Adrian
Me dejé caer en la cama después de una tarde más en casa.
Dante había pasado un rato conmigo, intentando distraerme con bromas y conversaciones tontas, pero apenas se fue la casa volvió a sumirse en ese silencio pesado que mis padres parecían disfrutar. A lo lejos se escuchaban sus voces discutiendo sobre planes y compromisos, y yo, como siempre, elegí desconectarme.
Encendí el celular para perderme en cualquier cosa que no fueran los sermones de mi padre. Y ahí estaba: una notificación nueva.
Un mensaje de un número que ya me resultaba familiar, aunque apenas lo había memorizado. Olivia.
Abrí la conversación y lo primero que apareció fue una imagen. Una foto de ella.
Me quedé en silencio, observándola con detenimiento.
Era ella, sonriendo sin darse cuenta, con la cámara colgando en sus manos. Una sonrisa tímida, natural, sin pose. No la Olivia callada que apenas hablaba en el salón, ni la chica que se escondía tras su cámara.
Era distinta.
Real.
Y me sorprendió más de lo que quise admitir.
Leí el mensaje que acompañaba la foto:
Eres mejor fotógrafo que yo, creo que terminaras robando empleos :)
Por primera vez en mucho tiempo, sonreí de verdad. Ella había entendido lo que yo había querido hacer. No era solo una foto: era un pedazo de ella visto desde mis ojos.
Mis dedos se movieron solos.
Adrián: No sabía que eras tan buena modelo. Creo que tu cámara y yo tenemos talento escondido.
Esperé un segundo, y enseguida vi los tres puntitos titilar.
Olivia: No soy modelo. Solo… no me di cuenta de que me estabas fotografiando.
Adrián: Precisamente por eso salió tan bien. Las mejores fotos son las que no se planean.
La conversación fluyó con una naturalidad que me sorprendió.
Yo no era de mensajes largos ni de abrirme demasiado, pero con ella… era diferente. Sentía que podía escribir sin filtros, como si cada palabra no fuera un peso sino algo que me quitaba aire de encima.
Después de algunos segundos de silencio, me arriesgué a preguntar:
Adrián: Y dime, Rosey… ¿además de andar con la cámara todo el día, qué más te gusta hacer?
Olivia: Mmm… suena aburrido, pero me gusta leer. Y escuchar música. Coldplay es mi refugio desde que tengo memoria. ¿Los conoces?
Sonreí al leer eso.
Adrián: Claro que los conozco. Supongo que eres del tipo que escucha “Fix You” cuando llueve, ¿o me equivoco?
Olivia: ¿Cómo lo sabes?
Adrián: Se te nota. Tienes cara de pensar demasiado cuando escuchas canciones tristes.
Un emoji de risa fue su respuesta, y no pude evitar reír yo también. Me sentía extraño, ligero, como si la casa ya no me asfixiara tanto.
Olivia: ¿Y tú? ¿Qué escuchas cuando nadie te ve?
Me quedé pensando unos segundos antes de escribir. Nunca lo decía en voz alta, ni siquiera Dante lo sabía.
Adrián: Cigarettes After Sex. Supongo que me gustan las canciones que parecen un suspiro. Nadie las entiende mucho, pero a mí me calman.
Tardó un poco en responder, y eso me puso nervioso. ¿Pensaría que era raro?
Olivia: No los escuché mucho… pero me encanta el nombre. Y ahora quiero que me recomiendes una canción.
Adrián: “Apocalypse”. Empieza por esa. Aunque cuidado, puede quedarse dando vueltas en tu cabeza por días.
Olivia: Suena como un reto. Acepto.
Sentí una punzada cálida en el pecho. Era increíble lo fácil que resultaba hablar con ella, cuando con el resto del mundo siempre tenía que llevar puesta una máscara de sarcasmo y dureza. Con Olivia no era necesario.
Adrián: ¿Y qué lees? Déjame adivinar: cosas profundas que me dejarían dormido en la primera página.
Olivia: No siempre. Me gustan las historias que se sienten reales, esas donde los personajes se equivocan y aun así encuentran algo por lo que vale la pena quedarse.
Me quedé mirándolo escrito en la pantalla. Quedarse. Esa palabra resonó más de lo que debería.
Adrián: Suena a que lees para entenderte a ti misma.
Hubo un silencio, y después:
Olivia: Tal vez sí.
La noche se me escapó entre mensajes.
Entre risas y confesiones pequeñas, sentí algo que no recordaba haber sentido en mucho tiempo: paz. Como si, por primera vez, alguien estuviera dispuesto a mirarme sin prejuicios, sin exigencias, sin la sombra de mis padres detrás.
Antes de dormir, guardé la foto que me había enviado. Y me descubrí pensando que no era yo quien había capturado ese instante, sino ella. Porque en esa imagen estaba la prueba de que algo había empezado, algo que ninguno de los dos estaba listo para nombrar, pero que ya nos estaba envolviendo.
El timbre del final de clase resonó como un alivio. Había pasado toda la mañana fingiendo que ponía atención, aunque en realidad mi cabeza estaba en otra parte.
Desde la noche anterior, después de esa conversación con Olivia, me descubrí volviendo una y otra vez al mismo punto.
¿Cómo era posible que alguien a quien apenas conocía me hiciera sentir… diferente?
Dante me atrapó en la salida del salón.
—¿Y bien? —me preguntó, dándome un golpecito en el hombro—. ¿Ya decidiste dejar de actuar como un ermitaño con la chica nueva?
Rodé los ojos, pero no pude evitar reírme un poco.
—Eres un fastidio, ¿lo sabías?
—Un fastidio que siempre tiene la razón. —Dante me sonrió con suficiencia—. Anda, ve a buscarla. Si no lo haces, me voy a ver obligado a hacerlo yo, y no querrás competencia, ¿verdad?