charlotte se hallaba en un balcón tomando un breve respiro y disfrutando lo vivido, las manos de Mateo encontraron su legítimo lugar en su cintura, brindándole una sensación de agrado sin precedentes.

—Ya me preguntaba dónde estaba mi bella esposa.

Charlotte entrecerró sus ojos, disfrutando como sonaban aquellas palabras en su voz.

—Tu esposa... me agrada como suena.

—Mía, desde ahora y para siempre. Te amo de aquí a la eternidad, mi amor.




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