Olivia
Entré a casa con el corazón todavía acelerado, como si hubiera corrido una maratón sin moverme más que unos pasos desde la puerta hasta mi habitación.
Apenas cerré la puerta detrás de mí, apoyé la espalda contra ella y dejé escapar un suspiro tembloroso. Me llevé los dedos a los labios, todavía podía sentir la calidez del beso de Adrián, y una sonrisa tonta se me escapó sin remedio.
Me dejé caer en la cama, abrazando la almohada como si fuera un secreto que no podía contarle a nadie… o tal vez sí.
El celular vibró y vi el mensaje de Clara: “¿Ya llegaste? Cuéntamelo TODO”. No pude evitar reír bajito. Ella conocía demasiado bien mi forma de contener las cosas.
Le escribí rápido: “Sí, ya llegué. Clara… peroo pasó algo”.
No tardó ni treinta segundos en contestar: “NO ME DIGAS QUE TE BESÓ”.
Me quedé mirando la pantalla, con las mejillas ardiendo, antes de responder simplemente: “Puess sii”.
Las burbujas de escritura aparecieron y desaparecieron como si ella no pudiera contener el entusiasmo. “AHHHH OLIVIA ROSEY ESTO ES INCREÍBLE. ¡Dime cada detalle! ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Qué sentiste?”.
Me mordí el labio, pensando en cómo poner en palabras lo que había sentido. Terminé escribiendo: “Fue en la puerta de mi casa. Me preguntó si podía besarme otra vez y… lo hizo. Fue suave, lindo. No sé, Clara, me siento flotando”.
Ella me contestó con una ráfaga de emojis de corazones, estrellas y aplausos. Después agregó: “¡Te dije que algo había entre ustedes! Y ahora, ¿cuál es el siguiente paso?”
Ahí fue donde me quedé en silencio, observando las letras en la pantalla sin saber qué responder. Porque la verdad era que no lo sabía.
Una parte de mí quería dejar que todo fluyera, que los momentos se dieran solos, pero la otra quería decirle lo que sentía antes de que mis inseguridades me ahogaran.
Después de un rato de pensar, me atreví a escribir: “¿Tú crees que sea demasiado intenso darle una carta? Es que siento que necesito expresarle lo que pasa por mi cabeza, lo que siento cuando estoy con él, pero… no somos novios. Y me da miedo que lo vea como algo exagerado”.
Mi corazón latía con fuerza mientras esperaba su respuesta.
Finalmente, llegó: “Olivia, escribir cartas es de las cosas más bonitas que alguien puede hacer. No importa si aún no son novios. Es TU forma de expresarte. Y si él de verdad siente algo por ti, lo va a valorar muchísimo. Además, si lo guardas todo dentro, te vas a explotar. Déjalo salir en un papel. Créeme, lo vas a agradecer”.
Me quedé mirando ese mensaje largo rato. Tenía razón, lo sabía. Yo siempre había sido mejor con las palabras escritas que con las habladas.
Una carta era más que un gesto romántico, era mi forma de desnudarme sin que la voz me temblara.
Pero luego vino la otra parte, la que me hacía encogerme por dentro.
¿Y si Adrián no lo veía igual? ¿Y si pensaba que me estaba adelantando demasiado, que era una chica intensa que confundía un par de besos con algo más?
La inseguridad me pinchaba como agujas en la piel.
Apagué la pantalla del celular y me quedé mirando el techo. En mi mente ya empezaban a formarse frases sueltas, pedazos de lo que querría decirle.
Cosas como “me haces sentir como si el tiempo se detuviera” o “no sé cómo lo haces, pero contigo me siento más valiente”.
Y aún así, la duda me mordía: ¿era correcto entregarle tanto de mí tan pronto?
Me volteé en la cama, abrazando de nuevo la almohada. Tal vez Clara tenía razón. Tal vez debía escribir la carta, aunque no me atreviera a entregarla de inmediato. Guardarla como un secreto, como un recordatorio de lo que sentía ahora, por si algún día encontraba el valor suficiente.
Saqué mi libreta de fotos y abrí en una hoja en blanco.
Tomé el bolígrafo, mi fiel aliado, y dibujé las iniciales “A.B.” en la esquina.
Mi pulso temblaba, pero al mismo tiempo, una emoción cálida me recorría el pecho.
Sí. Tal vez todavía no sabía si se la daría. Pero al menos iba a escribirla. Porque necesitaba sacar esto de mi corazón antes de que me consumiera en silencio.
☀︎
La noche anterior había sido un torbellino de pensamientos y emociones.
Me quedé hasta tarde con la lámpara encendida, escribiendo y borrando, tachando frases enteras y reescribiéndolas. No quería que sonara cursi, pero tampoco quería que se quedara corto.
Era una carta, sí, pero era más que eso: era la primera vez que me atrevía a mostrarle una parte de mí que siempre había guardado bajo llave.
Al final, después de un sinfín de intentos, la carta quedó así: