Un príncipe para el reino

Capítulo 5: Un error

La reacción a la notica sobre el entrenamiento de los duendes fue diversa, por una parte suscitó mucha oposición entre algunas personas, pero, afortunadamente, eso no disuadió a los duendes y estos llegaron por montones a ofrecerse como voluntarios. En unos cuantos días nuestro ejército se duplicó en número gracias a ellos. Los entrenadores no solo fueron Signified y Quentin, sino que ellos convencieron a algunos de sus amigos para que también apoyaran en los entrenamientos. Mi idea parecía ir sobre ruedas y eso me llenó de optimismo. El único pesar que tenía era que Esteldor no estuviera aquí para ver qué bien marchaba el entrenamiento.

—Debo admitir que esto está saliendo mejor de lo que me imaginé —comentó Teodoro de pie a mi lado mientras observábamos a Quentin enseñando a un grupo de duendes tiro de arco.

—Si soy sincera, yo tampoco —admití con una sonrisa.

Otra idea vagaba por mi mente y me pareció el momento idóneo para compartirla.

—Quiero visitar la ciudad, hace mucho que no convivo con la gente, siento que les haría bien verme como antes. Que sepan que la vida en el reino sigue su normalidad.

—No me parece prudente —respondió Teodoro mirándome con cara de pocos amigos.

—Mis ideas normalmente no le parecen prudentes —repliqué irritada.

—Majestad, por favor entienda, la ausencia del rey tiene a la gente muy consternada, los rumores siguen circulando y me temo que la animosidad hacia usted va en aumento. En estos momentos usted no cuenta de mucha aprobación entre el pueblo.

—Por ese mismo motivo es que debo estar con ellos. Ocultarme tras los muros del castillo solo me hace parecer culpable de un delito que no cometí. Debo salir y mostrarles que soy la misma reina en quien una vez confiaron. Encerrada no voy a lograr ganármelos.

—Es demasiado riesgo, puede que la gente reaccione de manera agresiva…

—Oh, claro que no, puede que estén molestos, pero la gente aquí es buena.

Teodoro puso los ojos en blanco.

—¿Sería mucho pedir que permita que Rodric la acompañe? —preguntó Teodoro—. Me sentiría más tranquilo si sé que está acompañada.

—Al contrario, me parece una gran sugerencia. Rodric puede acompañarme —accedí de buena gana.

 

Escoltadas por Rodric, Mildred, Dafne y yo salimos del castillo a la mañana siguiente. Milly y Dafne iban muy entusiasmadas, yo no mostraba tanto júbilo como ellas, pero también me sentía contenta. Las dos charlaban alegremente mientras el carruaje nos transportaba. Entramos en la calle principal, donde el comercio y la vida cotidiana tenían a todos ocupados, muchos se detenían unos segundos al ver el carruaje real y luego continuaban su camino. Rodric mostraba un semblante amigable y, en apariencia, relajado, pero discretamente mantenía su mano derecha sobre el puño de su espada, listo para cualquier evento inesperado. A diferencia de ocasiones pasadas, esta vez no recibí sonrisas, ni halagos, ni muestras efusivas de afecto. Con la seguridad de tener a Rodric a nuestro lado, bajamos del carruaje para recorrer la calle a pie, unos cuantos niños se me acercaron y me hicieron preguntas infantiles y amables. La gran mayoría de los presentes se abría a mi paso y desviaba la mirada ante mi cercanía, como si mi presencia los ofendiera. A los pocos pasos yo ya me sentía muy desanimada.

—Vaya que me detestan —les comenté a mis acompañantes entre dientes.

—Oh, ¿quién podría detestarla, querida Annabelle? —preguntó Dafne con una sonrisa infantil.

—Ignóralos, chusma mal agradecida —opinó mi hermana mirando alrededor con ojos fulminantes.

—Concuerdo, no debe prestarle atención a la gente. Ya verá que en cuanto regrese el rey se les pasará —dijo Rodric aparentando calma, aunque todo su cuerpo se encontraba tenso.

—Supongo que tiene razón —contesté fingiendo que ya me sentía mejor, aunque no era así.

—Es una pena que Andre no haya podido acompañarnos —comentó Dafne, sonrojándose al instante.

Andre era el hijo de Rodric y Violeta, en quien Dafne tenía un enamoramiento infantil, pero potente. Los tres sonreímos ante la observación de la niña.

—Estoy seguro que estará encantado de acompañarnos en la siguiente ocasión —respondió Rodric con amabilidad—. Andre también disfruta mucho de los paseos…

Inesperadamente, sentí un objeto viscoso impactarse contra mi rostro y luego una textura húmeda que resbalaba por mi mejilla para luego caer a mi pecho. Abrí los ojos justo para ver otra verdura podrida ser lanzada en mi dirección. Rodric detuvo el segundo impacto, desviando la trayectoria de la verdura. Llevé mi mano a mi rostro que punzaba en el area que había recibido el impacto. A unos metros de nosotros la gente comenzó a gritar.

—¡Bruja mata reyes!

—¡Asesina!

—¡Maldita extranjera! ¡¿Qué hiciste con Esteldor?!

—¡Largo de aquí! ¡Asesina!

Sentí mi corazón hundirse en mi pecho. Sus palabras dolían más que el impacto de la verdura podrida. Dafne y Mildred contuvieron la respiración, anonadadas por lo que estaba sucediendo. Rodric me cubrió con sus brazos de modo protector y nos guió corriendo hacia el carruaje. A nuestro paso, más gritos nos acompañaban.




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