Un Principio Pendiente

Capitulo 12: Entre sueños

Olivia

El maratón terminó mucho más tarde de lo que esperaba.

Entre risas, palomitas, galletas medio quemadas y los comentarios sarcásticos de Adrián durante las escenas de Harry Potter, la tarde se nos escapó como si hubiera sido un suspiro. Dante y Clara se habían quedado dormidos a la mitad de la última película, uno recostado sobre el otro, y eso nos había hecho reír a los dos, aunque a mí también me dejó una sensación extraña en el pecho.

Cuando por fin recogimos todo, Clara y yo salimos juntas de la casa de Adrián. Su padre nos esperaba en el auto, estacionado al otro lado de la calle.

La noche estaba fría, y el aire olía a pan recién hecho de alguna panadería cercana.

—¿La pasaste bien? —me preguntó Clara en voz baja mientras caminábamos hacia el coche.

—Sí… mucho más de lo que pensé. —Apreté la correa de mi cámara contra el pecho, recordando la foto que Adrián me había dejado tomar en su cuarto. Había algo en esa imagen que aún no podía soltar.

Clara sonrió de esa forma que solo ella sabía: cómplice, brillante. Luego, respiró hondo, como si necesitara reunir valor para decirme algo.

—Olivia… —dudó unos segundos, mordiéndose el labio—. Creo que necesito contarte algo.

La miré, confundida.

—¿Qué pasa?

—Dante y yo… —Su voz bajó a un susurro—. Estamos saliendo.

Me detuve en seco, mis ojos se abrieron grandes.

—¿En serio? ¡Clara! —La abracé con fuerza, incapaz de contener la emoción. Ella rió nerviosa, aunque feliz, y por un momento volvimos a ser dos chicas compartiendo un secreto enorme.

—No se lo hemos dicho a nadie todavía —confesó, con las mejillas rojas—. Pero sé que puedo confiar en ti.

—Claro que sí. —Sonreí, de corazón—. Me alegra tanto por ti.

Subimos al auto, y mientras su padre arrancaba, yo no podía dejar de pensar en lo que había pasado.

Clara y Dante, juntos… de alguna forma todo cobraba sentido. Lo había visto en sus miradas, en cómo él la buscaba incluso en los detalles más pequeños.

Me mordí el labio, mirando por la ventana, mientras Clara hablaba emocionada a mi lado. Y fue ahí, en ese instante de calma entre nosotras, cuando lo admití por primera vez.

—Clara… —murmuré, con la voz apenas audible.

—¿Sí?

Tragué saliva. Mis manos sudaban y mi corazón me golpeaba el pecho con fuerza.

—Creo que… estoy empezando a ver a Adrián de otra manera.

Clara giró hacia mí con una sonrisa pícara, sus ojos brillando de emoción.

—¿Otra manera?

Asentí, escondiendo la cara entre mis manos.

—No lo sé… Es diferente. Cuando hablo con él siento que… que me empuja a salir de mi burbuja, a mirar más allá. Y hoy, en su cuarto, vi algo en sus dibujos… como si él también estuviera escondido en ellos.

Clara apretó mi brazo, divertida.

—Eso suena mucho a que te gusta.

—No lo sé —repetí, aunque mi voz no sonaba tan firme como quería.

El auto avanzaba lento entre las luces de la ciudad, y yo miré hacia afuera, pensando en la sonrisa ladeada de Adrián, en la forma en que había dicho que la inspiración podía encontrarse en alguien. Me atreví a aceptar lo que antes me negaba: quizás, sin quererlo, yo estaba empezando a convertirme en esa inspiración para él.

Cuando llegué a mi casa aún sentía la calidez de las risas que habíamos compartido, el olor a galletas que había impregnado todo el ambiente y esa sensación ligera de que algo nuevo estaba empezando a cambiar dentro de mí.

Cuando entré a mi cuarto, lo primero que hice fue tirarme sobre la cama, abrazando mi almohada con una sonrisa boba en los labios.

Me quedé un buen rato repasando cada momento: el plan secreto de Dante y Clara, la torpeza disimulada de Adrian cuando me pedía que lo ayudara con las galletas, y su cuarto… lleno de dibujos que parecían contar historias silenciosas. Me mordí el labio, recordando lo que dijo: “a veces necesitamos inspiración para ciertos dibujos”.

No sabía por qué, pero esa frase había quedado dando vueltas en mi cabeza.

Suspiré y, casi sin pensarlo, tomé mi celular. Tenía que escribirle.

Me encantaron las películas de hoy, gracias por invitarme —tecleé rápido, y envié el mensaje antes de que mi timidez me hiciera arrepentirme.

El corazón me latía con fuerza mientras esperaba su respuesta. No tardó mucho en llegar.

Sabía que te iban a gustar. Y… ¿ya sabes lo de Clara y Dante?

Fruncí el ceño, acomodándome mejor en la cama.

¿Qué cosa? —contesté, aunque ya tenía una corazonada.

Tres puntitos aparecieron y desaparecieron en la pantalla varias veces. Era como si Adrian pensara mucho antes de escribir.

Que están juntos. Bueno… Dante fue quien ideó un plan para que los dejáramos solos durante el maratón. Él me pidió ayuda, y creo que salió mejor de lo esperado.

Abrí mucho los ojos.

Clara me lo había confesado en el auto, pero leerlo en palabras de Adrian lo hacía aún más real.

¡No lo puedo creer! Estoy tan feliz por ellos —escribí, con una sonrisa enorme en la cara.

Me quedé mirando la pantalla unos segundos más, con la emoción palpitando en el pecho. No solo porque mi mejor amiga estaba comenzando algo bonito con Dante, sino porque todo lo que había pasado ese día me había hecho sentir distinta.

Había algo en Adrian, en su manera de mirar cuando se reía, en la forma en que intentaba disimular cuando se acercaba demasiado, que ya no podía ignorar.

Tal vez todavía no estaba lista para admitirlo en voz alta, pero en lo más profundo de mí empezaba a verlo con otros ojos.

Ya no solo como el chico divertido que me molestaba, sino como alguien que poco a poco se estaba convirtiendo en mi inspiración.

Mientras apagaba la lámpara y me acurrucaba entre las sábanas, volví a leer nuestro chat. Sonreí otra vez, cerré los ojos y me dejé llevar por ese cosquilleo nuevo en el corazón




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