De nuevo los castigos. Sin duda eso era un castigo, pero su ira rivalizaba con el placer que sentía al estar en brazos de él.
Se le veía tenso, se notaba en sus músculos. Seguramente estaba conteniéndose, pero no entendía el motivo de ello. Los dos deseaban eso, ¿por qué lo trataba así? Su cuerpo, el de su profesor, estaba caliente, parecía querer acercarse más a él para sentirlo. Y ahí estaba él, reprimiéndose como ninguno otro por su afán de querer castigarlo. Ahora que lo tenía ahí no le importaba que solo durara cinco minutos o cinco horas, quería sentirle, acariciarle, besarle. Atesorar ese momento como si fuera el más hermoso de su vida y recordarlo cuando ya no pudiera verlo...
―No muevas las manos de tu espalda. Si haces lo que digo quizás me plantee dejar que te corras una vez.
―¿Una vez? ―protestó por la mención de una sola vez con semejante hombre a su lado. Una sonrisa derritió la tensión del rostro de su profesor.
―Una sola vez... ―murmuró mientras lo soltaba con lentitud e iba agachándose.
De rodillas le llegaba justo a su pene, una visión terriblemente seductora para él. Le había quitado los boxers y ahora lo único que quería era comérselo entero, empezar a degustarlo y lamerle todo el pene hasta que le suplicara y su voz reflejara el deseo que tenía. Ah... Lo haría. Eso y mucho más.
Se acercó lo suficiente para olerlo. Sudor, excitación y una mezcla a almendras. Un olor más que adictivo para él. Probó con su lengua dándole un lametón rápido mientras lo sentía saltar por la impresión. Sabía condenadamente bien.
―Recuerda, no te muevas. Y no te corras ―le recordó Kai.
―Como si fuera fácil ―masculló él entre dientes.
Apretó más la cara contra él negándose a que viera que se reía por esa respuesta.
Dejó que sus labios se empaparan con su líquido caliente antes de comenzar a lamerlo. Se ayudó de sus manos para sujetarle su pene y lamerlo con la lengua.
Por ahora quería ese pequeño botón que temblaba lleno de excitación. Estaba duro como una piedra y cada vez que lo rozaba Kyungsoo arqueaba las caderas esperando más, pero sin conseguirlo.
―Por lo que más quieras...
―¿Qué es lo que quieres, Kyungsoo?
―Quiero correrme...
―¿Solo correrte?
Kyungsoo lo miró con extrañeza.
¿Quería solo correrse? No... Lo que en realidad quería es que él metiera su pene y lo hiciera temblar de placer una docena de veces antes de acabar. Era su fantasía, qué demonios, lo quería todo.
Sus mejillas se sonrojaron, pero encontró el valor para hablar.
―Quiero tu pene dentro de mí. Quiero correrme una docena de veces antes de que tú lo hagas...
Los temblores de él por su risa se transmitieron por él enviando descargas de placer no solo entre sus piernas, que era donde él estaba, sino en su boca… Era como si pudiera tocarlo en cada fibra de su ser sin tener que hacerlo físicamente.
―¿Eso es lo que quieres?
―Si...
―Pero esto es tu castigo... ―contestó él de forma lastimosa, como si le hablara a un niño pequeño al que quieres darle todo, pero sabes que está mal eso. ―Y los castigos hay que afrontarlos antes de disfrutar del placer.
Kai siguió lamiéndolo con intensidad. Kyungsoo se decía a sí mismo que aguantaría. Si era lo que él quería se contendría, lo haría con tal de tenerlo entre sus piernas y de vencerlo, de no darle el placer de verlo llegar al clímax, o quizás lo que sentía era querer complacerlo para que lo quisiera un poco más.
La lengua de él se introdujo con fuerza en su entrada como si fuera un miembro duro y caliente. Eso hizo que él se arqueara y cayera en la mesa sin poder evitarlo al tiempo que apretaba su culo para levantar las caderas. Lo penetró una y otra vez con su lengua y cada una de esas embestidas hacía que las paredes de su ano se mojasen más y más. Ya podía sentir los primeros signos del orgasmo devastador que lo acechaba, estaba tan cerca, tan...
Se separó bruscamente y se levantó. Kyungsoo lo miró sin saber bien lo que ahora tenía planeado para él. ¿Por qué se había detenido?
Dio la vuelta a la mesa del escritorio y cogió el teléfono. ¿Estaba sonando? No se había dado cuenta de ello. Mientras hablaba él lo miraba con esos intensos ojos. Estiró una mano hacia su pecho trazando círculos alrededor de su pezón para, acto seguido, pellizcarlo y tirar hacia arriba. Eso lo estaba excitando. Solo ese toque y el hecho de que había una persona al otro lado del teléfono que podía oírlo lo volvía loco.
Colgó el teléfono sin dejar de pellizcarle, primero uno, después el otro pecho. Los gemidos y jadeos era lo que cortaba el silencio del despacho.
―No vuelvas a interrumpirme en clase ―le dijo apretando con más intensidad sus pezones. La espalda de Kyungsoo se separó de la mesa para evitar el tirón.
―No...
―Y no vuelvas a desobedecerme...
―No...
―Bien ―dijo soltándole los pezones y sentándose en la silla. Kyungsoo echó para atrás el cuello para verlo. ―Ya puedes irte.